A partir de los textos de Felipe Pigna, las canciones interpretadas por Magalí Sánchez Alleno, la guitarra de Marcelo Dellamea y las ilustraciones de Augusto Costhanzo, mujeres inolvidables de la historia latinoamericana tales como Manuelita Rosas, Juana Azurduy, Alicia Moreau de Justo y Eva Perón, entre otras, tomarán cuerpo en el escenario del Teatro Astros. Son disímiles y algunas, incluso hasta antagónicas, pero a todas las une el mismo destino: un fuego de la rebeldía contra la dominación masculina. El espectáculo esta inspirado en Mujeres insolentes de la historia (Planeta, 2018), la serie de libros destinada a niños y adolescentes por la cual Pigna recibió en 2019 la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. La obra continúa la perspectiva del historiador de Mujeres tenían que ser (destinada a público adulto), cuyo objetivo es incorporar y afianzar la perspectiva de género a la narrativa de América Latina y Argentina.

«Ya habíamos hecho con Magalí (Sánchez Alleno) una obra para niños sobre Belgrano y San Martin. Nos pareció interesante encarar ahora estos textos sobre esas mujeres que consideramos insolentes de la Historia y canciones vinculadas que refieren a la trayectoria de ellas», cuenta el escritor. «Va a ser un espectáculo musical narrando estas vidas. Marcelo (Dellamea) arregla los temas e interpreta varios instrumentos, y Augusto (Costhanzo) dibuja en pantalla gigante las cosas que vamos contando. La idea es, en la Semana de la Mujer, hablar de mujeres que tienen que ser recordadas».

El espectáculo se estructura entre lo cronológico y lo colectivo, como las luchas feministas, socialistas, obreras o universitarias. En cuanto la insolencia de todas esas mujeres, Pigna señala: «Me encanta el término ‘insolente’. Aparece muy frecuentemente en los textos españoles de la Conquista: la insolencia era todo lo contrario a la resignación o a aceptar los abusos y desmanes en relación al poder. Después, en la Historia y en la vida cotidiana aparece la idea de insolencia femenina, el ‘cómo se atreve’. La insolencia se sobrepone a la mirada de los hombres y al miedo de las mujeres que terminan avalando la censura social impuesta por el predominio machista. Se trata de resistir al discurso de que a la mujer no le he es dado ni le compete meterse en política, ni ser médica, ni ser maestra, ni ser nada. Sino esposa y madre, en el mejor de los casos». 

El concepto , explica el historiador, fue variando en sus formas e implicancias. «Hay grados de insolencia. Por ejemplo, la insolencia de querer estudiar medicina, como el caso de Cecilia Grierson. Ella estudió esa carrera en momentos en que la mujer no accedía a la universidad. Se dio cuenta de que no había nada que lo prohibiera, pero porque daban por hecho de que no tenía que ser. Lo mismo ocurrió con Julieta Lanteri , que quiso votar. Ella se nacionalizó argentina, se presentó ante un juez porque en ningún momento ninguna ley especificaba que las mujeres no podían votar».

Y hay más ejemplos: «La insolencia de ser madre soltera y de exhibirlo públicamente, como en el caso de Alfonsina Storni.O de luchar por el voto femenino, como Evita y Alicia Moreau de Justo. La insolencia de Eva, además, de pretender que los ‘grasitas’ tengan los mismos derechos que los demás. Incluso la de escribir, porque hasta avanzado el siglo XIX las mujeres no podían firmar sus libros. Está  el caso célebre de Mary Shelley que, por años, no pudo firmar Frankenstein. En la Argentina, las mujeres tampoco podían firmar notas periodísticas u obras. La primera es Eduarda Mansilla, la sobrina de Rosas, y Juana Manuela Gorriti. Y está la insolencia de reclamar por los hijos, en el caso de las madres y de las abuelas de Plaza de Mayo».

En cuanto a cómo seleccionar historias valiosas, Pigna se refiere a las mujeres a quienes sería imposible renunciar dentro de un trabajo como este. «Nuestra intención fue abarcar muchas, porque nos parece importante remitirnos a aquellas a quienes no se nombra habitualmente. Evita es una irrenunciable, pero está Juana Manso, enorme educadora que sufrió persecución policial, a quien  no dejaron siquiera ser enterrarada ni en Chacarita ni en la Recoleta por su condición de libre pensadora. En cada una de estas figuras, la idea es reivindicar a las anónimas que son miles y siguen peleando».

Desde luego, hay recurrencias en el presente y el pasado sobre esas injusticias y violencias de género. «La igualación salarial es un tema que no se ha resuelto. O el femicidio, que aparece tempranamente en la prensa feminista obrera. Virginia Bolten fundo el primer periódico femenino anarquista de América en 1897, La voz de la mujer, y allí se habla sobre el acoso sexual en el trabajo y el femicidio, que no se llamaba así en ese momento. Y hay artículos de critica al concepto de ‘crimen pasional'». Se trata de lo que el código civil de Vélez Sarsfield denomina «hecho de sangre»: si la mujer es sorprendida in fraganti en un acto sexual de infidelidad, su marido puede asesinarla sin consecuencias legales. «Este código recién fue modificado en el año 1926 por impulso de las socialistas, que lo hicieron a través de sus compañeros, porque ellas no podían ser diputadas».

El escritor enfatiza que la complicidad social de los abusos y los femicidios persiste, en parte amparada por «el clasismo de los medios, que naturalizan que en ciertos contextos de los sectores populares puede pasar cualquier cosa». Sobre los movimientos actuales como Ni una menos, Pigna aclara: «Nos referimos a lo que se logró y a todo lo que falta.Es importante señalar que la mujer nunca dejó de luchar, ni en las peores circunstancias. Ya en Grecia estaban las Lisístratas, las Antígonas, las que participaban en política desde la literatura escrita por varones. Como dice Chico Buarque en ‘Mujeres de Atenas’, las mujeres han sido y son persistentes en sus luchas».

Cuándo

Felipe Pigna presenta el espectáculo Mujeres insolentes de la historia. Sábado 4 de marzo a las 20 en el Teatro Astros, Av. Corrientes 746.