Los años, dicen, son un plazo fijo de achaques y balances. Pero Rubén Blades siempre parece encontrar la forma de hacer las cosas a su manera. Optimista por decisión y obsesivo por compromiso, el cantautor panameño derribó los límites conocidos de la salsa en cuanto a formas y llegada. Acuñó un estilo singular en el que articuló historias mínimas y preocupaciones sociales-filosóficas, les sumó formas poéticas y llevó todo eso por buena parte del mundo. Como si fuera poco, desarrolló una rica carrera como actor en Hollywood y fue ministro de Turismo de Panamá entre 2004 y 2009. Con 70 años y todavía muchas inquietudes por desarrollar, el cantante se asoció con el director Abner Benaim para darle vida al documental Yo no me llamo Rubén Blades, un repaso por su vida y obra que el músico interpreta como algo parecido a un testamento.

Yo no me llamo Rubén Blades se estrenará este jueves en la Argentina y es una realización del director Abner Benaim (Empleadas y patrones, Invasión). Se trata de un recorrido por su obra, pero también por su vida, recuerdos y afectos. Incluye el testimonio de músicos internacionales como Sting, Residente, Paul Simon y Gilberto Santa Rosa, entre muchos otros. Propone casi una hora y media de historias que –obviamente– no alcanza para dar testimonio de toda la vida de Blades, pero que logra –más allá de la palabra de tanto notable– mostrar aspectos desconocidos de su infancia, reflexiones valiosas, gustos personales, su relación inquebrantable con la música y mucho más.

Blades asegura que todavía no vio el documental, pero desde el primer momento lo entendió como una especie de testamento. “Lo que uno produce durante su vida, lo que se deja hecho, todo eso es una forma de testar. Y como en todo testamento, es mejor dejar todo bien claro, para no dejar conflictos a los vivos”, señala.

–¿Cómo surgió la idea de hacer Yo no me llamo Rubén Blades?

–En realidad la idea del proyecto fue del propio Abner Benaim. Me lo propuso, lo consideré y decidí hacerlo, básicamente porque hay ciertos temas personales que deben aclararse y soy quien puede hacerlo con propiedad. Cuando empiezas a entender que físicamente ya tienes más pasado que futuro, es bueno que algunos temas personales no queden expuestos a la imaginación o a la especulación. Porque cuando nos mudamos “al otro barrio” ya no hay forma de aclarar. En cierta forma no elegí a Abner, él me eligió a mí. Nunca me ha gustado hacer las cosas por publicidad, o por protagonismo, sino porque tengo algo que proponer. Abner propuso, contemplé la posibilidad, accedí y él hizo lo que tenía pensado. Nunca vi el pietaje filmado, no le puse condiciones, no hice ningún acto de censura, no revisé las preguntas previamente. Es más, no he visto todavía el documental. Abner es un profesional y le respeto como persona. Por eso acepté su propuesta.

–Participan del documental colegas como Sting, Residente, Paul Simon, Gilberto Santa Rosa, Tito Puente, Andy Montañez e Ismael Miranda. ¿Te quedaste con ganas de que se sumara alguien más?

–Sé que se quedó mucha gente por fuera, porque Abner me dijo que habría sido muy largo incluir a todos los entrevistados. De manera que entiendo que no pudo incluir a personas muy cercanas a mí, como Christopher Walken, Ricardo Ledezma, Roberto Delgado, Roberto Cedeño, Luis Franco y otros muchos.

–¿Cómo definirías la influencia de Willie Colón en tu carrera?

–Mi trabajo con Willie fue de gran importancia. Me ofreció la oportunidad grabar temas que no eran considerados comerciales en aquel momento. El hecho de que Colón ya era una figura establecida me abrió el camino a esa posibilidad, porque en ese tiempo yo todavía no había hecho un nombre. Su fama ayudó a que los temas fueran considerados por los productores y escuchados por la audiencia, aunque no les dieran mucha oportunidad en la radio. Además, fue un excelente productor, muy sagaz y sabía ver dónde estaban las oportunidades. Fue bueno para los dos.

