Un hombre misterioso se sienta todos los días en la misma mesa del mismo restaurante y recibe a los más diversos personajes, quienes le piden que haga realidad sus deseos más ambiciosos. Él, a cambio, les solicita tareas peculiares para ver hasta dónde están dispuestos a llegar para obtener lo que quieren. Esa es la trama central  de Los oportunistas, film del italiano Paolo Genovese, director de la exitosa Perfectos desconocidos. La película se estrenará este jueves y resultó la excusa perfecta para que Genovese visite Buenos Aires.

«Es un film sobre la moral, pero no moralista. Quería hacerle al público una pregunta que lo haga pensar: ¿hasta dónde llegaría para tener lo que cree que quiere? Me gustaba eso de  buscar la parte oscura de los deseos. Esta es una película metafórica, una historia donde todo es algo simbólico para  hacer pensar. Fue un gran trabajo. No se trata de un film pensado para que sea popular: es para los que les gusta el cine», cuenta el director romano que comenzó a trabajar en publicidad hace más de 20 años, pasó a la televisión y luego desembarcó en la pantalla grande. «Siempre me gustó el relato audiovisual, en cualquiera de sus formatos», destaca Genovese en diálogo con Tiempo.

Los oportunistas está basada en una serie web llamada The Booth at the End (2011), lo cual fue un desafío para el director. «Fue estimulante en el aspecto formal del trabajo adaptar para la pantalla grande capítulos de 20 minutos, cortos y siempre con finales abiertos. Ajusté diálogos, descarté personajes, agregué algunos y creé finales para cada personaje, algo que no tenía la serie. Adaptar algo pequeño que no se vio mucho me gusta más que hacer una remake. Un director piensa cada detalle: la copia no es lo mismo. No me gustan. Pero bueno, no me puedo quejar, reconozco que hay un espíritu de homenaje en las remakes», afirma Genovese.

Perfectos desconocidos (2016), su décimo largometraje, ganó el premio del Festival de Cine de Tribeca en Nueva York al Mejor Guión ese año y todo cambió. La película tuvo un éxito mundial, se vio en 60 países  y tuvo más de diez  versiones, la más conocida es la de Alex de la Iglesia, pero se hizo en Turquía, Grecia, Hungría, Rusia, Israel, China, entre otras, y recientemente fue adaptada para la obra de teatro que lleva el mismo nombre en la Argentina, dirigida por Guillermo Franchella.

Frente a este éxito, Genovese sólo se relajó. Sobre todo lo vivió, más allá de algo bueno para la industria del cine de su país, como una oportunidad profesional para ampliar su rango creativo. «El éxito te da la oportunidad de probar. La gente te da su confianza cuando elige tu película. Uno le puede decir que le quiere mostrar otra cosa, además de lo que le gustó de uno. Me alejé de lo realista, de lo central del celular de hoy en día y una cena de amigos, para contar algo distinto. No era fácil y es algo más pequeño, pero de otra profundidad», dice el italiano.

Genovese  tuvo la tentación de armar una película más convencional, con escenas más explicativas, pero  fue riguroso con su idea primigenia: lo importante era hacer pensar al espectador. «Me iluminó la frase de Dostoievski ‘No hay nada mejor que ver en el rostro de un hombre la lucha entre el bien  y el mal'», concluye. «