Tristán Bauer es reconocido como cineasta y particularmente por su obra como documentalista. El camino de Santiago (2018), Che. Un Hombre Nuevo (2010), Iluminados por el fuego (2005), Evita, una tumba sin paz (1997) y Cortázar (1994), entre otros trabajos, cosecharon premios locales e internacionales, entre ellos el Premio Konex en 2001 y el Goya 2006. Ese recorrido lo puso en el primer plano local de un género que en repetidos momentos de nuestra historia se transformó en una trinchera de resistencia política. Pero Bauer amplió notablemente el alcance de su figura y la proyección de sus ideas durante el kirchnerismo, como responsable de los canales Encuentro y Pakapaka primero, los festejos del Bicentenario después y finalmente como titular del Sistema Nacional de Medios. Desde estos espacios reconfirmó que el Estado puede ser un efectivo y audaz generador de productos culturales de calidad y, al mismo tiempo, conseguir una importante llegada al público. Esas credenciales le valieron a Bauer que el presidente electo Alberto Fernández lo haya elegido como ministro de Cultura de su inminente gestión.

Son días muy agitados para Bauer. Este jueves se estrena en buena parte del país Tierra arrasada, el documental que terminó junto a su equipo en apenas tres meses, luego de una maratón de esfuerzos compartidos. El documental retrata la parábola de tormentas económicas, políticas y sociales con las que el macrismo golpeó a los argentinos durante los últimos cuatro años. La urgencia para hacerlo y estrenarlo no es casual. La idea era y es enfrentar un relato que –tal como el presidente Mauricio Macri subrayó por cadena nacional el último viernes– ignora los índices de pobreza, inflación y la carga agobiante de la deuda externa en favor de unas intangibles «bases sólidas para crecer». El encuentro de Bauer con Tiempo se realizó pocas horas antes de que el presidente electo Alberto Fernández lo confirmara como nuevo ministro de Cultura. Su nombramiento sonaba fuerte y claro desde hacía rato. Pero Bauer, con disciplina y pudor de militante, guardó las formas y subrayó su voluntad de «defender el proyecto desde el lugar que le toque. Incluso desde el llano.»

–¿Cuál fue la chispa que disparó la idea de hacer Tierra arrasada?

–Al poco tiempo de concluida mi etapa como director del Sistema Nacional de Medios comencé a dirigir la carrera de cine documental en la Universidad nacional de San Martín. Es un trabajo muy edificante porque el intercambio con los estudiantes siempre es enriquecedor para las dos partes. Paralelamente, volví a filmar cosas cámara en mano. Primero diversas actividades de Cristina (Fernández), después múltiples actos de resistencia al modelo macristas que se iban dando en fábricas, gremios y colectivos sociales. Seguimos muy unidos con el equipo con el que hicimos El camino de Santiago, y todos filmábamos y sumábamos historias y testimonios. También estábamos en contacto con grupos de cineastas de gran compromiso político, que nunca bajaron los brazos. Hace casi cuatro meses lo charlamos con Jorge «Topo» Devoto, nuestro productor, y nos dimos cuenta de que teníamos que hacer un documental sobre lo que hizo el macrismo durante estos cuatro años para dejar constancia del resultado de la vuelta del neoliberalismo a la Argentina. Al Topo le encantó la idea, pero me dijo que necesitábamos estrenarlo durante el gobierno de Macri. Fue una decisión tomada al calor de las imágenes. Logramos hacerlo en tres meses gracias al compromiso de todo el equipo, perdiendo muchas horas de sueño y dejando todo –el documental se estrenó para la prensa y tuvo su premiere el viernes–. Un documental lleva aproximadamente dos años para hacerse, sobre todo cuando tenés tantas imágenes e información. El esfuerzo fue muy grande, pero estamos muy satisfechos.

–¿Cómo lograste ordenar, articular y recortar tanta cantidad de imágenes y registros?

