A diferencia de América, continente al que se le atribuye un género, Latinoamérica parece no tenerlo: ni femenino, ni masculino, ni no binario: es sin género, podría decirse, y varias lenguas regionales originarias no reconocían los géneros en sus vocabularios. Sin embargo, por algo aún no descifrado pero sí muy percibido, Latinoamérica tiene voz femenina. No una sola, claro. Son muchas, pero son voces de mujer. En esa casi interminable lista, hay dos que el próximo sábado 7 se presentan en el ND Teatro (a punto del “Entradas Agotadas”, comenta la prensa): Ana Prada y Teresa Parodi. Ya lo habían hecho en 2014, un año que parece cercano, aunque para los argentinos y argentinas (probablemente más para las segundas) las cosas han cambiado mucho.

Ana Prada: –Cuando decís Latinoamérica me viene la voz de la Negra Sosa. Quizás como esa voz de la tierra, de la Pachamama, de la mujer, de la manera de decir toca algunas aristas de la sensibilidad que otras no. Teresa para mí es una de las grandes compositoras de habla hispana, no sólo de la región. Todo el tiempo está componiendo cosas nuevas, además de tener una voz, tiene una obra muy vasta; cada vez que la veo me muestra cosas nuevas. Yo soy más bien de periodos, me viene bien eso del amor y el desamor. Además hace dos años fui madre y eso te limita los tiempos: si el nene se durmió, a dormir y a las 8 de la mañana de nuevo arriba, él te va armando la musa, de alguna manera. Si cuando decís la voz, es como la palabra, lo que se escucha, lo que se cuenta, lo que se lleva, en ese sentido sí me siento una voz de Latinoamérica: lo que cuento y desde dónde lo cuento tiene mucho de raíz latinoamericana. Me crié cantando, escuchando esa música. Por parte de mis viejos y también mucho latinoamericano porque mis abuelos trabajaron mucho por el mundo -eran maestros rurales que trabajaban en la UNESCO- y cuando yo era chica se establecieron en Colombia. Y cada tanto nos mandan un cassette con ellos hablando: “Hola somos los abuelos”, y nos contaban cinco minutos cómo andaban y el resto de la cinta, que duraba como 60 minutos, lo llenaban de música que grababan de la radio. Me acuerdo que estuve en Bogotá, en un show súper íntimo y me puse a cantar a capela una canción que me acordaba (y la canta: quien pudiera tener la dicha que tiene el gallo) y la gente cantaba: ‘racatacun, ¡la sabían!’.


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(Foto: Mariano Martino)


Y entonces llega Teresa, que recibe innumerables halagos del resto de las mujeres presentes –cuatro en total– por el estilo en el que está vestida, al que unánimemente califican de muy moderno. “¿En qué estaba?” Y al escuchar sobre la anécdota de Prada, exclama: “¡Claro!, la gente agarra las canciones, las lleva y las trae y una no tiene la menor idea que pasa eso. Las canciones se reparten.”

–¿Latinoamérica tiene voz de mujer?

T. P.: –Sí, coincido. Creo que en algún determinado momento es la madre la que transmite las canciones. Si saben cantar, cantan. La mía ni podía cantar el arroz con leche, pero me hacía escuchar para que aprendiera. Creo que esa batuta siempre la llevó la mujer, no en vano el gran canto latinoamericano es Mercedes. Y en ese canto vamos a beber todas y todos, porque estamos atravesados por ese caudal, el color de su voz: ahí todos nos reconocemos latinoamericanos. Y el canto de Mercedes viene de otras mujeres. Hay algo que siempre está en la voz de la mujer: una rima, una memoria de un país, de una región, geográfica. Y Mercedes sintetizó eso. Y creo que eso tiene que ver con las madres indígenas, que cantan la canción de cuna, que enseñan el lenguaje, amamantan: no sólo físicamente, sino que te enseñen a hablar, a ver el mundo, y ahí se resume mucho el sentir de que Latinoamérica tiene canto femenino.

A. P.: –Se transmiten haciendo las labores, cosechando, amasando, cociendo, en esa cosa de canto que se ha dado tanto en el ámbito doméstico, en el ámbito femenino. Las mujeres son como más integradora, como la Pachamama.

T. P.: –Tiene que ver con la formación del pensamiento, del sentimiento. Dónde está la mujer cantando, está la patria, la madre, el recuerdo.

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(Foto: Mariano Martino)


–Vos ya sos una voz de Latinoamérica y Ana está en un camino avanzado. ¿Sentiste en algún momento que te estabas convirtiendo en esa voz?

T. P.: –Me empezó a pasar que me empecé a enterar por el lleva y trae –no por el circuito comercial– que mis canciones se cantan en todas partes. Y ahí me di cuenta de que la canción es un camino, que es lo que le va a pasar a ella con el tiempo, que una las suelta y ellas andan, aprenden a caminar por las infinitas formas de soporte que hay. Pero siempre que antes alguien las toma y las canta es porque se está identificando, y eso es lo mejor que le puede pasar a un autor: ya camina sin vos.

