Uno de los eventos de este 70º. Festival de Cannes se desarrolla a 15 minutos de coche del centro de la manifestación, el Palacio con su alfombra roja, La Croisette y la hilera de hoteles de superlujo.

Se trata de un espectáculo de realidad virtual realizado por el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu y su compatriota, el director de fotografía Emmanuel Lubezki, ambos repetidamente premiados con el Oscar, que en “Carne y arena” describen en seis minutos y medio la odisea de los desesperados de México y América Central, que tratan de ingresar ilegalmente en los Estados Unidos.

Se trata de un proyecto apadrinado por la Fundación de la estilista italiana Minuccia Prada que después de Cannes la exhibirá en su majestuosa sede a orillas del Gran Canal de Venecia pero que ya se había visto en una versión reducida “in progress” en Los Ángeles.

La Arena del título es la del desierto de Sonora y la carne es la de los inmigrantes clandestinos que lo atraviesan para llegar hasta la frontera con Estados Unidos, tratando de superar las barreras que el vecino del Norte ha erigido en defensa de su territorio.

Para visitar la instalación hay que llegar hasta un hangar de aviones abandonado en las afueras de Cannes, pasar a pie por debajo de ropa y calzado abandonados por los inmigrantes que murieron en el intento y quitarse su propio calzado y las medias.

Cuando suena una sirena es el momento para entrar en un espacio relleno de arena de 18 metros de ancho, recibir una especie de casco, llamado Oculus Rift, y una mochila y se está listo para vivir la misma experiencia de miles de desesperados que diariamente emprenden el camino de la esperanza.

Todavía es de noche pero se avizoran las primeras luces del alba cuando un grupo de desesperados se nos une y con ellos, entre ellos y alrededor y detrás de ellos nos dirigimos hacia la frontera pero en ese momento nos viene al encuentro un helicóptero que se acerca cada vez más al grupo amenazadoramente.

El sonido ensordecedor y la luz enceguecedora nos fuerzan a tratar de huir, a escapar de la temible “migra”, la policía fronteriza estadounidense y convierten a la corta experiencia en una pesadilla sin fin.

González Iñárritu y Lubezki nos hacen partícipe de ella para que sepamos que los inmigrantes clandestinos son seres humanos como nosotros pero sin la suerte que tienen los visitantes de vivir una vida desahogada y segura.

Lamentablemente, Donald Trump, Marine Le Pen y todos los líderes mundiales que rechazan a los inmigrantes y los mismos habitantes de países como Italia y España que han olvidado haber mandado a sus hijos a escapar de la miseria, atravesando el océano, nunca vivirán esta experiencia, hecha aún más sobrecogedora por la maravilla de la realidad virtual que han brillantemente concebido los cineastas mexicanos.