Estructurada como un thriller, la película cuenta la historia de Malena, una médica de 38 años de clase media de Buenos Aires, que adquiere un bebé en Misiones, aunque ella supone que adopta. Lo de adquirir es literal ya que hay una mujer allí que lo tiene por ella, y Mariana, siendo médica, cree eso de que una mujer de provincia lo tiene nueve meses en su panza para dárselo a una mujer, económica y culturalmente, mejor preparada que ella, es algo totalmente normal. El espectador entiende ya a la llegada de Mariana al hospital (aunque Mariana no lo entienda), que no se trata de alquiler de vientre ni nada por el estilo, sino de una red clandestina de procreación -por darle un nombre- que se dedica a vender bebés a mujeres del país y del exterior.

Que la red es novedad para muy pocos en Argentina es un verosímil que la película desecha, y en buena medida de ahí sus dificultades para sostener el relato. A lo que Mariana accede es una especie de organización facilitadora (palabra tan en voga en estos tiempos), como para que aquellas mujeres o parejas que por diversos motivos no pueden tener hijos ni tampoco pueden acceder a métodos de fertilización o dispuestas a adoptar bajo las normas convencionales del régimen argentino, se conviertan en madres por la vía rápida de la compra/adopción ilegal.

 

El film se centra en las desventuras emocionales de Mariana. De su culpa por lo que hace, de su culpa por no hacerlo (el bebé ya vio la luz y dejarlo con la madre biológica implica condicionar altamente su futuro desarrollo social), sus remordimientos por sentirse y creerse buena pero sentir que está haciendo algo malo; su repulsa a todos los participantes de la red de la que no se considera partícipe necesaria. Algo de lo que Mariana nunca cae en la cuenta (incluido el final con su tono redentor). No estaría del todo mal si sólo se mantuviera el punto de vista, pero eso no es lo que sucede.

El film sufre en términos narrativos esos vaivenes emocionales. Se pone a mostrar “aristas” (confundiendo negación con inocencia) y cree que en eso toma posición: una que condena la red y salva a Mariana. Es el problema de su visión porteñocéntrica. Así todos sufren según los ojos de Buenos Aires, son juzgados según su mirada, son redimidos según su preconcepto de qué es el bien y qué la necesidad. Poco de la realidad ajena. Y no porque no le preocupe. Si no porque la mirada porteñocéntrica (como alguna vez lo fue la eurocéntrica respecto a los pueblos de los territorios que iba conquistando) cree que tiene para esa realidad ajena una solución -y un juicio sobre ella- mejor que quienes la padecen pueden llegar a pergeñar.

Una especie de familia (Argentina, 2017). Con: Bárbara Lennie, Daniel Aráoz, Claudio Tolcachir. Dirección y guión: Diego Lerman. 95 minutos. Apta mayores de 13 años con reservas