El mejor ensayo, el más motivador, es tocar en el escenario. Es sobre las tablas donde la adrenalina se desata y una banda con 30 años en el lomo encuentra su mejor forma. Así  lo define el cantante, guitarrista y líder de La Mississippi, Ricardo Tapia. Pero en fechas especiales, como las de este jueves en el Luna Park, la sala se transforma en un laboratorio donde el grupo de Florencio Varela se dispone a encontrar las mejores fórmulas. Después de todo, tres veces diez no es un cumpleaños cualquiera.

La estirpe de barrio está en la voz de Tapia, en sus expresiones y en la tranquilidad con la que reflexiona mientras camina y mira con curiosidad la arquitectura de algunos edificios de San Telmo. “Soy alguien al que le gusta mucho su profesión y que siempre tuvo claro que una carrera se construye haciendo cosas. La vida no es nada fácil, pero si estás ocupado no te das tanto cuenta y de golpe ya sos grande y te lo tomás todo con mayor tranquilidad”, asegura el cantante. Tapia es alto, camina como al ritmo de «Blues del equipaje» y se sienta para charlar como si lo hiciera en «Café Madrid»: de alguna manera, parece evocar varias de sus canciones sin proponérselo ni darse cuenta. Quizás sea su sencillez y sinceridad, aunque no se anime a certificar el motivo.

Uno de los puntos fuertes de La Mississippi son sus shows en vivo. Tapia los vive con una entrega muy especial: “Nunca me desenchufo, no hay nada que me saque la concentración y el disfrute. Ni un problema técnico, ni algo personal. La mejor manera de mantenerse es estar con la gente. Lo peor que hay es meterse hacia adentro en un escenario y hacerte cargo de situaciones que vos suponés que están sucediendo y en realidad no están pasando. Tenés que compartir y ver la reacción de los otros. Nunca bloqueo la comunicación con el público. Hablo, salgo, los miro, digo algo y escucho: eso hace que se genere una relación más cercana y natural. Yo canto igual para los que estén en ese momento. Sean 20,  dos mil o 20 mil: no importa. Siempre pongo la misma energía. Esto es un ida y vuelta. Si la gente ve que disfrutás, todo va bien. Ojo, no tiene que pasar nada excesivamente absurdo. No es necesario volar por el aire de felicidad: se trata de compartir realmente lo que te pasa  en escena.”

–¿Imaginarse de acá a 30 años es más difícil que recordar qué pensabas hace tres décadas?

–Miro para atrás muchas veces y me termino preguntando qué hice todo este tiempo. Lo que sé es que no teníamos una expectativa tan grande. La Mississippi era un proyecto para tocar clásicos de blues en algún lugar en el que nos dejaran. Luego pasó la  vida y pasó todo. Nunca nos llegamos a acostumbrar a nada, siempre salen cosas diferentes para no aburrirnos. Pero llegamos hasta acá cuidando los detalles y respetando nuestro laburo. Este momento no es el fin de algo sino el principio de una etapa nueva. Quizás tratar de ir más al exterior, hacer un disco nuevo, se verá. Pero la idea siempre es buscar nuevos desafíos. En nuestros inicios nos ayudó mucho nuestro baterista Juan «Negro» Tordó porque había trabajado con Raíces y girado mucho. Eso nos encaminó y con los años construimos nuestra experiencia. Hace dos años casi me muero de una peritonitis durante una gira. Así que vivo el día a día a pleno. Todo es muy frágil, todo momento vale la pena. Esto es una sola vuelta: hay que enfocarse y no perder el tiempo. Lo más sagrado es el tiempo y nunca lo recuperás: es el única agua que no entra en ningún vaso.

–30 años es mucho tiempo de matrimonio múltiple. ¿Encontraron la dinámica de grupo ideal?