A. P.: –Hay veces que se cantan y ni se sabe ni  de quién es.

T. P.: –Jorge Calvetti, un poeta jujeño muy amado por su pueblo, hacía coplas. Y le gustaba contar la anécdota de que un día entró a un boliche a tomar algo, y había un cantor que en un momento dice: ‘Voy a cantar una copla de autor anónimo’, y cantó una de él. ‘Nunca fui mejor autor que en ese momento”, decía; ‘me puse a llorar’.

–¿Llegar o estar en ese lugar da un  poco de miedo?

T. P.: –No me parece, creo que da una responsabilidad. Lo que pasa es que para llegar a eso uno la responsabilidad ya la había asumido en distintas etapas. En ese proceso una toma conciencia que si tiene algo para decir, lo tiene que decir desde las entrañas, no traicionarse, qué es el principio y el fin de todo.

A. P.: –Sin duda. Lo importante es comunicar. Y la música es una de las herramientas más potentes para comunicar pensamiento crítico, para movilizar a los pueblos. Los pueblos transmiten sus deseos y sus esperanzas, sus angustias y sus anhelos a través del canto. Tener la suerte de estar en un escenario es una gran responsabilidad. Pero no sólo por lo que uno dice ahí, sino también por lo que dice fuera del escenario: hay gente que te toma en serio, te escucha y piensa. A mí con Teresa me pasa eso: vive y canta como es Teresa, Teresa es sus canciones. Por eso el pueblo la reconoce también. Y a veces eso es lo más difícil de encontrar, más en este mundo que va tan rápido. Ese canto que te construye y que vos construís, ese canto que te convierte en la misma cosa, ese punto de honestidad, es una gran responsabilidad. No puedo hacer canciones que no siento, que no me pasan, que no pienso y tampoco hacer para una causa en la que no creo.

–¿Se siguen poniendo nerviosas antes de los shows?

A. P.: –Me pongo muy nerviosa. Es como una anticipación ansiosa de algo. Hay veces que lográs conectar como con un hilo con los músicos, los invitados, con Teresa, y  la pasás divino. Y a veces no se da y la pasas horrible. Es un lugar muy sensible, muy extremo radical, delicado. Cuando va todo hermoso, decís: “Entendí por qué hago esto”; y cuando no: “Qué hago acá, por qué no me pongo un kiosco”.


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(Foto: Mariano Martino)



Parodi ríe, y sin dejar de reír, agrega: “Es un cosquilleo, una expectativa por saber si aún se es capaz de crear el vínculo, de estrenar algo y saber si sigo teniendo esa sintonía de reflejar, de alguna manera, sentimientos comunes. Si eso de alguna manera sigue vigente”.

A. P.: –Me encantó eso que dijiste de que el temor verdadero y profundo es a renovar el vínculo.

T. P.: –A veces elijo el lugar cómodo de lo probado, según el contexto. Porque una canción es un embrión, y tengo que ver dónde lo voy a plantar; cuido su entorno para que nazca. Por eso si estreno o no lo decido casi a último momento.

A. P.: –Me consta (risas). También tiene que ver con algo de generosidad: si toda la gente fue a verte a vos, es maravilloso que le des algo nuevo. Pero si estás en un festival donde hay muchos artistas y bandas, quizás no sea el mejor lugar.

T. P.: –La primera vez que estuve en Cosquín, mis amigos me decían: ‘Canta canciones conocidas’; y mis hijos: ‘Canta tus canciones mamá, cantá tus canciones’. Y cuando fui caminando a sentarme en el medio del escenario sin saber qué iba a cantar, se produjo la magia: pasaba algo en el aire, volvía la democracia, había vuelto Mercedes a Cosquín, había toda una cosa que flotaba en el aire y canté “Pedro canoero”. Explotó todo.

–¿Cómo ven, como mujeres, los años por venir?

A. P.: –Nos hemos puesto al frente de una lucha que incluye hacer las cosas diferentes. Las mujeres somos el corazón del mundo, la tierra, la Pachamama, la creación. Pero quién marcó la cancha en el planeta fue el patriarcado. Estamos en un pequeño movimiento de una bisagra hacia un cambio que ojalá vea mi hijo. Son miles de años de historia que nos han construido una psiquis, y yo no quiero lo mismo pero con las mujeres al mando, quiero otra cosa. 

T. P.: –Somos lo inevitable (Prada lo festeja con aplausos y la emoción en los ojos). La revolución ya está en la cabeza de las nuevas generaciones, y se va a seguir haciendo y confirmando a través de los años. Como dije ya hace algunos años a un periodista: estamos asistiendo al fin del capitalismo; va a llevar mucho tiempo y vamos a ir y venir y seguir discutiendo, pero eso también es inevitable porque la humanidad se está destruyendo a sí misma, y todo eso es el capitalismo. 


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(Foto: Mariano Martino)


-Teresa Parodi y Ana Prada se presentarán el 7 de marzo a las 21 en el ND Teatro, Paraguay 918.