–Cuando empezaste era casi inimaginable unir la salsa con historias que reflejaban la vida de marginales y reflexiones políticas. ¿Cómo llegaste a esa síntesis?

–En ese momento, yo sólo sabía que quería contar historias. En una conversación con Gabriel García Márquez encontré una explicación a lo que hago, cuando me dijo: “Tú eres, ante todo, un cronista que canta”. Para mí lo importante era describir los temas de la ciudad, contar la riqueza que hay en la vida de la gente común. Pero eso, por ejemplo, incluía temas con tono político y eso no le interesaba a la radio, que era en ese entonces el medio de difusión de la música por excelencia. Y más en contra mía, mis temas duraban cinco minutos o más y la radio solo pasaba temas de tres minutos. Además, estaba el asunto de “lo comercial”: “¡Vente mamá, vamo’a gozá!”. Debo reconocer y agradecer al público que ha dado preferencia a mis temas, porque gracias a ellos se ha mantenido vivo mi trabajo. La radio no me ha dado mucha difusión, porque todavía prevalece la idea de lo “comercial”, música que gusta por un período de tiempo y luego es reemplazada por otra, como quien mastica un chicle. Para mí, en cambio, es imprescindible que las composiciones no tengan una fecha de expiración; los temas de vida no son pasajeros, ni triviales y por eso pueden ser aceptados por futuras generaciones.

–¿Hoy es más difícil o más fácil hacer música popular que cuando comenzaste tu carrera?

–Hoy es, sin duda, mucho más fácil crear y producir música, desde el punto de vista tecnológico y comercial. En mis inicios era imposible hacerlo si no firmabas con una disquera, que a cambio de la difusión y el posible triunfo, te explotaba. Hoy puedes grabar en tu casa, hacer un video con tu teléfono celular, colocarlo a nivel internacional a través de las redes. Hay muchísima oferta en Internet y el asunto es descubrir la mejor forma de informar a tu público que tenemos un producto disponible. En este sentido, el mundo cambió.

–¿Por qué decidiste no utilizar tu nombre en algunos de tus proyectos?

–Simplemente he decidido que lo que haga con la banda Paraíso Road Gang será bajo el seudónimo El Hijo de Anoland, porque si lo hago bajo el nombre Rubén Blades el público creerá que va a escuchar salsa. Es una manera de preanunciar que es algo distinto, un género nuevo titulado “mixtura” que es parte de la experimentación. Cuando me presente o grabe con Roberto Delgado y su orquesta, lo seguiré haciendo como Rubén Blades. En el fondo, el nombre es una evocación al recuerdo de mi madre.

–Superaste los 50 años de carrera musical. ¿Es tiempo de balances o de seguir haciendo cosas?

–Mientras mantenga la curiosidad para explorar, la inquietud de hacer, la salud y la capacidad física para sostener y poner a vivir las ideas, voy a continuar. Acabo de grabar dos temas con el músico de jazz Chick Corea y la experiencia ha sido enriquecedora.

–Como actor trabajaste con Jack Nicholson, Robert Redford, Robert De Niro y Danny Glover, entre muchos otros. ¿Qué película te dejó más satisfecho?

–Sin duda la cinta Dead Man Out, con Danny Glover me ha dejado gran satisfacción, pues me dio un premio Ace como actor, compitiendo con figuras como Ben Kingsley y John Lithgow, entre otros. Algunas películas, como For a Greater Glory pudieron ser mejores, pero siempre escogí trabajar con gente que admiraba, sin considerar directores ni libretos: simplemente me divertía participar en trabajos con gente como Whoppi Goldberg o Richard Pryor. Ya después, cuando empecé a tener más trabajos de cine, puse mayor atención a la hora de aceptar roles. En una ocasión el director Sidney Lumet (Asesinato en el Orient Express, Tarde de perros) me ofreció un papel principal en una película y le dije que no. ¡Cómo quisiera poder cambiar eso!