–La clave fue diseñar cuatro líneas conceptuales que se van alternando conforme avanza el documental. Por una lado las medidas que tomaba el gobierno de Macri; paralelamente, el impacto devastador que iban teniendo a nivel económico y social; al mismo tiempo desarrollamos cómo los grandes medios hegemónicos ignoraban esos resultados tan negativos; y, por último, dejamos constancia de las diversas resistencias, de los trabajadores, gremios, hombres y mujeres. Esas políticas finalmente fueron vencidas por la construcción de dos grandes líderes que lograron reunir todas las resistencias: primero Cristina y después Alberto. Se trata de una victoria excepcional porque se logra frente a un partido con todos los resortes del Estado, el apoyo de los medios hegemónicos y 5000 millones de dólares que el FMI aportó para que Mauricio Macri siga en el poder.

–En 2015 muchos creían que había una batalla cultural ganada. Que los derechos conquistados no podían ser anulados, que ya no se podría bajar sueldos ni jubilaciones y que volver a endeudarse con el FMI sería inviable. Estos cuatro años nos demostraron que no era así.

–Yo creo que el gobierno de Macri se propuso llegar mucho más allá de lo que llegó. En su agenda estaba la flexibilización laboral, entre muchas otras cosas. Y que no lo logró justamente por las resistencias populares. Fue una lucha política y cultural, y tensiones de esta naturaleza siempre arrojan victorias y derrotas. Me gusta mucho la  idea de Andréi Tarkovski que dice que el cine es esculpir en el tiempo. Tierra arrasada representa un poco eso y nos permite visualizar bien lo que le hicieron a nuestro país y a nuestra gente. Yo creo que el puntapié del triunfo de octubre fue aquella noche y mañana lluviosa de abril de 2016, en la que Cristina fue a Comodoro Py y dio un discurso muy claro. El documental lo retrata. La cantidad de gente fue conmovedora y la lluvia le dio un tono todavía más épico. Aquel mismo día Cristina convocó a construir un gran frente ciudadano. Esas fueron sus exactas palabras y el primer gran paso que desembocó en el 48 por ciento de los votos que consiguió el Frente de Todos para ganar las elecciones.

–¿Qué les dirías a quienes dudan en ir a ver el documental?

–Que el documental ofrece una muy buena oportunidad de entender lo que pasó en la Argentina en estos últimos cuatro años. Que hay retratos generales y personales, porque detrás de los grandes números hay personas que padecen y sufren. Pero para el que duda, están los números que no permiten dobles lecturas. En ese aspecto nos ayudó mucho el periodista Alfredo Zaiat. El macrismo va a dejar más de un 40 por ciento de argentinos sumidos en la pobreza, una caída del 10 por ciento del PBI, el sueldo de los trabajadores se redujo un 18 por ciento y los haberes de los jubilados, un 20. Sólo este año la inflación llegará al 60 por ciento y superará el 300 por ciento durante la gestión de Macri. Tampoco podemos ignorar que quebraron más de dos mil empresas y se perdieron miles de puestos de trabajo. A esa tierra arrasada nos referimos.

–¿Cómo caracterizarías la gestión cultural del macrismo?

–Lo que se hizo con el sistema de medios fue una calamidad y degradar un ministerio a secretaría implica menos fondos y a su vez el desprecio por la cultura. Pero uno de los mayores daños fue publicitar, promocionar e intentar expandir el modelo cultural de la meritocracia, del individualismo. Ellos sabían que necesitaban una matriz cultural excluyente para implementar su modelo económico. Pero también borraron a nuestros próceres de los discursos, de los medios y hasta de los billetes. Por eso el «querido rey» de Macri y su creación de que los libertadores de la patria sintieron «angustia» por pelear para nuestra independencia.

–La gestión Lombardi pareció particularmente ensañada en vaciar de personal y contenidos propios los espacios a su cargo.

