Los muros del viejo Penal de Ushuaia siguen incólumes, pero ya no encierran cuerpos y almas sometidos a una brutalidad asfixiante. Hoy son objeto de largos peregrinajes turísticos que incluyen el paso obligado por un nutrido local de merchandising. El periodista Ricardo Ragendorfer devela las verdaderas historias que se vivieron en la cárcel del fin del mundo en Presidio. Experimento Ushuaia, el flamante ciclo de documentales de Encuentro. Ragendorfer reconstruye los recorridos y padecimientos de algunos presos míticos, pero también echa luz sobre las razones que permitieron la realización de experimentos penitenciarios y pseudocientíficos.

El Penal de Ushuaia fue muchas cosas, menos una casualidad. «Enviar a delincuentes, rivales políticos y anarquistas para que sean disciplinados en la Siberia argentina fue una estrategia de enorme crueldad que también obedeció a una política de Estado del gobierno militar de turno. Todos los primeros habitantes de Ushuaia vivían, en mayor o menor medida, de esa estructura penitenciaria. Ya sea porque eran proveedores de alimentos o insumos, o porque eran los propios carceleros, en general extranjeros que habían cultivado la misma profesión en sus países de origen. Dicho en forma más directa: el penal pobló Ushuaia», señala Ragendorfer.

El ciclo de documentales fue producido entre canal Encuentro y la Universidad Nacional de Tierra del Fuego. Se desarrollará en cuatro capítulos y cada uno tendrá un protagonista: Cayetano Santos Godino (el Petiso Orejudo, considerado el primer asesino serial argentino), Simón Radowitzky (el anarquista que mató a Ramón L. Falcón), Ricardo Rojas (un intelectual disidente, enviado a Tierra del Fuego como preso político) y Roberto Pettinato padre (el funcionario que concretó el cierre del penal).

El paso del Petiso Orejudo por el mítico penal es bastante conocido, pero no todos saben que fue víctima de un absurdo experimento. Revela Ragendorfer: «Su historia es muy curiosa y marcada por esos tiempos. Por aquellos años se vivían los 15′ de fama de Cesare Lombroso, un criminólogo que intentó darle sustento científico a la teoría de la portación de cara. Es decir, el carácter criminal de una persona está representado en sus rasgos físicos. En ese sentido, Cayetano Santos Godino funcionaba como una especie de santidad lombrosiana. El Penal de Ushuaia fue un experimento lombrosiano y Godino fue víctima de esos ensayos. Se lo operó de sus enormes orejas porque se creía que ahí estaba depositada su maldad. El éxito de la intervención quedó a mitad de camino: el tipo siguió siendo tan malo como antes, pero su aspecto físico mejoró notablemente».

Otro preso ilustre fue Simón Radowitzky. «Estaba en la cárcel de Ushuaia por haber ajusticiado a Ramón L. Falcón en 1909. Ese hecho había sido una venganza por la matanza que Falcón, en su calidad de jefe de policía, ordenó en la Plaza Lorea contra trabajadores que se manifestaban en forma pacífica. Radowitzky fue tal vez el anarquista más emblemático que estuvo en el penal. Era muy respetado por sus pares y odiado visceralmente por las autoridades carcelarias. Fue uno de los protagonistas de un audaz intento de fuga que finalmente fracasó.»

El Penal de Ushuaia funcionó entre 1904 y 1947. Su ubicación geográfica y el clima imponían a los reclusos condiciones durísimas y hacían virtualmente imposibles las fugas. Se abrió poco después de la clausura del presidio de la Isla de los Estados y se hizo mundialmente famoso por la brutalidad con que fue administrado. El cambio de las condiciones internas y su posterior cierre fue ejecutado por Roberto Pettinato padre, por órdenes expresas del presidente Juan Domingo Perón.

La crueldad con que las autoridades trataban a los reclusos hoy producen pavor, pero Ragendorfer advierte que no vivimos un presente muy superador. «Contrariamente a lo que se podría pensar, y más allá de los niveles de maldad y adversidad que soportaban los presos del Penal de Ushuaia, la situación actual de los reclusos en la Argentina dista de ser una maravilla. Puedo asegurar que es todo lo contrario. Las cárceles actuales son mucho más infernales que el Penal de Ushuaia.  Están tremendamente superpobladas y funcionan, en el mejor de los casos, como depósitos de presos y, en el peor, como centros de exterminio de desviados sociales. Desgraciadamente, todo esto es aceptado por el espíritu público.» «

Presidio. Experimento Ushuaia

Conducción: Ricardo Ragendorfer. Lunes a las 21, por canal Encuentro. También disponible en www.cont.ar