Alberto Sileoni volvió al ruedo, pero es consciente de que no se trata del mismo escenario de aquel cuando dejó de ser ministro de Educación de la Nación en diciembre de 2015. En el medio hubo cuatro años de macrismo, dos de pandemia, y una realidad de la Provincia de Buenos Aires que no es la misma que la nacional: “Es interesante, compleja, el sistema educativo es inmenso, en el orden del sistema de San Pablo y de Ciudad de México, son los tres más grandes de América”, describe, a días del inicio de un nuevo ciclo lectivo que será el primero desde 2019 en desarrollarse con presencialidad total, pero “cuidada”.

–¿En qué contexto se vuelve a clases?

–El retorno va a estar caracterizado, entre otras cosas, por la alegría de la vuelta a las aulas. La pandemia y la educación no se llevan bien porque la educación tiene un aspecto naturalmente destinado al aprendizaje, a la enseñanza, con una dimensión que es la vincular, la necesidad del otro, la socialización. Eso estuvo muy dañado. Y se trata de recuperar todo, a los chicos que quedaron afuera, recuperar aprendizajes, que también se han perdido. Hubo una decisión del Consejo Federal de todos los ministros de Educación del país, de trabajar con contenidos prioritarios en una situación de emergencia. Los conocimientos que se dejaron en el camino hay que volver a trabajarlos. Y en el aspecto sanitario será una presencialidad cuidada, plena en el sentido de todos los días a clase. Las burbujas se eliminan, pero se mantienen algunos cuidados: uso del barbijo, ventilación, distancia, higiene y limpieza. Y fundamentalmente, seguir con la vacunación. Hay más de 1400 escuelas que fueron utilizadas como postas. Tenemos una necesidad de reforzar, sobre todo, la segunda dosis en niñas y niños de 3 a 11 años. Esa es nuestra tarea en estos días.

–¿Es apresurado hablar de que no son necesarios protocolos en las escuelas, como CABA?

–Si hacemos un análisis que no sea discursivo ni declaraciones efectistas, sino yendo a lo concreto, la diferencia entre Ciudad de Buenos Aires y el resto del país es el uso del barbijo de primero hasta tercer grado, el resto es todo igual. Nosotros consideramos que debe ser así, que niños y niñas de 6 años están en condiciones de usar el barbijo en el marco de una convivencia escolar, incluso algunos entienden que puede ser antes, y tenemos barbijos para repartir en las escuelas. Nosotros le sumamos un gran aliento a la vacunación; ahí sí hay otro matiz con la Ciudad, la vacunación no es un hecho de la individualidad, es colectivo, hay un criterio solidario en el acto de vacunarse.

–¿En pandemia la derecha se apropió del concepto de “defensores de la educación”?

–Hubo un intento de apropiarse, de presentarse ante la sociedad como sensibles al hecho educativo, como «campeones» del día de clase y la presencialidad, que por supuesto no es cierto. La Provincia de Buenos Aires tiene 135 distritos; en 90 hubo más clases que en el AMBA, donde se mantuvo por más tiempo las escuelas cerradas por la situación sanitaria. Hay una política y un discurso desde Juntos por el Cambio tendiente a colocarse en un lugar de sensibilidad frente a la educación. ¿Cómo se enfrenta? Con la realidad. Es complejo a veces transmitirlo, por una presencia muy masiva de ese discurso en grandes medios que evidentemente sostienen esa idea. Lo que nos queda al campo nacional y popular es oponer al discurso la realidad. El de Mauricio Macri fue el peor gobierno de la democracia. El vidalismo en la Provincia tampoco tiene un solo logro en materia educativa: no construyó escuelas, entendió que los enemigos eran los docentes, los intentó sustituir por voluntarios, discontinuó el plan de distribución tecnológica que hubiese sido clave en la pandemia, deterioró el salario de los docentes y redujo en 5 puntos el presupuesto destinado a la educación. Más allá de lo que digan y el blindaje mediático, la realidad no acompaña esa pseudosensibilidad que le agarró al neoliberalismo. El mejor argumento es una muy buena gestión y mucho trabajo.

–¿La extensión del aislamiento ayudó a esa posición?

–En todo caso, fue un consenso que se tomó en clave nacional con la mayoría de los distritos, y la Provincia hizo lo que hizo buena parte de la nación. En épocas que se discontinuaron las clases presenciales las consecuencias eran mucho más duras que con esta variante. Ya en septiembre del año pasado hubo una reapertura y un trabajo de recuperación de estudiantes que se habían ido. La Provincia incorporó un programa activo de búsqueda de esos estudiantes que se llamó Acompañamiento a las Trayectorias y Revinculación (ATR) que redujo significativamente la cantidad de estudiantes que tenían una relación discontinua con el sistema educativo. En un momento de 2020 fueron alrededor de 280 mil, y hoy hay 62 mil en secundaria y algunos miles más en primaria. Estamos terminando de consolidar el número con las inscripciones de ahora. Se recuperó a muchos alumnos, pero no podemos descansar porque hay 62 mil aún. Es doloroso y hay que volver a traerlos a la escuela.

–¿Cómo se puede lograr?

