La última vez que Noelia Quiroga habló con Paula fue el sábado por la noche. Estaba contenta porque había conseguido que la mamá de Micaela García intervenga con un amicus curiae en una causa de una nena violada que Paula estaba acompañando.

Noelia y Paula se habían conocido en abril de 2017, meses después de que sufrió la violación. Fue dos días después de que encontraran muerta a Araceli Fulles. Noelia lo recuerda perfectamente porque la llamó ese día y Paula estaba con una crisis de nervios, se sentía identificada con Araceli.

Esa tarde no la atendió, pero acudió a ella dos días después cuando sus agresores le estaban baleando la casa. Fue uno de los tantos hostigamientos que sufrió la joven después de haber denunciado la violación grupal de la que fue víctima. “Desde ahí ella nunca más tuvo vida, ni ella ni la madre ni su tío, ni su padrastro. No podían salir ni a trabajar, les tiroteaban la casa donde estaban jugando los chicos”, asegura.

Paula, cuenta Noelia, “tenía una vida de lo más normal. Trabajaba en la concesionaria Auto Sur y se dedicaba a cuidar sus hijos”.

Fue entonces cuando reapareció en su vida Mariana Brizuela pidiéndole que la ayudara a conseguir trabajo. Brizuela era la sobrina de una vecina que la cuidaba cuando eran niñas. Además de perdirle trabajo, la joven la invitó a su cumpleaños en forma insistente.

“Paula no quería ir. Tenía los dos nenes chiquitos, estaba en otra. Y esta chica, a quien nunca llamaron a declarar, le insistió en tres ocasiones, hasta que decidió ir”.

Recuerda Noelia que Paula escuchó decir a la cumpleañera apenas entró a la casa “Acá la traje, no me rompan más las bolas”.

En ese cumpleaños, el primo de Brizuela, Guillermo Chávez, le convida un Dr. Lemon, luego de beberlo es cuando Paula se sintió completamente mareada y descompensada. Uno de los hombres, Diego Domínguez, ofreció acompañarla a su casa, pero cuando salió la metió en una camioneta y la llevaron a cinco cuadras de la casa. Ella, confundida por la situación se aferró al brazo de Domínguez y le dijo, “yo estoy con vos”. Pero Domínguez le respondió, “no, nena, ya estás acá”.

Ahí la llevaron a una habitación y comenzaron a pasar de a uno o de a dos. Todo lo que vivió allí, Paula le contó de a poco a Noelia. “Cuando ella necesitaba hablar, yo estaba”, cuenta la joven. Todo lo que sucedió aquella noche estuvo filmado, pero los celulares de los agresores jamás fueron peritados ni se hicieron allanamientos.

Un largo camino hacia Justicia

Al otro día de la violación, Paula acudió a la comisaría de Varela a poner la denuncia Noelia fue una de las compañeras más cercana de Paula. Ella fue quien la acompañó a hacer las denuncias y a pedir el avance en la causa.

Setenta y dos horas después del ataque sexual, Paula fue denunció a sus agresores, pero nunca se siguió el protocolo para estos casos. “No se le hizo el hisopado, no se le dio la pastilla del día después y si encontraron ADN fue porque quedó en la ropa. La hicieron declarar millones de veces por si se equivocaba”, cuenta Noelia.

Después de haber denunciado, uno de los fiscales de la causa le preguntó si ella participaba de orgías y, según Noelia, también le cuestionaron porqué ella era mamá a esa edad y hasta le preguntaron si sus hijos eran los tres del mismo papá.

Ella estuvo cerca en cada hostigamiento que sufrió Paula. “La golpeaban las mujeres familiares de los violadores, uno cuyo balcón da a su casa, se masturbaba cuando la veía, era invivible. Y el Estado nos decía que se tenían que ir ahí”.

En varias entrevistas, Paula cuenta cómo en el momento de ser revisada también fue tratada con violencia y de esa revisación quedó tan dolorida como de la violación grupal.

“Fuimos al Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) actual Ministerio de las Mujeres hasta procuración para hacer la denuncia en asuntos internos, porque había un video porque a ella la filmaron durante la agresión y ese video desapareció en forma misteriosa, luego de haber estado inclusive en canales porno”, relata Noelia. “La ropa también había desaparecido hasta que comenzamos a ir a hacer lío delante de la comisaría y del juzgado, hasta que llegó la nueva fiscal y pidió la detención”.

Noelia recuerda que Paula insistía en que estas situaciones tenían que ver con un “ablande” para llevar a las chicas a redes de trata. “Ella habló con otras víctimas que no denunciaron jamás por miedo, dos de ellas tienen hijos y están bajo amenaza. Paula nunca dio sus nombres, ni siquiera a sus padres les dijo quiénes eran”.

La solidaridad

Cuando se enteraba de algún caso de violación, Paula acudía a ayudar, a acompañarlas y a pedir justicia por esas nenas.

“Después volvía a casa y se desplomaba. Quieren decir que Paula estaba loca, pero en realidad, la destruyeron. Paula tenía una vida normal, pero fue muriendo poquito a poco”.

Paula nunca tuvo asistencia psicológica. En uno de sus intentos de suicidios, la internaron en el psiquiátrico de Melchor Romero y la familia tuvo que presionaran para que la dejaran salir. “Ahora Paula ya no está, la hicieron pelota a ellas, a los chicos, a su mamá, a todos. Nada puede reparar esto”.

La violación sumada al hostigamiento permanente, dejó a Paula en un estado emocional delicado. “Por favor no me pidas sigas viva, no hay justicia ya”, le decía a Noelia en sus momentos de desesperación.

Sin embargo, Paula ayudó a que muchas mujeres, muchas chicas hablaran de sus abusos. Pero cada caso, le generaba a ella una furia gigante porque la Justicia se movía siempre con total lentitud.

Paula encabezando una marcha para pedir justicia por una nena abusada.

“La fuerza de Paula”

El sueño de Paula y Noelia era armar una ONG. “Queríamos poner una ONG que se iba a llamar La Fuerza de Paula, eso la tenía entusiasmada”, cuenta Noelia con voz entrecortada. “Soñaba que las chicas vayan a trabajar ahí para dignificarlas un poco ‘nosotras nos vamos a entender más que nadie’, decía”.

Noelia recuerda que la primera vez que fueron al INAM, Paula tenía 18 años. Se sentó y escuchó una a una las preguntas de las profesionales. “Paula les preguntó a cuantas de ellas las habían violado, porque entonces no podían entenderla. El Estado tiene que manejar cierto grado de empatía, no entiende que una violación no puede tener 15 años como condena, porque a una víctima le arruinás la vida para siempre”, afirma Noelia. “Tampoco pueden tardar tantos años para llevarlos a juicio, por ahí cuando los llevás a juicios, ya salen, acá hay que cambiar un Código Penal”.

“Es la primera vez que yo hablo en las notas, no me gusta jugar con el dolor, no me beneficia en nada, salgo a hablar por haber perdido a una amiga. Porque siento que le falle, que no la pude salvar”, finaliza Noelia.