Martingala es el bello disco que Julieta Laso presentará este jueves y viernes en Lucile bar. Sin alarde ni porfía, se puede decir que propone un nuevo horizonte: la hasta hoy conocida como la cantante de la Fernández Fierro ingresa en un territorio en el que se exige otro vuelo. No importa si es más personal, menos triste, más profundo y mucho menos si es mejor o peor: lo relevante pasa porque le pertenece tanto como el canto que construyó con la Fierro, pero la lleva por caminos de los que por el momento sólo tiene una somera idea de hacia dónde la pueden conducir.

«Quería hacer canciones que hablaran de hoy, de mí, de cosas que me suceden. Creo que todo eso, sumado a lo popular y a lo que traigo como identidad, da una expresión musical contemporánea», puntualiza Laso para explicar esta aventura que emprendió antes de ingresar a la Fierro, hace ya cuatro años, y que por ese cambio en su vida dejó de lado, aunque no lo suficiente como para olvidarse de ella.

«Fue un proceso recopado –cuenta–. Yo empecé este disco hace cinco años, pero después entré en La Fierro y me tenía que dedicar a eso. La clave fue reunirme con Diego (Baiardi), que es autor de la mayoría de las letras, para charlar y tirar ideas. Nos quedábamos horas laburando. Yo le contaba cosas que quería decir o que me pasaban y él venía y me traía lo que escribía. Lisandro (Silva Echevarría), por otra parte, fue fundamental en la música. De esta manera, cada palabra y cada melodía se hicieron muy personales. En el disco estoy hablando yo, de la gente y de la Argentina».

Ese trío creativo tuvo en Lucrecia Martel un aliciente fundamental: «Después apareció Lucre en mi vida –dice Laso, en pareja con la cineasta desde hace más de dos años– y sumó algo más al proyecto. El video que hizo no es poco: ella no hace videos. Y estuvo súper presente en buena parte del proceso».

Así fue «apareciendo una serie de cosas» que insuflaron la confianza que Laso necesitaba para el salto que significa Martingala. «Creo que el disco habla de nosotros de manera profunda. Esa cosa de poesía urbana porteña callejera, no pretenciosa, como una mina que habla consigo misma, que se insulta, que se quiere redimir, no sé (ríe). Ahora estoy muy contenta y por supuesto que este paso me pide un montón de cosas nuevas, propone todo un camino nuevo que recién empieza. Porque esto comienza cuando estás ahí, en el escenario, y lo hacés. Siento que me va a regalar un montón de otras cosas o permitir jugar en lugares que hace tiempo que están como reservados. De hecho, en un momento del show toco percusión, algo a lo que me dedicaba antes del tango».

Sobre su relación con el género, confiesa: «A mí el tango me salvó la vida. Yo nunca había pensado en cantar tango, ni siquiera había pensado en cantar: yo quería ser actriz. Y tuve unas experiencias no muy felices y quedé muy lastimada: no pude desarrollarme en ese lugar. En ese momento no sabía qué iba a hacer. Había estudiado toda mi vida para ser actriz, pero me sentía muy frustrada conmigo misma. Hasta que apareció el tango como algo mágico. No sé, hice una presentación en un lugar muy chiquito y enseguida me ayudaron muchos músicos. Yo no estaría cantando si no fuera porque me ayudaron mucho. Se fue dando como cuando algo parece de otro orden. Yo lo que hice fue acompañar eso, me puse a estudiar, todo. Pero fue como algo que no elegí, se dio. Y me sacó de un lugar triste y a partir de ahí todo lo que sucedió fue mágico».

Martingala es un disco de muchos riesgos y varios de ellos están al borde. «Lo único que quería era que no quedara como una música palermitana, lavada y cuasi vegetariana. Eso no me transmite nada. Está bien, pero no es lo que elijo para escuchar, ni ver, ni ninguna cosa del arte. Prefiero que suene a grasa o lo que sea. Por ahí estoy un poco pasada de moda, pero es una elección; una elección artística. Por supuesto que sabía que estábamos al filo y que hay que tener mucho cuidado. Pero mi único temor es ser cool», concluye. «

Julieta Laso presenta Martingala. Este jueves y viernes a las 21, en Lucile Bar, Gorriti 5520.