Cada época parece tener su distopía paradigmática, esa ficción ambientada en el futuro pero que da cuenta de los miedos, obsesiones, terrores políticos y actores sociales del presente.

Así, la ciencia ficción devino en género privilegiado para alertar a la humanidad o para denunciar los riesgos que implicaban ciertos regímenes o sistemas de poder. Eso dio lugar al mundo aparentemente feliz de las drogas, el hedonismo y la libertad sexual de Aldous Huxley, la pesadilla panóptica del Gran Hermano de George Orwell o los libros quemados a temperatura Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, entre otros, que se valieron de la novela para denunciar las estrategias, injusticias y rigores del neocapitalismo, el estalinismo y/o de diversas formas de fascismos.

Sin dudas, El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale) parece ser «el» relato que da particular cuenta del contexto histórico actual. El Estado represivo y teocrático de Gilead con sus «criadas» sometidas a ser carne de procreación de bebés para «comandantes» siniestros y esposas infértiles imaginado por la pluma de Margaret Atwood ha sido leído –entre múltiples análisis– como metáfora de la ancestral dominación masculina sobre las mujeres en los sistemas patriarcales, como reminiscencia del Holocausto nazi y las dictaduras militares y/o como presagio de gobiernos neoconservadores y ultramontanos que hacen una particular exégesis de la Biblia, a lo Trump o a lo Bolsonaro.

Pero aún más: el éxito masivo y la fuerza del relato de El cuento de la criada parece radicar en la lucha de las mujeres, la sororidad y solidaridad femeninas de la ficción que funcionan como reflejo de los actuales combates feministas contra el patriarcado. 

En este sentido, The Handmaid’s Tale se ha convertido en un verdadero símbolo de los movimientos por los derechos de las mujeres en muchos lugares el mundo. Sin ir más lejos, en una de las manifestaciones a favor de la legalización del aborto en Argentina, un grupo de mujeres se vistió con el atuendo y los colores típicos de las “criadas” para elevar sus consignas frente al Congreso. 

Tensión mayor

Siguiendo ese criterio, la tensión mayor de la serie en las últimas temporadas –que mantiene en vilo a las y los espectadores– es la esperanza de que finalmente se desate la ansiada guerra abierta y la venganza contra el machirulaje con June Osbourne (Elizabeth Moss) a la cabeza. También, de ser posible, se espera que el régimen de Gilead sea arrasado y arribe la sociedad redentora de las féminas. Todo debería ir en esa dirección cuando en “Mayday”, el último capítulo emitido en agosto de 2019, June logró su misión de liberar a muchas mujeres y niños de Gilead y de las familias apropiadoras y, a pesar de terminar sangrientamente herida en un bosque, está evidentemente dispuesta a quedarse en territorio enemigo para encabezar la resistencia y la rebelión contra el Estado opresor y sus secuaces.

Sin embargo, en los primeros episodios de la nueva temporada, la espera se alarga y los tiempos se ralentizan. Primero, June debe curarse tanto de sus heridas físicas como las psicológicas sufridas a costas del comandante Fred (Joseph Fiennes) y su esposa Serena Waterford (Yvonne Strahovski) y del régimen despótico de Gilead. Una de las novedades más interesantes es la incorporación del personaje de la Sra. Keyes, la esposa adolescente de un comandante anciano –interpretado por Mckenna Grace– que le brinda a June una nueva perspectiva de las vejaciones sufridas por las mujeres y que actuará como guía para convertirla en la líder rebelde y por momento feroz e impiadosa que gran parte del público está esperando. Entre las dos mujeres se generará uno de esos tiernos vínculos de amistad con mucho de sensualidad que no admiten encasillamientos a los que tiene acostumbrados la ficción.

Anhelo lejano

Segundo, los nuevos rumbos revolucionarios en los que se cifra la vida de June pueden alejarla de sus seres amados: sobre todo el viejo anhelo de recuperar a su hija Hanna y de consumar la difícil historia de amor con Nick Blaine (Max Minguinella). Tercero: la resistencia presenta para la protagonista un dilema moral: ¿cómo derrumbar la sociedad criminal sin convertir a la nueva en una forma de vida tan despiadada como la liderada por los varones?   

Otro de los problemas es que la libertad alcanzada por niñas, niños y mujeres en Canadá no está desprovista de conflictos. En una complejidad que remite al síndrome de Estocolmo pero también a la de las niñeces apropiadas por las dictaduras totalitarias, las y los infantes extrañan el único hogar que conocieron: el de las familias de comandantes secuestradores.  A su vez, Fred Waterford, aquel patético personaje de los primeros capítulos se encuentra detenido junto a su esposa y continúa el descenso a los infiernos de la corrupción, la manipulación y la oscuridad que en algún momento seguramente lo enfrentará nuevamente a June. Todos estos conflictos dan cuenta –parafraseando a Albert Camus– de que la peste de los terrorismos políticos, no muere ni desaparece jamás, sino que aguarda silenciosa para arremeter contra las ciudades dichosas. 

En lugar de los acostumbrados trece episodios, esta temporada irrumpe con solo diez capítulos que necesariamente debieran hacer menos moroso el relato y dar mayor lugar a la acción, la aventura y la lucha política. Por ahora, los primeros episodios parecen una preparación de los personajes y el espectador a ese ansiado clímax que seguramente llegará. Uno de los puntos en contra es la recurrente apelación (sobre todo en el capítulo 3) a escenas de tortura física que parecen evocar lo más retrógrado del cine estadounidense.  Lo más valioso es que la serie conserva ese espíritu de defensa de las luchas de género y de las diversidades sexuales –el lesbianismo y la ternura de las relaciones como fuerza empoderadora de las mujeres es particularmente resaltado– que sin dudas fueron claves para erigir a The Handmaid’s Tale en unos de esos fenómenos inusuales en el que coinciden la alabanza de la crítica intelectual y la anuencia del gran público.  «The Handmaid’s Tale 4

El cuento de la criada, cuarta temporada. Estreno: domingo 2 de mayo por Paramount +.