Cuando la violencia de género no puede contra la ternura

Por: Maby Sosa

En este mundo loco, en esta noche brillante, es la obra de teatro escrita por Silvia Gómez, aborda la violencia de género desde un lugar profundo y cotidiano. "La obra se funda en el horror, pero estamos vivas y nos tenemos", dice su directora, Nayla Posse.

Humor, dolor, poesía, sacudón. Las cuatro palabras podrían definir la obra En este mundo loco, en esta noche brillante, que dirige Nayla Posse sobre el texto de la dramaturga brasileña Silvia Gómez.

La sinopsis de la obra cuenta que mientras los aviones despegan y aterrizan en diversas partes del mundo, la rutina de la vigilante del KM 23 se ve alterada por la presencia de una chica delirante que yace en la pista después de haber sido agredida sexualmente en una noche estrellada.

Con las actuaciones de Daniela Flombaum, Carolina Saade, la obra aborda la violencia física y sexual hacia las mujeres desde una perspectiva que resulta amorosa y cotidiana. El contexto de inminente peligro configura una intensidad teñida por guiños de humor y una profundidad que conmueve.

“La obra habla de la violencia hacia las mujeres, pero también de la resiliencia, de la empatía, del cuidado, de la amistad. Todo el contenido que se desprende de estos temas me parece vital, pero lo que más me interesó fue como estaban abordados. No había lugar a ningún espacio de revictimización ni de golpe bajo. Esa postura del material me permitió habilitar, muy pronto, cierta libertad emocional para ver qué nos pasaba en los ensayos con el tema. En la obra misma parece latir la pregunta: ¿cómo vamos a hablar de esto?”, explica a Tiempo Argentino, su directora Nayla Posse.

Nayla Posse es la directora de En este mundo en esta noche brillante.
Foto: Rocio Bertínat
Foto: Rocio Bertínat

¿Cómo hablar de las violencias contra las mujeres?

Cuenta que cuando leyó la obra le resultó conmovedora. “Fue una sensación contundente, que abarcó desde lo intelectual hasta la visceral”, agrega.

-¿Qué te atrajo de este texto para llevarlo a escena?

A mí me tocaba ver cómo abordar el tema con los lenguajes de la escena. ¿Como vamos a hablar de esto sin que sea de una pesadez insoportable? ¿Qué aspectos éticos, afectivos, poéticos vamos a convocar para que esta obra no sea un yunque, pero, a su vez, trate el tema con respeto? Pero Silvia Gómez, no sólo es una intelectual, también es una poeta.

Así que, en sus textos, dejó abierta la puerta para que pudiera entrar esa humanidad tan necesaria para el abordaje del material. Eso me permitió enfocarme, antes que nada, en la actuación. Es una obra muy potente para actuar, compleja, con mucho para exprimir. Además, el texto tiene un registro muy clásico, en donde se cuenta una historia. Y tiene otro registro que parece interpelar a la propia ficción, un registro más cercano a lo que llamamos realidad.

Este diálogo no persigue quebrar el universo ficcional sino cargarlo de otras texturas. Eso me interesó mucho. Y también la invitación a trabajar un universo sonoro y musical. Sebastián Schachtel, el compositor, creó una dramaturgia sonora que es una especie de andamio en el que se levanta y expande la sensibilidad de la pieza. La música logra decir mucho de lo que las palabras no dicen.

Carolina Saade y Daniela Flombaum son las actrices de En este mundo loco en esta noche brillante.
Foto: Malu Campello
Foto: Malu Campello

¿Qué desafíos tuviste a la hora de ponerlo en escena?

-Lo más complejo fue el comienzo. La obra comienza con un abuso sexual. Fue la escena más difícil de montar, porque la decisión que tomara iba a fundar algo muy importante en la obra. Es la escena que más veces pasamos y con la que más pruebas hicimos, seguimos tocando cosas hasta el último ensayo. Realmente fue un desafío. Probamos de todo e íbamos testeando entre nosotrxs la temperatura que eso generaba.