–¿Cómo evaluás tu paso por la política?

–No lamento mi paso por la política. Fue positivo demostrar que es posible crear una propuesta política distinta a lo que ha imperado en nuestros países ya por más de un siglo, y que ha fracasado. Es posible una respuesta organizada enfrentar la corrupción y mediocridad administrativa de los partidos tradicionales. Cuando fui ministro de estado demostré que no es cierto que el poder corrompe; lo que hace el poder es desenmascarar al que ya es corrupto. Durante esos cinco años de servicio público no trabajé en mi carrera, no hice giras, álbumes ni películas; me dediqué a mi país y salí de esa jornada siendo mejor persona, menos egoísta. Pero más importante aún, comprobé lo satisfactorio que resulta probarse a uno mismo que no sólo hay que escribir y hablar, sino que también hay que accionar, hay que hacer. Incluso durante esos cinco años pude utilizar mi educación en Derecho e incluso ayudé a crear una nueva Ley de Turismo en Panamá. «



¿Cuándo?

Yo no me llamo Rubén Blades. Dirección: Abner Benaim. Con Rubén Blades, Sting, Residente, Paul Simon, Gilberto Santa Rosa, Tito Puente, Andy Montañez e Ismael Miranda, entre otros. Estreno: jueves 21. 


Alegría y vergüenza

Hace aproximadamente dos años, Blades supo que tenía un hijo. Joseph contaba en ese momento con 37 años y una hija. Desde entonces el cantautor panameño generó una relación muy cercana y consecuente. Entre otras cosas, los tres viajaron juntos a Panamá para conocer las raíces de la sangre que los une. El músico sabe que es imposible volver el tiempo atrás, pero apuesta a disfrutar todo lo que queda por delante.

«Conocerlo fue una experiencia muy fuerte y estremecedora, y la mayor vergüenza de mi vida ha sido no acceder a hacerme la prueba de paternidad mucho antes», confiesa Blades emocionado. Y rápidamente agrega: «Pero el ser humano generoso que habita en mi hijo Joseph me dijo: ‘Simplemente miremos hacia adelante’. Y eso es lo que estamos haciendo. Nos reunimos con bastante frecuencia y disfruto mucho de su compañía y la de mi nieta Olivia».


Su mirada sobre Trump y la crisis en Venezuela


Blades tiene una mirada política y no esconde lo que piensa. Ni sobre el presidente del país donde vive, ni sobre la situación de Venezuela. Este último punto le generó múltiples controversias públicas. Una de ellas fue con Silvio Rodríguez. 


–¿Cómo ves el liderazgo de Trump y su influencia en América Latina?


-El señor Trump es uno de los individuos más repugnantes que jamás haya pasado por la política internacional. Un egomaníaco de primer orden, ignorante, mentiroso, vulgar y totalmente perdido en la irrealidad de su mundo ficticio. Un ejemplo de los peores atributos que pueda exhibir un ser humano. No creo que pueda tener mayor influencia en América Latina, donde ya existen seres como él que han llegado al poder. Y en ese sentido, él es una grotesca caricatura de lo que hemos visto de Estados Unidos hasta ahora; me refiero a lo positivo que ese país ofrece y/o podría ofrecer al mundo.


–En el año 1989 EE UU invadió Panamá. ¿Te preocupa que ahora pueda pasar lo mismo con Venezuela?


–No creo que se vaya a producir una invasión a Venezuela. No creo sensato apoyar ese tipo de intervención, ya lo he dicho una y otra vez. Es más, una invasión contribuiría a desvirtuar la verdadera realidad de lo que ocurre a los venezolanos, dejando a la historia una pobre interpretación del momento. Pero no tengo duda de que hay que ayudar a Venezuela a encontrar su propia solución y pronto, antes de que el régimen termine por llevar al país a un punto sin retorno. La presión internacional debe lograr que se realicen elecciones verdaderamente libres y democráticas. Eso no lo quiere Maduro, porque sabe que sin trampas va a perder.