Científicos, ambientalistas, académicos, organizaciones de todo el país, desde movimientos campesinos a sindicatos, han lanzado un alerta sobre el riesgo de que se lleve adelante un acuerdo con China mediante el cual se busca aumentar la exportación de cerdos al país asiático. En torno a la información oficial del Ministerio de Exteriores del 6 de julio, que anuncia que se avanza en un proyecto sobre el incremento exponencial de producción de ganado porcino: “La Argentina podría producir 9 millones de toneladas de carne porcina de alta calidad”, unas 14 veces más que en 2019.  

Son muchos los especialistas y las asociaciones de la sociedad civil que advierten y se muestran preocupados por el acuerdo, en pocas horas su pronunciamiento ha alcanzado casi 20 mil adhesiones y un video en redes sociales de la periodista Soledad Barruti alcanzó el millón de visitas. Si bien el acuerdo no ha sido firmado aún, tiene aristas que más que preocupan a todos ellos, y que los llevó a hacer un pronunciamiento público.

En el documento, que vale la pena leer completo, advierten que los avances sobre la naturaleza y la cría industrial de ganado han llegado a límites insostenibles y que de hecho ya son una amenaza para el ser humano. Los argumentos y los datos que esgrimen cobran mayor densidad en medio de la pandemia del Covid-19.

Por un lado, la depredación de los sistemas naturales no sólo restringe las posibilidades de encontrar vacunas sino que expande las de contraer enfermedades, que el covid-19 haya surgido en un mercado de animales silvestres, una de las hipótesis más aceptadas, refrenda esta posición. Por otro lado, el amontonamiento de miles de animales en grandes factorías con el objetivo de potenciar ganancias. De hecho, advierten, se trata de dos caras de la misma moneda: “hacinar animales para su cría industrial y/o su venta, y desintegrar ecosistemas acercando a las especies entre sí”.

El abogado ambientalista Marcos Filardi, uno de los promotores, en diálogo con Tiempo Argentino, destacó que “el pronunciamiento público tiene que ver con la preocupación compartida a partir de las declaraciones oficiales de Cancillería que habla de una ‘alianza estratégica’ con China, desde la que Argentina profundizaría la producción a gran escala de cerdos para exportarlos a ese país”.

El contexto del pronunciamiento se da por la avanzada comercial de China, que salió a ampliar sustancialmente la compra de ganado porcino -cuenta Filardi-, porque hace dos años por un brote de Peste Porcina Africana, el gigante asiático debió sacrificar entre el 20 y el 50% de su stock de animales (entre 180 y 250 millones de cerdos). Y recientemente la aparición de una nueva gripe porcina, la H1N1G4 que tiene potencial de pasar a seres humanos. “Estas dos situaciones más la actual pandemia tienen mucho que ver con la degradación ambiental –por ejemplo la deforestación y el tráfico de fauna silvestre que nos pone en contacto con nuevos virus y bacterias– y con la producción intensiva animal de las granjas industriales. La gripe porcina, la aviar, el ébola son todas enfermedades derivadas de zoonosis. Estas granjas son un caldo de cultivo de zoonosis de todo tipo y de resistencia bacteriana por su propia forma de explotación.

¿Por qué es así? “Porque hacinan a gran cantidad de animales en una superficie pequeña, que por esas mismas condiciones están inmunodeprimidos, y les dan una alimentación a base de soja y maíz transgénico resistente a herbicidas y una gran cantidad de antivirales y sobre todo de antibióticos, que pasan a las carnes de esos animales, pero que también se excretan y terminan contaminado el aire y el agua. Entonces, una de las principales consecuencias de este modelo tiene que ver con la resistencia bacteriana, porque se está usando antibiótico de manera desquiciada que generan resistencia bacteriana que según la OMS de 800 mil personas al año”.