–Lleva mucho años congeniar, pero cuando los proyectos van funcionando, todo se encarrila. El trabajo es clave, pero también resulta determinante el grupo humano que te toque. Me parece que esas dinámicas se dan y dependen de muchos factores. En nuestro caso siempre anduvo bien, somos un grupo que mira para adelante y de esa manera avanzamos. Pasamos por muchas etapas de trabajo. Los primeros 20 años tuvimos sección de vientos, componíamos en función de eso y nuestro estilo estaba volcado a ese sonido característico que te da ser un grupo de siete u ocho músicos. Luego  decidimos armar un quinteto y no tener caños. Eso nos cambió mucho porque nos simplificó la forma de tocar. La banda se volvió un poco más eléctrica, adaptamos los temas a esta formación, lo cual no fue tan fácil, pero el quinteto nos dio un arco de público bastante más grande. Búfalo (2011), nuestro décimo disco de estudio, fue un poco para aprender cómo componer siendo sólo cinco.

–¿Es desgastante la vida de un músico?

–Al principio cuesta, pero luego es parte de uno. El agotamiento físico que producen los viajes es algo a lo que tu cuerpo se tiene que acostumbrar. Aprendés a dormir más, a cambiar la dieta, la ropa, todo. Con los años, como cualquiera, te vas simplificando. Sabés elegir mejor. Y en la música se te facilita sintetizar el mensaje y el sonido.

–¿El blues es una música para hablar de qué?

–Depende de cada uno. Hay  quienes quieren sonar como en los años 50, a otros les gusta experimentar… En nuestro caso, los ejes temáticos van apareciendo en los discos y tienen que ver con cómo fuimos creciendo, cómo vas envejeciendo y cómo te van pasando cosas en la vida. El blues es una música muy descriptiva de lo que pasa en la vida. Si vas cambiando vos, también lo hacen tus letras. El blues siempre estuvo muy estereotipado y es un género en el que se redujeron mucho las temáticas. Nosotros tratamos de ampliarlas, buscamos poner una mirada más social en algunos casos, más personal en otros, historias un poquito diferentes de lo que tendría que ser un blues a priori. A mí me gusta leer y al escribir se nota, porque yo me siento como un contador de historias, me centro en cómo se puede desarrollar el relato desde diferente lugares.

–¿El blues también nació catártico?

–El blues es música para contar la vida. Como el tango y el chamamé: son construcciones de ribera, canciones al borde del agua. La cosa popular está ahí y nosotros agarramos este género y le metimos lo nuestro. La impronta de lo argentino siempre está. En un momento te tenés que describir: las canciones son eso. Sin importan si es rock, blues o reggae. Una composición es su letra, su música y lo que genera en la gente. «

Invitados y algo más

Como un vino añejo, como un coñac de los buenos, La Mississippi tiene su Reserva especial. Así se llama el show con el que la banda de Florencio Varela repasará su historia este jueves en el Luna Park. «Vamos a mostrar diferentes aristas de lo que nos gusta y de lo que supimos ser como banda», comenta Tapia. «Siempre convocamos a mucha gente de afuera de nuestro ámbito, van a venir muchos invitados y tendremos muchas sorpresas», agrega. Entre los confirmados están Claudio «Tano» Marciello, Daniel Raffo, Piti Fernández (Las Pastillas del Abuelo) y un folklorista de identidad reservada. «También van a venir los muchachos que fueron parte de la banda, afortunadamente seguimos siendo amigos. Vamos a poder tocar todos los temas clásicos como los hacíamos», revela Tapia, que también confirma que de esta fecha saldrán un disco y un DVD.

Exposición itinerante

Los integrantes de La Mississippi buscaron en cajones y cajas empolvadas para encontrar imágenes inéditas y con ellas armar una muestra representativa de sus tres décadas de carrera. Con el nombre no se esforzaron tanto y apostaron a la  literalidad: 30 años en imágenes. Ese es el título de la muestra itinerante con la que La Mississippi comenzó los festejos hace algunos meses. Primero en La Trastienda y luego girando por todo el país mientras se preparan para el Luna Park. «Va como un adelanto a todos los lugares que vamos a ir a tocar para celebrar estos años. A  todo nos gusta mirar fotos y recordar qué nos pasaba», cuenta  Tapia. La exposición, compuesta por 90 piezas que incluyen fotos y afiches, estará disponible hasta fin de año en distintos puntos de la Argentina.

¿CUÁNDO?

Reserva especial. La Mississippi festeja sus 30 años de trayectoria. Jueves 15 de noviembre a las 21, Luna Park, Av. Eduardo Madero 470.