Quería que lo recuerden tomando un vino y guitarreando, en su casa del barrio 8 de Abril, de la ciudad de Santiago del Estero, donde tuvo y crió a sus tres hijos, Martín, Santiago y Carolina, grandes músicos también. No quería velorio, y se cumplió su pedido por pedido expreso de su familia. Un cuadro de neumonía del cual no pudo recuperarse se lo llevó y hoy todos los amantes de la música lo lloran. Porque era, sin dudas, un referente. Para las chacareras, nadie mejor. Recibía visitas para hablar de música y repartir sabiduría, aunque en último tiempo la salud lo tenía a mal traer, sobre todo porque no podía cantar, que era su máxima fortaleza. La última aparición de don Alfredo  fue a través de Facebook donde se pueden apreciar las fotos de Yamila Cafrune, hija de Jorge, cuando lo visitaba en su casa, el pasado 12 de agosto.

Santiagueño por adopción (Ábalos nació el 21 de Abril de 1938 en San Fernando, provincia de Buenos Aires,  pero se afincó en la Madre de Ciudades varios años después, enamorado de su esposa y compañera de toda la vida, doña «Muni» Santillán), supo retratar el sentido regional como pocos. Una extensa discografía fue su legado:  «Herencia folclórica», «Silencio canta Alfredo Ábalos», «La voz de la chacarera», «Moneda que está en el alma», «Se pierde si no se da», «Cuando de cantar se trata», «Las coplas de la vida», «Con la conciencia tranquila», «Una quimera más» y «Te digo, chacarera».

Canciones en centenares: su voz, como su técnica única para el canto, le permitía adueñarse de las canciones que no eran de su autoría porque era un intérprete especial. Existe un comentario bastante común en el ambiente folclórico, que reza que «después de haber cantado él ciertas canciones, no las puede (o debe) volver a cantar nadie más». Eso generaba Ábalos. Admiración y respeto de todo aquel que lo escucho frasear la realidad de un sentir popular.

Era un percusionista verdaderamente extraordinario, y ésta fue quizá su faceta menos conocida. Sin embargo, quienes saben escuchar mejor,  y quienes tuvieron el privilegio de verlos frente al cuero, lo catalogan como uno de los mejores bombistos que dio la música popular argentina.Frente a un bombo legüero demostraba que su formación musical era completa, con ritmo, cadencia y sensibilidad.

Era además profesor de Danzas Nativas recibido en la Escuela del Profesor José Gómez Basualdo, y fue miembro fundador de la Sociedad de Folkloristas de Santiago del Estero.  Fue Jurado Pre-Cosquín 1981 y1986, por lo que le abrió la puerta a muchos. Su trayectoria, de más de 50 años con la música, fue un formador de artistas. A partir de su labor como recopilador de coplas populares dictó numerosas conferencias en universidades del país y fue premiado enmúltiples oportunidades: Emblema de Oro otorgado en el Festival de la Tradición, Añatuya, 1972; Premio al Folklorista más destacado (Escuela de Artes Aplicadas, Santiago del Estero, 1975); Premio La voz argentina en Nueva York (Nueva York, EE. UU., 1987); Mistol de Oro (Santiago del Estero, 1987) y Premio Cóndor otorgado por el Teatro Coliseo (La Plata, 1994). Tanto en 1995 como en 2015 se llevó el Premio Konex como el mejor Cantante Masculino de Folklore.