Como pocas instituciones de la región, la Comisión Argentina para los Refugiados y Migrantes (CAREF) estuvo atravesada por las dictaduras latinoamericanas que se multiplicaban en los ’70 y los ’80. Su nacimiento estuvo signado por el comienzo de la dictadura de Augusto Pinochet, en septiembre de 1973, en Chile. En ese entonces, la institución trabajaba codo a codo con los exiliados chilenos que pretendían buscar refugio aquí. Poco después, Argentina seguiría los pasos del país trasandino.

Este año, el organismo cumple medio siglo con la noble tarea de asistir y acompañar a más de 50 mil personas de las más diversas procedencias que, en busca de una vida mejor, llegaron a nuestro país entre 1973 y 2023. Tiempo dialogó con la directora ejecutiva, Gabriela Liguori, quien dio detalles sobre cómo era trabajar estas cuestiones en plena dictadura cívico–militar en la Argentina.

-¿Cómo era funcionar en ese momento en Argentina teniendo en cuenta la violencia política que había aquí?

-Al poco tiempo de la creación de CAREF, la violencia política fue creciendo en nuestro país. Primero fue la Triple AAA y luego el Terrorismo de Estado. Ambos contextos afectaron la labor de la institución. Quienes trabajaban en el equipo en aquel entonces nos relataron que antes del Golpe todo era muy confuso, no entendían bien lo que estaba ocurriendo ni de dónde provenían las amenazas, la violencia, de quién debían cuidarse. Frente al Golpe tuvieron la claridad de saber de quién debían protegerse y proteger a la población: del propio Estado.

La tarea se hacía “en las sombras”, evitando tener visibilidad y en articulación con otras organizaciones de Iglesias como la Comisión Católica Argentina, el CEAS en Mendoza, el Obispo De Nevares en Neuquén. A su vez, ACNUR como organismo de Naciones Unidas y el Consejo Mundial de Iglesias fueron los paraguas internacionales de la protección que requería la tarea de atención tanto para las personas refugiadas como para el equipo. Las trabajadoras sociales se presentaban como equipo de ACNUR y el logo institucional rezaba: Comisión Argentina para los Refugiados del Consejo Mundial de Iglesias.

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-¿En algún momento temieron que les pasara algo?

-En el año 1977 CAREF sufrió un allanamiento, revolvieron expedientes, se llevaron documentación. Durante esos años, un funcionario de CAREF fue detenido y debieron presentarse las autoridades de las iglesias para que lo liberaran. En otro caso, un grupo de civiles fue al domicilio de quien era el Coordinador General, él no estaba, hablaron con la esposa y como recado le dejaron una lista con nombres: era un grupo de detenidos uruguayos que estaban en la cárcel de Devoto a quienes CAREF asistía. Esa persona fue reasignada a otro país por su iglesia. Antes de contratar a una profesional, por lo general trabajadoras sociales, se le sugería evaluar los riesgos y hablar con su familia.

-¿Cómo era trabajar con esa presión?

-La tarea requería muchos cuidados. En algunos casos no se tomaba nota de los domicilios reales en los expedientes o se omitían otros datos relevantes por el temor a un nuevo allanamiento. Todo ello fue parte de lo que quienes trabajamos hoy en CAREF fuimos recibiendo como historia oral de la institución. Un legado de compromiso con la protección y defensa de los derechos humanos que nos marca hasta nuestro presente y por lo que quienes somos parte del equipo actualmente nos sentimos profundamente orgullosas.

Migrantes Refugiados
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-Debía ser clave el trabajo con organismos internacionales.

-ACNUR y el CMI eran los organismos que cooperaban financieramente pero también acompañaban con mucho compromiso la tarea. De hecho, hay telegramas que muestran cómo desde CAREF informaba al CMI en Ginebra los hechos preocupantes tales como detenciones de personas asistidas en hoteles, el incremento de la violencia política, el temor con el que se vivía. Con respecto a la población asistida, en la definición de quienes podían permanecer en el país y quienes debían ser asentados en un tercer destino por razones de seguridad, participaba activamente el ACNUR. Esas acciones se llevaban a cabo de manera mancomunada.

-¿Una vez alcanzada la democracia cómo siguió el trabajo?

