En diciembre de 2019, Bernarda Llorente asumió un desafío enorme: reconstruir la arrasada agencia de noticias estatal, Télam. Se convirtió así en la primera presidenta mujer de una agencia de comunicación del Estado. No sólo en la Argentina, sino en el mundo.  Recién hace unas semanas la agencia EFE tiene también su primera presidenta.

Llegó al cargo luego del desguace económico del gobierno de Macri, de la devastación simbólica del macrismo contra la agencia y ataque de Hernán Lombardi a la subjetividad de sus trabajadores. Bernarda sabía que no iba a ser fácil, sin embargo, aceptó el cargo y hoy Télam, además de normalizar de a poco sus tareas, y de recuperar espacios clave (como la radio), tiene por primera vez un directorio de mujeres: una presidenta, una gerenta periodística y una gerenta general. Además, hace diez días nombraron a una editora de género, también por primera vez.

–¿Qué significa la llegada de las mujeres a las conducciones de los medios públicos?

–Es el éxito de una representación colectiva. En las cifras, cuando vas a la administración pública, hay una paridad absoluta. Sin embargo, como pasa también en los ámbitos privados, a medida que se va jerarquizando el trabajo y te vas acercando a los niveles más altos esto se reduce. Pero creo que ya hay una conciencia enorme a través del movimiento de mujeres que se masificó en muchas de sus reivindicaciones. Las mujeres somos el 51% de la población y somos una población absolutamente subrepresentada en los ejercicios del poder y en los lugares protagónicos.

–Y en un medio de comunicación público tiene una importancia relevante.

–Lo más interesante de todo el ecosistema público es la diversidad y la pluralidad. Los medios públicos y los medios en general deben tener no sólo una mirada sino una representación en serio de lo que pasa con la ciudadanía. El grado de evolución social de un país tiene que ver con cuánto representa a la ciudadanía y a sus reivindicaciones y que haya tantas mujeres hoy en el ecosistema de los medios públicos es un reflejo de eso.

–Era una deuda con las mujeres.

–Sí. Es responder a una demanda obvia y el desafío es que no quede ahí. Es importante plantearse el problema de la equidad porque una sociedad no puede ser ni equitativa ni justa si las mujeres no tienen el rol ni la paridad que se merecen. Ocupar determinados cargos debería demostrar que las mujeres tenemos una mirada distinta y podemos construir desde ahí porque estamos hablando de una capacidad de transformación que debe tener el Estado como tal.

–¿Esta representatividad está dentro de periodismo?

–Las mujeres tenemos un lugar muy importante en el mercado laboral pero siempre son los lugares menos relevantes y en condiciones menos favorables. Algo que parece una obviedad de igual trabajo por igual salario no se cumple nunca en ningún lugar del mundo. Además, las cargas domésticas, la economía del cuidado, nos pone en desventaja en lo económico. Tratado de una mirada distinta de que lo público en realidad es privado podemos empezar a entender que los procesos no son individuales. Las mujeres no llegan sólo por su capacidad o por condiciones personales, sino que los procesos colectivos son capaces de empujar mucho más allá de las voluntades individuales.

–¿Cómo viviste este proceso de lucha de las mujeres que empieza a tener todos estos resultados?

–Lo interesante del movimiento de mujeres es su horizontalidad. Eso hace una construcción colectiva y política distinta, no es una construcción jerárquica, es de pares. Y eso cambia la mirada y la forma de relacionarse porque es cambiar la subordinación por la solidaridad. Es un movimiento rompió con muchos patrones y desafió el orden establecido. El feminismo en sí mismo es rupturista, con relaciones de poder y con relaciones económicas que lo sostienen porque el machismo es funcional a un determinado sistema y a determinadas relaciones de producción y de poder de una sociedad. El feminismo está construyendo a futuro. «