El sistema universitario público argentino es, sin dudas, uno de los principales orgullos de la Argentina. No sólo porque en la actualidad garantiza el derecho a la educación superior gratuita a más de dos millones de estudiantes en las 24 jurisdicciones del país, sino también porque encarna uno de los consensos sociales y políticos de mayor trascendencia de nuestra historia. Sin embargo, esto no significa que su actual configuración haya estado exenta de pujas, conflictos y sus posteriores conquistas. Si tuviéramos que realizar un repaso por los momentos más significativos en la construcción del sistema universitario público nacional, sería preciso tener presentes tres momentos que marcaron un antes y un después en su historia.

Primero, la Reforma Universitaria de 1918. Una movilización de jóvenes estudiantes que comenzó en la Universidad Nacional de Córdoba y se expandió al resto de América Latina. Este movimiento bregó por democratizar la universidad, promoviendo una mayor participación estudiantil y la libertad de cátedra. Fomentó, además, una mayor vinculación de las casas de altos estudios con los problemas argentinos y latinoamericanos.

La segunda transformación que dejó una huella indeleble y que distingue aún hoy al sistema universitario público argentino del que existe en el resto del mundo tiene que ver con la creación de la Universidad Obrera Nacional, la instauración de la gratuidad y el ingreso irrestricto. El desarancelamiento se plasmó el 22 de noviembre de 1949 a través del decreto N° 29.337 firmado por el general Juan Domingo Perón. Su promulgación significó anular los importes que debían abonar los estudiantes de la universidad y convertir a esta última en lo que hoy conocemos como gratuita. Además, en su artículo 2 la normativa señalaba que el Ministerio de Hacienda debía arbitrar los medios  correspondientes para hacer frente al financiamiento de la suma que el Estado dejaba de recaudar. Cuatro años más tarde, en 1953, el peronismo impulsó una nueva medida que revolucionó el sistema universitario: la supresión de exámenes de ingreso, que permitió a una gran cantidad de trabajadores y jóvenes que provenían de sectores sociales postergados incorporarse a la universidad. Los datos así lo reflejan. Entre 1945 y 1955 el número de estudiantes universitarios se triplicó, ya que pasó de 40.000 a 138.000 estudiantes, lo cual produjo una transformación enorme no sólo en sus vidas y en las de sus familias, sino también en el propio sistema universitario, que fue atravesado por la perspectiva filosófica, cultural, política y social de los trabajadores argentinos, algo que perdura hasta hoy.

Como puede observarse, en el primer caso se trató de una renovación que tuvo su origen en el propio seno del sistema universitario; es decir, desde la universidad se planteó reformar la universidad. En cambio, el segundo momento fue impulsado desde las más altas esferas de la política, que  transformaron al sistema universitario desde afuera.

Años más tarde, la “Noche de los Bastones Largos”–ocurrida el 29 de julio de 1966– sintetizó lo que fue un período marcado por la censura, el desfinanciamiento, la persecución, la llamada “fuga de cerebros” y la pérdida de derechos para estudiantes, docentes y no docentes. En la década de 1970 la universidad tomó conciencia de que era viable enmarcada en un proyecto nacional de igualdad y de vinculación profunda con el pueblo y sus necesidades. Con la recuperación democrática, la Argentina reinstauró el ingreso irrestricto, normalizó la vida universitaria y creó nuevas universidades.

El tercer momento (2003-2015) se caracterizó por financiar como nunca antes el sistema universitario, repatriar investigadores, promover un fuerte impulso a las becas para carreras estratégicas y crear nuevas universidades que garantizaran el derecho a la educación superior en todas las provincias de nuestro país: se crearon, así, diecisiete nuevas universidades nacionales. De esta forma, si miramos en retrospectiva, veremos que la mitad de las universidades públicas que existen en la actualidad fueron creadas desde 1983 en adelante.

Somos hijos de estas decisiones. La Universidad Nacional de Hurlingham es hija de esas decisiones: de la universidad democrática, autogobernada, desarancelada, latinoamericanista, con libertad de cátedra, reflexiva respecto de susprácticas y de su razón de ser. Somos hijos de la posibilidad de que los trabajadores y los más humildes lleguen a la universidad. Hijos, al fin, de decisiones políticas profundas, como la de crear una Universidad Nacional en el partido de Hurlingham.

Nuestra editorial, Libros de Unahur, presenta el libro Reflexiones a 70 años de la gratuidad universitaria. Políticas públicas y universidad, que intenta problematizar en términos históricos, políticos, culturales, sociales y académicos estas decisiones que nos marcan, nos caracterizan y nos plantean derechos a la vez que nos asignan responsabilidades.