Fanático de los videojuegos de guerra y de las armas de fuego, Dimitrios Pagourtzis (foto), 17 años, mostraba un andar cabizbajo, según lo describían sus compañeros, que aseguran que rara vez era víctima de bullying. Para algunos de sus profesores, era «brillante». Nadie vio venir la matanza, otra más, que se cernía sobre una escuela estadounidense. El viernes, el chico llegó a la Santa Fe High School de Houston, Texas, vestido con su larga chaqueta negra, como siempre, pero esta llevaba escondidas una escopeta y un revólver. Abrió fuego indiscriminadamente: diez muertos, diez heridos.

En realidad, los indicios de esta nueva masacre estaban –como suele ocurrir– en las redes sociales. El 30 de abril , Dimitri subió a su perfil de Facebook una foto suya con la leyenda «Born to kill» (nacido para matar). En la misma red aparecía en fotografías con insignias nazis, fascistas, comunistas. Sin antecedentes penales y con alertas previas que Greg Abbott, gobernador de Texas, calificó como «inexistentes o muy imperceptibles», el caso de Pagourtzis revela la imposibilidad de prevenir sangrientos episodios que se repiten en EE UU y ya parecen formar parte de su cultura. «