Remake del film homónimo dirigido por Martin Brest en 1979, con una diferencia fundamental: mientras aquellos eran un grupo de jubilados que deciden robar un banco antes que morirse de aburrimiento, los de la versión 2017 lo hacen para no morirse de hambre; el sistema de financiamiento de hipotecas y de pensiones jubilatorias los estafa (algo que ya parece formar parte del paisaje de Occidente todo) y deciden jugarse una última ficha.

 

Pero el film, que entra en la categoría que agrupa a los que se definen como“un canto a la vida”, por suerte es más que eso. En primer lugar son hombres algo más de acción -siempre de acuerdo a su edad, ya octogenarios- que sus pares de fines de los setenta (más del tipo intelectual y sesudo); en segundo, aquí la comedia es más crítica que aquella, que se ocupaba más de mostrar lo absurdo de todo, más acorde con las incipientes ideas posmodernas de la época.

El film no renuncia a ninguno de los lugares comunes en cuanto las objeciones respecto a que robar está mal, como tampoco lo hace a los obstáculos que se les imponen a Joe (Michael Cain), Albert (Alan Arkin) y Willie (Morgan Freeman) para concretar su operación. Pero de las objeciones se ocupa no para avalarlas, sino para ponerlas en duda, y de los obstáculos para mostrar que la llamada tercera edad de la actualidad tiene un resquicio de acción.

Todo para poner en claro su mensaje: no está bien olvidarse de los viejos una vez que concluyó su vida laboral, porque si bien ya no están en condiciones físicas de dar el servicio de antaño, sí pueden ofrecer un lugar de cariño y afecto, que incluso es más útil que la supuesta sabiduría a la que la vejez hace acreedor (algo de lo que ya se ocupan todos los sistemas tecnológicos de acopio de información).

Y ese mensaje tiene también una clara tonalidad: aclarar, especialmente en estos tiempos tan judicializados, que la ley (y su cumplimiento o no) dista de ser justicia. De hecho el grupo de señores mayores llega al éxito gracias a un target bien amplio de personas que entiende la diferencia y actúa en consecuencia.

Sin llegar a entusiasmar pero con escenas divertidas bien distribuidas a lo largo de su duración (que por un momento parece demasiada), Un golpe genial tiene esa cosa de aire fresco: apela a la inocencia más básica del espectador para proponerle revisar algunos valores que el mundo de hoy parece haber olvidado para siempre.

Un golpe con estilo (Going in Style. Estados Unidos, 2017). Dirección: Zach Braff. Guión: Theodore Melfi. Con: Morgan Freeman, Michael Caine, Alan Arkin, Joey King, Matt Dillon, Christopher Lloyd. 96 minutos.