Guillermo “Walas” Cidade es cantante y líder de Massacre, la banda que fundó a fines de los ’80 y que trajo el skate-punk a la escena rockera local. Como ícono telúrico de las tablas, con su colección particular de material rodante creó el Museo del Skate, y sus andanzas en patineta y su participación decisiva en la movida del punk porteño se plasmaron en un libro: Walas skate punk, un lunático sobre ruedas. Es melómano, coleccionista de vinilos y muñecos vintage, estudioso de los fenómenos paranormales y discretamente conspiranoico. Psicoanalizado desde pequeño, no solo asume su panza sino que la reivindica: se autoproclama “gorda y confundida” y su marca fashion registrada es lucir una amplia variedad de calzas para tocar.   

¿Cómo viene este verano: más de relax o de rock?

—Iba a ser de relax pero aparecieron (¡por suerte!) un montón de cosas. Vamos a tocar en campeonatos, demostraciones, inauguraciones de surf y skate, después en el Quilmes Rock y estamos recontentos de que nos vamos al Vive Latino, en México.

—¿Algún fetiche musical para esta época del año?

—Poner “Tubthumper” de Chumbawamba, un disco noventoso que siempre suena y me acompaña en el solsticio, en la transición.

—¿Y otro que no tenga nada que ver con la música?

—Si durante el año tomamos cerveza fría, ahora pasamos a la sidra fría. Desde chicos, siempre fue así. Durante años con Poca Vida (NdeR: músico referente del punk rock local) tomábamos cerveza y para esta época, ya era una sidrita.

—En la era de la meritocracia y la aversión a estar lejos de los dispositivos, ¿descansar quedó demodé?

—Para mí es un placer dejar el teléfono celular lejos mío, es más, es un placer pasar todo un día sin el teléfono…

—¿Pero te sale?, ¿de verdad podés?

—Y, sí… Cuando tengo que ir a un determinado lugar pienso: ¿hace falta que me lleve el teléfono? Y si no hace falta, lo dejo cargando y paso un par de horas desconectado.

—¿Y nunca sufriste represalias por eso?

–Bueno, sí, me han puteado.

—¿Quiénes?

—¡Las personas de las que soy codependiente!

—Hiperconexión, nueva normalidad, ¿en qué cambiaron las vacaciones?

—Cambiaron en que la clase media perdió algo tan amado como irse a Miami, y hay que acomodarse a otras cosas, como dejar las marcas de afuera por las de industria nacional.

—¿La familia medio pelo argentina reivindicará la pelota-paleta?

—¡Ojalá! Y vuelve la gastronomía nacional. No hay cuadra de Buenos Aires sin una guirnalda de bombitas adornando una pizzería, hamburguesería o cervecería.

¿Ojota mata rockstar?

—Sí, efectivamente. Hay que usar borcegos o zapatilla de skate, donde sea.

—¿Te tocó un Villa Gesell con malla y borceguíes en tu alocada juventud?

—¡Siempre! Malla y borcegos, malla y bota de motociclista y hasta pollera o calza de mujer y zapatillas. ¡Pero ojota nunca!

—Para El Mamut escribiste el tema “La epidemia”, después vino la Gripe A y en 2020, el Covid. En el mismo disco está “Vienen zombies”. ¿Nos tenemos que preparar para el regreso de los muertos vivos?

—Ya no hay diferencias entre los vivos y los muertos, a la gente que falleció y la queremos cerca, con la tecnología los podemos traer, como en el recital de Soda del otro día, que apareció Cerati. Más aún: ¿viste cómo en Futurama, que se conservan las cabezas de los personajes notables? Conforme pasen los años, vamos a aprender a manejar también la interdimensionalidad, como una especie de espiritismo. No van a ser zombies, no va a haber vallas ni límites entre los muertos y los vivos.

—¿Pero si la Wija te convocara volverías o te harías el que no escuchaste el timbre?

—¡Ni en pedo! ¿Más de esto? ¡Que vuelvan los otros a laburar, yo me quedo surfeando en las nubes!

—Ya que estamos en tema: también te contagiaste Covid y la pasaste mal. ¿Cómo estás ahora? ¿Fue solo una experiencia desagradable o te dejó alguna enseñanza, como suelen decir? 

—Fue horrible. Y la enseñanza que nos deja definitivamente esta pandemia y esta enfermedad es una mirada interna. Al haber estado aislados, en confinamiento, no hubo más remedio que mirar para adentro. Encontrarnos con la conciencia que se manifiesta en el espejo y en la almohada.

Hablando de remedios: ¿uno bueno, barato y que pueda conservarse a más de 30 grados? 

—La música, por supuesto, pero no en vinilo, porque con 30 grados se derrite.

—María Becerra casi no pisó un escenario y tiene canciones con 400 millones de escuchas solo en Spotify. ¿Es rock? ¿Es música? ¿Es la Matrix y no tomamos la pastilla roja?

—Es parte de la Nueva Humanidad. No nos olvidemos que como civilización siempre tuvimos modelos a seguir: en los ’60 eran John Lennon y Bob Dylan, algunos que incomodaban o eran piedras en el zapato, y ahora será María Becerra. Así es cómo el poder formatea a la humanidad. Siempre hay un deportista, un actor o un notable de la cultura.

—¿Massacre vendría a ser… ?

—¡Massacre es la banda que va a resucitar el rock en todo el mundo!

—El muñeco que llevan siempre al escenario, ¿es un amigo, un hermanito o un corista antes del autotune?

—¡Es un acompañante!

¿Terapéutico?

—No, un acompañante inanimado. Aunque “inanimado” quiere decir “sin alma”, y en este caso, son muñecos que han sido estudiados por chamanes y videntes que dicen que algunos tienen alma y están embrujados.

—¿Cómo Chuky?

—No, no, manejan energías para el lado bueno.

Massacre se presentará el 20 de marzo la 22a edición del Festival Vive Latino, en México.