Una familia en busca de una nueva vivienda en la Ciudad de Buenos Aires dio con un terreno en la dirección Luis Viale 1269. Vio el aviso en la web de una inmobiliaria y se acercó para ver cómo era la cuadra. Las paredes les contaron que no era cualquier lugar: que allí había funcionado un taller clandestino cuyo incendio había provocado la muerte de dos adultos y cuatro niños. La inmobiliaria no quiso dar información sobre los dueños: también fueron protegidos por la Justicia, que los sobreseyó hace dos años pese a las evidentes vinculaciones con los talleristas, condenados a 13 años de prisión por reducción a la servidumbre. A 15 años del incendio fatal, organizaciones migrantes reclaman que el lugar sea expropiado y convertido en espacio de memoria.

Aquel 30 de marzo de 2006, en el taller de Luis Viale –en Caballito- vivían 65 personas. Más de la mitad eran menores de edad. El incendio mató a Juana Vilca (de 25 años), Wilfredo Quispe Mendoza (15), Elías Carbajal Quispe (10), Luis Quispe (4), Rodrigo Quispe Carvajal (4) y Harry Rodríguez (3).

“En mayo de 2019 los dueños de las marcas para las cuales trabajaba el taller fueron sobreseídos por el Juzgado Criminal y Correccional 27, de Alberto Baños. La fiscal era Betina Votta: hizo un trabajo espantoso. Se les devolvió el inmueble a los dueños y ahora se está pidiendo desde muchos movimientos de migrantes –que encabezan este martes, de 12 a 20, un festival frente al taller- la expropiación y que quede como patrimonio donde se pueda hacer un museo sobre la explotación a trabajadores migrantes en Argentina”, contó a Tiempo Jerónimo Montero Bressán, miembro de la Campaña Justicia Por las Víctimas del Taller Textil de Viale e investigador del Conicet en la Unsam. “La fábrica estaba a la vuelta y la propiedad era de esos dueños, que le alquilaban a los talleristas y les habían adelantado plata para las máquinas. La vinculación era absolutamente directa y el sobreseimiento es inexplicable”, cuestionó. Agregó que “ni siquiera se apeló porque la familia querellante no quiso. Está viviendo en Bolivia y quería dar vuelta la página. Ellos perdieron a su hijo de tres años, Harry. El juicio fue muy doloroso para ellos: la mamá declaró dos horas llorando. Hasta la jueza lloraba”.


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(Foto: Gentileza Luis Szeferblum)


El caso del taller de Luis Viale forma parte de ¿Quién hace tu ropa?, el primer libro sobre industria de la indumentaria en Argentina, coordinado por Andrés Matta y Montero Bressán y presentado esta semana. El capítulo de Ayelén Arcos cuenta cómo se vivía en ese taller: muestra los arreglos que tenía cada trabajador con el tallerista, que todos provenían del mismo pueblo de Cohana, en Bolivia, a 70 kilómetros de La Paz, por lo que había relaciones de parentesco entre el tallerista y algunos de los trabajadores explotados. “Esas relaciones explican en parte que no haya habido organización pese a que ninguno había cobrado lo que correspondía ni lo que se había arreglado con el patrón en cinco meses”, explicó Montero Bressán. Y advirtió: “Estamos en una situación en la que podríamos estar a las puertas de un nuevo Viale. Hay mucha producción local porque es muy difícil traer de afuera. Si bien el consumo está restringido por la pandemia, todo lo que se está vendiendo se está produciendo acá. Pero el empleo formal no está creciendo. Pasó también en 2002-2003, cuando la industria fue la primera en recuperarse pero el empleo en blanco fue más lento. La recuperación se dio sobre la base de talleres clandestinos y está pasando de vuelta. Estamos a cinco minutos de que vuelva a pasar”.

En tanto, tras el sobreseimiento de los dueños de las marcas, el reclamo se concentra en preservar el lugar. Por lo pronto, visibilizando el espacio para contribuir a evitar su venta y seguir luchando por la expropiación. Las paredes, cubiertas de memoria sobre el caso, aportan lo suyo: “Cuando llegamos a la puerta nos encontramos con las pintadas y las leyendas. Otro motivo más para que tengan razón de ser esas expresiones: informar cuando el dueño claramente lo oculta –dice la mujer que dio con el taller de Luis Viale cuando buscaba un terreno para su casa- Y funcionó ahí: además de como memoria en un sentido más amplio, como alerta concreta de ‘ah, fue acá’. En las propiedades de los costados también hay leyendas con los nombres de los chicos que fallecieron y pidiendo justicia. Que las familias sepan que tienen una función práctica las pintadas, que ayudan a la causa”.