–En ATR hubo 30 mil nuevos docentes que tuvieron la tarea de ir a buscarlos casa por casa, también intensificamos los aprendizajes, se incorporaron clases los sábados o a contraturno, acompañarlos en los exámenes, y se añadieron 3650 docentes a los Equipos de Orientación Escolar, que son aquellos que miran con más detenimiento y acompañan los aspectos emocionales de los chicos. Era una demanda muy antigua. Todo eso dio como resultado la recuperación de una gran cantidad de estudiantes. Pero hay que seguir trabajando. Junto con la vacunación, la prioridad significativa de este 2022 es ir a buscar a los que se fueron. La pandemia profundizó las desigualdades distributivas, geográficas, de género, las tecnológicas y las educativas. Los que se han ido son los que pertenecen a los sectores más vulnerables. Muchos son del ciclo superior del secundario: si alguno se fue y entró al circuito laboral de trabajo informal, se hace más difícil traerlo, por eso ayuda mucho la beca Progresar. Cuesta mucho traerlos, es casi un trabajo artesanal que se hace por unidad, y cuesta menos que se vayan. No hay chicos perdidos, hay chicos desatendidos por el Estado, es una obligación ética y política que deban volver a la escuela.

–Las aulas son más complejas y desiguales que antes. ¿La pandemia es una oportunidad para debatir reformas en el concepto clásico de escuela?

–Es necesario que la escuela evite la tentación de la restauración. No se trata de volver a marzo de 2020, sería imposible eso. La escuela por supuesto debe cambiar, debe incorporar aprendizajes de estos tiempos, sumar la virtualidad para trabajar algunos aspectos, y traer nuevamente tecnología a las aulas. Después de haber trabajado con un currículum prioritario, volvemos a un currículum más extendido, dejamos el sistema de evaluación por áreas y volvemos al de evaluar por asignaturas, y en términos más organizativos se está pensando en el Consejo Federal en una secundaria que venga acompañada de una muy clara definición de educación para el trabajo, con oficios y cursos de formación profesional, es otro de los elementos que viene para quedarse. En ese marco fue el anuncio de las cien escuelas técnicas del gobierno nacional días atrás, que son más que eso: son centros de educación técnico-profesional, nodos tecnológicos dotados de equipamiento y tecnología que sirvan para una secundaria pensada en el contexto laboral del futuro. Tenemos que hacer un análisis de dónde nos conviene instalarlas para hacer una distribución equitativa en toda la Provincia, porque son distintos el Conurbano que el interior, y todos forman parte de la inmensa riqueza productiva, geográfica y de tradiciones políticas y pedagógicas que tiene nuestra provincia. Por eso es incomparable con CABA, como a veces políticamente lo quieren hacer. La Ciudad de Buenos Aires entra 1500 veces en la Provincia, tenemos otra realidad.  «

La salud mental del alumnado

La escuela no es importante solo por sus contenidos, sino por ser un lugar de referencia para la socialización y también para la anticipación o descubrimiento de problemas que puedan estar atravesando las y los alumnos. Tras dos años de pandemia, unos de los principales son los de salud mental. Sileoni anticipó que van a trabajar con el Ministerio de Salud “en una mirada más atenta sobre todo en el secundario respecto de la salud mental de los muchachos y las muchachas, con un ojo bien atento a lo que ha pasado en estos años de pandemia. El aislamiento, la tristeza, algunos sucesos en casa, ciertas fobias, de jóvenes que están en un momento tan expansivo y vincular y se han quedado en casa. Tenemos que tener el ojo bien atento a posibles secuelas de aprendizaje, emocionalidad y vincularidad que dejó la pandemia más dura, sobre todo en adolescentes”. Y agrega: “También hemos elevado ESI a Dirección, hay una subdirección de barrios populares, hemos revitalizado la Dirección de Socioeducación, y vamos a poner un ojo en la educación ambiental, que nos parece muy importante”.

Evaluaciones y PISA

Alberto Sileoni adelanta que este año la currícula volverá a ser extendida y ya no con “contenidos prioritarios”. Así, dejarán de evaluarse áreas, y pasará a ser por materias, como antes de la pandemia. “Va a haber informes bimestrales conceptuales respecto al rendimiento de los estudiantes y al cabo del año se transformarán en notas numéricas. Evaluar es natural, no concibo la posibilidad de pensar un sistema sin evaluación”.


Acerca de las pruebas internacionales sostuvo que, si bien tiene sus críticas a PISA (“por el carácter económico de quienes las hacen, por ser pruebas que se trabajan por currículas que no son con los cuales aprenden nuestros estudiantes y por no hacerse cargo de los efectos políticos que conllevan”), la Provincia adhiere a ellas, al igual que cuando fue ministro de Educación de Nación: “Más allá de esas críticas, que las sigo sosteniendo, decidimos participar porque estamos abiertos al escrutinio”.


Hay otra cuestión: en Provincia la primaria y la secundaria se dividen en dos ciclos de tres años. “Se les va a prestar especial atención a quienes están en los finales de ciclo, por ejemplo los chicos de tercer grado que hicieron los dos primeros en plena pandemia. Hay que trabajar mucho con ellos a ver cómo están, en qué condiciones, qué aprendieron y qué no. Lo mismo para sexto grado, que están entrando en la secundaria. Este año nos propusimos como obligación informarles a los papás en qué estado están sus hijos, si han llegado a este fin de ciclo y no tienen tales competencias lectoras, de comprensión o de matemáticas, que corresponderían a su grado; para que sus papás reconozcan que si sus hijos no satisfacen determinadas condiciones tienen que ponerse en alerta porque ahí hay aprendizajes que no se han producido en estos años”.