–A mí me dio mucha tristeza porque destruir es fácil, pero reconstruir va a ser mucho más difícil. Cuando llegamos a la Televisión Pública en lo tecnológico todavía tenían las cámaras de la dictadura. Nosotros concretamos un cambio tecnológico total y dejamos un canal totalmente actualizando a nivel mundial. Desgraciadamente mucha de esa tecnología y capacitación hoy está ociosa y, para colmo, el coprófago de Lombardi dejó el rating en menos de 0,7. Ni hablar de Radio Nacional: se perdieron 9 de los 10 oyentes que tenía la emisora. Ver figuras de San Martín y Belgrano tiradas y rotas en los alrededores de Tecnópolis también fue muy triste. Fue un vaciamiento. Nosotros con Pakapaka habíamos logrados que muchos chicos pudieran disfrutar del talento argentino, con personajes que representaban su historia y hablaban como ellos. Ahora los chicos volvieron a hablar en neutro, las formas que tiene los canales producidos en EE. UU.

–¿La recurrencia en destruir símbolos del gobierno de Macri se puede comparar con la autodenominada Revolución Libertadora?

–Son momentos tiempos distintos. Aquel era un mundo analógico y este es un ecosistema analógico-digital. Pero sí, en el sentido de destruir símbolos, hay puntos en común claros. Sin ir más lejos, el apagón a la figura de Evita del histórico edificio del Ministerio de Obras Públicas.

–¿Qué debería hacer el futuro ministro de Cultura para modificar esta situación?

–Esperemos que asuma el futuro ministro y tome las decisiones y políticas que sean necesarias… Pero en términos generales diría que hay que dejar atrás el artificio de la meritocracia. Debemos pensar que se terminó la cultura del individualismo y del sálvese quien pueda. Hay que volver a los caminos de la solidaridad «para que reine en el pueblo el amor y la igualdad»: la marcha peronista no se equivoca nunca. Vemos la complejidad de la situación en muchos países de Latinoamérica y nosotros vamos por la paz y la cultura.

–El presidente electo Alberto Fernández habla mucho de generar políticas para cerrar la grieta. ¿Qué aporte se puede hacer en ese sentido?

–Creo que los medios públicos y la cultura van a tener un rol central en ese objetivo. Y que, obviamente, los medios privados también deberán hacer su aporte.

–¿Zamba va a volver?

–Todos me preguntan por Zamba. Zamba entró en el corazón de mucha gente. Son semillas que sembramos y siguen creciendo. A pesar de que en los últimos años algunos malos jardineros le tiraron veneno.

TIERRA ARRASADA

Dirección: Tristán Bauer. Producción: Jorge «Topo» Devoto. Guión: Omar Quiroga y Luis Brushtein. Voz en off: Darío Grandinetti. Estreno: 12 de diciembre. 

Políticas de Estado y autoestima

La idea de cultura de Tristán Bauer es amplia y objeto de su obsesión permanente. «Contiene a la música, el cine, el teatro, la televisión y mucho más –señala–. También tiene que ver con la identidad y los valores. Por ejemplo, el Arsat fue una política cultural impulsada por Néstor Kirchner. No sólo porque se trató de un satélite de telecomunicaciones. También tiene que ver con la cultura porque expresa una política de Estado relacionada con valores estratégicos y la industria nacional. Algo similar fue el avión Pulqui, impulsado por Juan Domingo Perón. No es casual que el gobierno de la Libertadora y el de Macri hayan vaciado esos proyectos. Ellos se desentienden de las políticas que generan conocimiento, desarrollo, independencia y autoestima para nuestros pueblos. Nosotros debemos tener una mirada amplia e inclusiva, y llegar con ella a todo el país».

Una ausencia notoria

En el documental El Camino de Santiago, Bauer contó con la colaboración de Florencia Kirchner. Pero por los problemas de salud que son de público conocimiento, Florencia no pudo formar parte de Tierra arrasada.

El cineasta detalla: «Quedamos muy conformes con los resultados de El camino de Santiago, por eso apostamos por trabajar con el mismo equipo. Afortunadamente todos quisieron hacerlo, pero Florencia no pudo. Lamento profundamente sus problemas de salud, que mucho tienen que ver con la persecución política que sufrió y todavía hoy sufre. Su aporte en los guiones siempre fue muy destacado, mostraba un minucioso cuidado con las palabras que funcionaba como una clara marca de estilo. Espero que pronto se recupere de manera definitiva y también quiero mandarle un agradecimiento muy grande a los médicos que la cuidan en Cuba».