El director norteamericano Todd Haynes, que encantara a Cannes hace dos años con su magnífico “Carol”, decepcionó con su nueva película, “Wonderstruck”, dos historias aparentemente paralelas que se desarrollan en un lapso de 50 años y que terminarán por confluir en una Nueva York que salta de un blanco y negro en 1927 a un color en 1977.

Le hacía compañía en la segunda jornada en concurso del 70º. Festival de Cannes “Nelyubov” (Desamor) del ruso Andrei Zviagintsev, un tétrico y desolado retrato de la pequeña burguesía moscovita que, ayudada por un bienestar económico duramente conquistado, vive solo para la satisfacción de sus propios deseos individuales, pagándolo con una aridez de sentimientos de la que son víctimas los que se suponen son los seres más queridos.

Inspirado en una novela de Brian Selznick, adaptada a la pantalla por el mismo autor, que cuenta la historia paralela de dos niños que se lanzan a la búsqueda de un progenitor perdido, “Wonderstruck” pierde fuerza narrativa al apoyarse en la interpretación de dos jovencísimos intérpretes, desprovistos del carisma necesario para sostener la película sobre sus débiles hombros, mientras nada pueden hacer para ayudarlos actrices del tamaño de Julianne Moore y Michelle Williams, obligadas a encarnar personajes episódicos y desdibujados.

Dos habituales colaboradores de Haynes, el veterano director de la fotografía Ed Lachman y la vestuarista Sandy Powell, se limitan a dar pruebas de profesionalismo mientras la tarea más complicada la asume el compositor Carter Burwell quee debe suplir con música y sonidos la sordera de los dos pequeños protagonistas.

Zviasgintsev hizo una clamorosa irrupción en el cine con su ópera prima, “El retorno”, premiada con el León de Oro al mejor film en Venecia en
2003, y desde entonces con “La prohibición” y “Elena” de 2007 y 2011, y sobre todo con “Leviatán”, premio al mejor guión aquí mismo en Cannes en 2014, ha mostrado el rostro menos atractivo de la Rusia nacida de las cenizas de la Unión Soviética y presa de la corrupción de la clase al poder, combinada con el egoísmo y la falta de solidaridad entre quienes se beneficiaron del nuevo curso y quien fueron dejados de lado.

Uno de estos es el hijo de doce años de Boris y Zhenia (dos magníficos Maryana Spivak y Alexiei Rozin, serios postulantes a los premios de mejor interpretación) que escucha detrás de la puerta a sus padres que, a punto de divorciarse y con ya dos nuevas relaciones bien aseguradas, tratan de descargárselo mutuamente al no tener más un lugar para él en sus vidas.

Cuando el chico escapa de casa, los padres parecen recuperar un amor paternal que se esfumará apenas se resignen a la desaparición del hijo, uno de los miles que en las sociedades avanzadas terminan por ser expulsados del tejido social, desvaneciéndose en la nada.

Zviasgintsev contempla con aparente frialdad este universo de monstruos cuyo egoísmo es el precio que se paga por una suerte de bienestar en el que los sentimientos carecen del valor de los bienes materiales.

Pero el espejo, ni siquiera deformado, que ofrece al espectador debería hacer reflexionar sobre el valor de los sentimientos y de la solidaridad.

Lejos del Palacio del Festival, donde se concentra toda la actividad oficial de Cannes (Concurso, Mercado del Cine y la paralela Una Cierta Mirada), al otro lado de la Croisette, el cine latinoamericano debuta con “Los perros” de la chilena Marcela Said, presentado por la Semana de la Crítica, la más antigua de las reseñas paralelas no oficiales, reservada a primeras y segundas obras.

Al igual que “El Mocito” de la misma autora, que en 2008 examinaba con coraje los secretos más sombríos de la dictadura pinochetiana, “Los
perros” se inspira en la figura de un ex torturador, el ex coronel del ejército Juan Morales, que hoy se gana la vida como profesor de equitación.

Para conquistar su confianza, Said se hace pasar por una alumna de equitación, con la ambición de conquistarse su confianza y eventualmente hacerle hablar de su pasado. “Yo sabía que mi proyecto tocaba una herida aún sangrante de la historia de mi país y que yo precisaba de tiempo para poder escribir un guión preciso y completo” declara la directora.

“Pero gracias a mi pasado de documentalista que me dio la capacidad de aprovechar al vuelo la ocasión menos esperada, pude filmar rápidamente con la cámara en mano y sin necesidad de demasiadas tomas, gracias además a actores increíbles y a mi director de fotografía, el francés Georges Lechaptois” agregó.

“Los perros” se benefició de una beca de la Cinéfondation del Festival de Cannes, que le permitió terminar cómodamente el guión y encarar el rodaje en septiembre del año pasado con la única obligación de asegurar el estreno mundial justamente a este festival.