“Me dijeron escribí lo que quieras, me puse a jugar y aparecieron cosas”, define con el didactismo de un chico Alex Piperno su ópera prima Chico ventana también quisiera tener un submarino. Y no sólo no es tautológico, sino que es sumamente preciso: Chico ventana…  es un film tan fresco como lúdico, un juego que arrancó como producto de una imaginación ensimismada, al que el trabajo continuo convirtió en un relato universal.

“Trabajo de manera bastante caótica, en el sentido de que voy juntando notas muy heterogéneas dentro de un archivo de Word -explica su particular método creativo-. Y una primera imagen de la película está cuando me vine a vivir a Buenos Aires, donde llegué en el 2006 a estudiar cine. Y cuando empecé a viajar entre Montevideo y Buenos Aires apareció la sensación de dejar la vida pasada y tener una vida nueva paralela en Buenos Aires, y que el Buquebus unía esas dos vidas. Así surgió el barco fantástico que podía unir puntos cercanos y lejanos a la vez, y hasta Filipinas, como cuando uno abre un pozo en la playa y llega a China. Esa fue una primera imagen sensación que tuve de chico, de libertad y no pertenecer a ningún lado, de poder estar yendo y viniendo de un mundo a otro.

-¿Te divirtió más escribirla o hacerla?

-¡Divertir nada! -ríe-. Me divirtió estrenarla y ahora poder charlar con el público. Fueron muchos años. Empecé a escribirla en 2010, y fueron diez años de escribirla, conseguir dinero, filmarla por etapas; fue un proceso muy largo y en un punto de mucha angustia y de todo el tiempo ir reformulando la película. Lo que más disfruto es sorprenderme al encontrar relaciones nuevas entre los materiales en cada una de las etapas, ya sea en la escritura del guión, en el rodaje cuando uno se enfrenta con lo real y empieza a tener relación con los actores, los encuadres, las composiciones; y en el montaje ni hablar. Ir descubriendo la película en cada etapa para mí es lo más gozoso del proceso. Poder darle lugar a ese imprevisto es lo que hace que la película pueda sorprenderme a mí mismo, atraparme, y creo que si la película es singular es porque pudo permitirse esos lujos que el cine Industrial por lo general no habilita. Y eso me dio la posibilidad de incorporar esos modos, que ahora los asumo como muy propios.

La historia cuenta que en un crucero que recorre las costas patagónicas, un marinero descubre un portal mágico que conduce al departamento de una mujer en Montevideo; al mismo tiempo, un grupo de campesinos de Filipinas descubren la misteriosa aparición de una cabaña de concreto.

“Para mí sin duda había que ir a filmar al otro lado del mundo, sin duda había que trabajar con no actores, sin duda había que abrirse a lo inspirado. Y podría parecer algo radical cuando presentaba el proyecto, pero cuando me ven a mí tan entusiasmado y dispuesto a llevar el proyecto adelante, eso habilita que el deseo de los otros pueda suceder. La condición de la película fue de esa manera que los otros se atrevieran a ser parte de eso”, destaca el cineasta.

-¿Y cuándo te diste cuenta de que funcionaba?

-En el Festival de Berlín, cuando la presentamos y me encontré con el público. Hasta ese momento no sabía qué película tenía, si era para cineastas, si funcionaba en festivales. Y de repente fueron siete funciones a sala llena con 800 personas, y ganamos el premio de los lectores de un diario que no pertenecían a la industria, solamente eran entusiastas. Ahí entendí que otros también veían y sentían eso que yo sentía. Y fue un gran alivio, en el sentido de que está buenísimo poder hacer películas singulares siguiendo esa intuición inicial, porque finalmente uno se encuentra con el otro siguiendo su intuición. Y lo pude constatar también en Biarritz, en India y en Montevideo. Fue una sensación encantadora.

-¿Y sentís algún temor por la segunda o ya estás escribiendo?

-Siento una profunda tranquilidad, que es algo que no me suele suceder. Porque padecí mucho el proceso de la película en la medida en que fue muy solitario, muy lleno de incertidumbre, y cuando me encontré con los espectadores entendí que esa solitude no era tal: siempre estaba acompañado por lo que vendría más adelante y entendí que cuanto más sincero, más personal sea mi vínculo con los materiales, mejor para mí y para los demás. Porque la película puede parecer un poco distante con los personajes, pudorosa, sobre todo en los encuentros entre Chico Ventana y la mujer en Montevideo porque estaba más fascinado por las formas del cine y no sabía muy bien qué hacer con las emociones. Pero ahora me siento más seguro para lanzarme allí a dónde no sé de qué soy capaz. Cuando me lancé a hacer Chico ventana… me acompañaba la certeza del lenguaje de cine que quería, y ahora ya no tengo certezas, y eso me parece que está bien. Entonces accedo a la escritura de la segunda película, que es lo que estoy haciendo, desde un lugar de mucha alegría, de muchas ganas de ver para dónde puede ir esta segunda película, a qué lugares me cuesta más ir, porque creo que estoy con un poco más de espaldas para ir a recorrer. Y eso me llena de entusiasmo.

Chico ventana también quisiera tener un submarino

Guión y dirección: Alex Piperno. Con Daniel Quiroga, Inés Bortagaray, Noli Tobol. 85 min. Desde el jueves 10 de junio por Cine.ar.play