Otro de los grandes desafíos fue el tiempo. Una vez que el equipo estuvo completo, lograr que el material madure a tiempo fue un reto. El equipo respondió de maravilla, nos tiramos de cabeza desde el primer ensayo. Tenía una idea clara de poner en primer plano la actuación y de trabajar en una zona de honestidad radical, pero había que estar bien alerta para no perdernos de lo que el presente nos iba arrojando, de ver cuanto funcionaban las pruebas.

-¿Qué te interesaba mostrar del encuentro entre estas dos mujeres?

-Todo lo que fuera posible. Me interesa hacer foco en la sensibilidad como una forma de fortaleza, en la capacidad empática que habita en lo femenino, en la resiliencia, en las prácticas de cuidado, en la infinita creatividad que recorre los vínculos, en la complicidad y también en las contradicciones. Me interesa la relación con lo afectivo, con los procesos y me interesa, en general, la pregunta por él “como”.

Siento que esa pregunta nos lleva a una revisión constante, que nos mantiene despiertxs, fuera de las identidades normativas. Entonces, de este encuentro me interesaba enaltecer toda la fuerza vital que se hace presente en lo vincular. Creo que en esa vitalidad hay una resistencia genuina al capitalismo, porque justamente lo creado, en este caso, no se puede apresar.

La violencia es producto del sistema, es la segregación más nefasta del capitalismo y el patriarcado. La empatía, la ternura es todo lo que el sistema no puede apresar, es lo que se fuga y por tanto es, de alguna manera, lo que lo resiste.

Construir poesía en escenas

-La obra tiene una mirada y una construcción poética muy profunda, ¿cuál fue el trabajo que debieron realizar para lograrlo?

– El primer trabajo fue escuchar lo que la obra tenía para decirnos Y, después, estar al acecho de todo lo vivo que pudiéramos producir. Me interesaba radicalizar la sensación de honestidad que me provocó la obra. En este lineamiento se trabajó la puesta, en la relación con la verdad con no aparentar, con no fingir. En el teatro todo se resignifica (un intérprete actúa un papel, el escenario es otro espacio, las luces son artificiales), se pone a prueba el principio de identidad. Para mí, pocas cosas son tan reales como las que pueden pasar en un escenario. El teatro produce en sí mismo un efecto de verdad singular. Lo que Alain Badiou llama: una verdad-teatro, que no existe en ningún otro lugar que no sea en el escenario.

Quería trabajar esa verdad lo más desnuda que pudiera. Siento que esa verdad nos acerca para tratar este tema, nos permite auscultarlo, diseccionarlo, intervenirlo juntxs. Es una convención que nos contiene de una manera que considero cercana, necesaria para abordar el tema.

-¿Cómo impacta en el público la temática y el abordaje en esta obra?

-Los comentarios que me llegan son muy amorosos, alentadores y emocionantes. El tema llega por la crudeza y es demoledor, pero también la gente se ríe, a veces con timidez, porque les da vergüenza… ¡Si supieran todo lo que trabajamos para intentar que se rían! Nos hace bien que se rían, nos ayuda a exorcizar lo doloroso del tema y no por eso le sacamos importancia.

La obra en toda su crudeza tiene algo luminoso, que las actrices captaron muy bien. Ellas recorren un abanico de emociones extraordinarias. Algo que celebro enormemente es que mucha gente me viene diciendo que se queda “arriba”, como encendida, con ganas de gritar, de bailar o de cantar a coro la canción final.

La obra se funda en el horror, pero estamos vivas y nos tenemos, Me parece importante gritar por nosotras y por todas las que no están, y en ese grito hay complicidad, hay apoyo, hay equipo. A veces, la gente se pone a hacer palmas en el último tema, y eso a mí me emociona mucho. Siento algo así como de ritual, de comunidad, como si juntxs pudiéramos dejar afuera la crueldad del mundo.

En este mundo loco en esta noche brillante se presenta todos los domingos de mayo y de junio a las 20 en el teatro Dumont 4040, Santos Dumont 4040

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