-La democracia permitió que CAREF saliera poco a poco a la luz. Se comenzó a vincular con acciones de incidencia en políticas públicas, como por ejemplo la creación del primer espacio gubernamental para la evaluación de las solicitudes de asilo llamado CEPARE (Comisión de Elegibilidad para los Refugiados). Tuvo una participación activa en la recepción de argentinos y argentinas que llegaban del exilio y también en el retorno de personas refugiadas de países de la región que, ante la vuelta de la democracia en su país, decidían regresar.

Posteriormente, CAREF fue una organización importante en la lucha por el cambio de la ley migratoria. En los 90 se amplió el trabajo a la población migrante en general y se estableció con claridad el enfoque de derechos como el paradigma que guía la acción institucional.

Migrantes
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-Si bien la dictadura debe haber dejado secuelas… ¿cuáles son los desafíos actuales?

-Pasaron muchos años hasta que la Junta Directiva se animó a que pongamos un cartel en la puerta de la institución. Los temores de la dictadura dejaron su marca. Pero hoy en día CAREF es una institución que debate en la esfera pública nacional, regional y global todo lo que refiere a las migraciones y el asilo, siempre buscando cómo ampliar derechos de la población y contrarrestar narrativas que criminalizan, discriminan, excluyen. La democracia fue un nuevo nacimiento para la institución. La ampliación de derechos para personas migrantes y refugiadas, su inclusión social en condiciones de igualdad y respetando las diferencias es en democracia o no es….

-Haciendo un repaso… ¿qué aprendieron de todo este proceso y qué materias pendientes urgen para el colectivo de refugiados y migrantes?

-En democracia, Argentina ha logrado construir un marco normativo que es un ejemplo en materia de derechos humanos, tanto en lo que respecta a la migración como al asilo. Resta que su implementación se efectivice tal y como se expresa en el espíritu de esas leyes. Entre los pendientes podemos señalar que hoy estamos frente a las vulneraciones de derechos que nos dejó la pandemia. Nos referimos a un grupo de personas que por razones de necesidad y extrema vulnerabilidad migraron en contexto de pandemia con fronteras cerradas.

Esas familias, muchas de ellas con niños, que llegaron a reunirse con algún familiar, en muchos casos el padre o la madre de esos niños, hoy se encuentra con una documentación que los expone a una expulsión. Pedimos al Estado que considere la excepcionalidad de la situación y que, haciendo uso de las facultades que la misma norma le da, permita el acceso a la regularidad migratoria de esas personas.

También estamos frente a la situación de niños y niñas que están en una situación documentaria muy endeble porque no pueden obtener la documentación de su país de origen. Hablamos aquí, particularmente, de niños y niñas de nacionalidad venezolana que están aquí con sus mapadres. Es urgente resolver de fondo esta situación y que este grupo de niñas y niños tenga su documentación sin titubeos. 

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-¿Cómo podrían caracterizarse los diferentes períodos? Me refiero a las características de los refugiados y migrantes desde el nacimiento del CAREF hasta la actualidad…

-Al inicio la institución trabajó fundamentalmente con chilenos y uruguayos que llegaban huyendo del Golpe de Estado en Chile. A ello se sumaron personas que habían sido perseguidas por las dictaduras en otros países: Bolivia, Paraguay, Brasil. Con la democracia, a partir de mediados de los ’80, se amplía la atención a toda la población migrante que consultaba. De ese modo las personas bolivianas, paraguayas, chilenas o uruguayas no eran solamente las que habían sufrido una persecución de carácter político sino también quienes habían llegado buscando un mejor horizonte económico para el desarrollo de su vida familiar.

Al tiempo, mediando la década de los ’90 llegó la población peruana producto de la expulsión producida por el régimen de Fujimori, entre la población arribada muchas eran mujeres. La feminización de las migraciones fue evidente en ese movimiento migratorio. Luego las personas de Europa del Este (migrantes de Rusia, Ucrania pero también de Uzbekistán, Kazajstán, y tantos otros países de la ex URSS) llegaron a raíz de un programa especial del menemismo. Los jóvenes de Senegal, las mujeres dominicanas fueron parte de las nuevas migraciones de fines de 90 y los 2000. La población haitiana se sumó a los nuevos grupos de migrantes, con claras necesidades de protección.

Por otro lado, la población de Colombia, entre quienes se encuentran personas víctimas del conflicto armado en ese país. La llegada de personas de Siria, a través del Programa de Visado Humanitario. Venezuela fue el gran cimbronazo de los últimos años en la región, con 6 millones de personas asentadas en diversos países de América Latina. La llegada a Argentina no fue de las más numerosas pero claramente tuvo un impacto muy visible en las grandes ciudades.