A partir de estos datos, explica Filardi, China no está en posición de garantizar la salubridad  de sus animales y por eso busca tercerizar la producción, allí nace esta alianza estratégica con Argentina. “En lugar de exportarles el grano para sus animales como hacemos hoy, se trata de alimentar y exportar los animales directamente”.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias? “Son muchas y peligrosas. Primero, el riesgo muy fundado de que esto sea proliferación de zoonosis y de resistencia bacteriana, con el agravante del contexto de pandemia que nos tiene a todos encerrados por un virus. En segundo lugar, la contaminación del aire, el suelo y el agua fruto de la explotación en esas condiciones y en esa escala, de sellarse el acuerdo. Lo que también aumentará la conflictividad social. Ya donde se encuentran este tipo de establecimientos, hay conflictos derivados de las consecuencias ambientales de ese tipo de explotación. Y en tercer lugar, profundiza el modelo agroindustrial de exportación dominante que venimos denunciando hace años que se impuso en el país desde el año 1996”.

¿Por qué? “Porque la base de la alimentación de esos animales es transgénico, hoy en Argentina el 96% del maíz es transgénico BT tolerante a distintos herbicidas. Es decir que, de seguir adelante con el acuerdo, se profundizará en estos cultivos y el de la soja también, claro. Y ahí nos enfrentamos a la multiplicación de problemas por el uso de los agrotóxicos en  mayor escala y diversidad. Y esto ya lo sabemos aumenta las enfermedades agudas  y crónicas en los pueblos fumigados y en toda la población a partir de la ingesta de agua y alimentos con residuos de esos tóxicos.

En relación con este último punto, y en el marco de una pandemia que satura los sistemas de salud, Filardi se muestra muy preocupado  por la inmunosupresión que generan estas prácticas: “Hace poco Naturaleza de Derechos, con un estudio de Eduardo Rossi (especialista en Inmuno-Hemoterapia y en Epidemiología), demostró el efecto inmunosupresor de los agrotóxicos. Entonces, si tenemos a la población expuesta a 525 millones de litros anuales que ya se utilizan estamos generando condiciones de vulnerabilidad no sólo respecto de esta pandemia que hoy nos afecta, sino de otras que puedan surgir. Es un círculo vicioso, tóxico, que agravaría las condiciones actuales”.

Por supuesto, la cifra de los millones de animales sacrificados en China más las condiciones de crueldad en que se los tiene son otro factor que tienen en cuenta los y las firmantes del documento. Al respecto, Filardi grafica que en esos establecimientos “se practica una crueldad institucionalizada contra los animales, que los hace más susceptibles de contraer nuevas enfermedades, más patógenos superresistentes”.

¿Y la Soberanía alimentaria? En busca de algún aire fresco en medio de este posible escenario, el ambientalista asegura que existen alternativas relacionadas con avanzar en serio hacia la agroecología. “Un modelo alimentario es urgente, necesario y lo estamos construyendo en los territorios. Esta medida va totalmente en contra de la soberanía alimentaria que anhelamos conseguir y que consiste en priorizar la producción de alimentos sanos y seguros para alimentar a todos los argentinos, y generar excedentes para compartir con otros pueblos. Entonces, en lugar de exportar soja transgénica y cerdos criados en estas condiciones de hacinamiento y zoonosis, podemos producir alimentos sanos. Eso sería una manera inteligente de insertar al país en el mercado internacional y, al mismo tiempo, de divisas para nuestro país”.

Poca publicidad tiene este proyecto “en marcha”, cuyo nexo provendría de la empresa Biogénesis Bagó, parte del Grupo Insud, del matrimonio Hugo Sigman y Silvia Gold, una de las mayores fortunas de la Argentina. Por el momento, no se ha participado a organizaciones ambientalistas ni sanitarias, desde Cancillería se menciona que aportaría inversiones por 27 mil millones de dólares en cuatro a ocho años. Pero, si se puede sacar algún aprendizaje de la actual pandemia es que el dinero no compra vida y que los riesgos para la población son demasiado grandes como para que el proyecto sea evaluado sólo por quienes sacarán rédito económico.