El diálogo telefónico entre el agente deportivo desesperado –Tom Cruise– y el jugador de fútbol americano con más carisma que talento –Cuba Gooding Jr.– es tal vez el momento más recordado de la película Jerry Maguire (1996) por una frase: «Show me the money». Aquella exigencia –muéstrame el dinero– era un concepto: sin plata no se llega a ningún lado. De la misma manera podría definirse el espíritu de la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático (COP) 27 que comienza hoy en Sharm el-Sheikh, Egipto. Aunque se sucedan los discursos cargados de promesas y buenas intenciones, ninguna medida concreta contra el calentamiento global será posible sin financiamiento. Con las potencias enfrentadas mirándose de reojo, una guerra en Europa y el multilateralismo mundial, eso está lejos de concretarse.

En medio de una crisis energética y climática sin precedentes, se espera un nuevo compromiso de los países de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el debate para lograr un acuerdo frente a pérdidas y daños. Es decir, promover y facilitar la asistencia técnica a los países más vulnerables y afectados por el cambio climático generado por los más desarrollados. Justicia climática.

Durante un encuentro con la prensa mundial, el representante de la presidencia de la COP 27, Wael Abulmagd, afirmó que «ya es hora de pasar de la negociación a la implementación y de las promesas a las acciones sobre el terreno». Recordó que cinco millones de personas mueren cada año por temperaturas extremas y que para 2050 el cambio climático puede suponer una pérdida del 4% de la economía global, afectando principalmente a los países menos desarrollados: «Necesitamos formas creativas para concebir financiación, necesitamos animar al sector privado para que dé un paso adelante e invierta y necesitamos aprobar proyectos que puedan ser apoyados, atraer los billones de dólares de dinero privado que se quieren invertir en cambio climático».

«Los países de América Latina y el Caribe están sufriendo de forma especialmente intensa las consecuencias de los desastres naturales, con pérdidas de hasta un 3% del PIB en los últimos años», detalló la gerente de Acción Climática y Biodiversidad Positiva de CAF, Alicia Montalvo. Hace unos días, los Estados miembros del Consejo de Ministros de la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo acordaron en Santo Domingo llevar una declaración consensuada a la COP 27 en la que retoman «el enfoque regional de la adaptación». La financiación para lograrla «es una prioridad».

En lo que respecta a la Argentina, la secretaria de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, Cecilia Nicolini, ya había adelantado su postura: «Los países con mayores ingresos todavía adeudan su compromiso de transferir 100 mil millones de dólares. Y entidades como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), el Fondo Verde para el Clima (FVC) y el Fondo de Adaptación (FA) están descapitalizadas. Necesitamos mecanismos de financiamiento más ágiles y robustos, que contemplen nuestras particularidades y nos permitan impulsar transiciones que no dejen a nadie atrás».

Esta nueva edición de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en el coqueto balneario egipcio se centrará en cómo financiar los proyectos para solucionar la emergencia ambiental. Pero mientras los países industrializados priorizan medidas de mitigación –reducción del uso de combustibles fósiles–, América Latina está más preocupada en la adaptación, especialmente para financiar la adecuación de infraestructuras luego de los desastres naturales causados por el calentamiento global. Lo que resta saber es si el dinero, finalmente, aparecerá. «

El desafío de Lula: el Amazonas

En la noche en que logró su tercera presidencia luego de vencer al mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro, Luiz Inácio da Silva, apenas Lula para todos, dijo algo que sonó a promesa: el planeta «necesita una Amazonía viva». El flamante presidente electo de Brasil, que asistirá a la COP 27 se ha comprometido a «luchar por la deforestación cero» y «reanudar el monitoreo y la vigilancia» del mayor pulmón verde del mundo. Según datos oficiales, durante el mandato de Bolsonaro, conocido entre otras bravuconadas por ser negacionista del cambio climático, el desmonte del Amazonas aumentó más de 70%, con una industria forestal voraz que presiona con el justificativo de la supuesta creación de empleo.

Tanta es la preocupación de la región que el propio presidente de Colombia, Gustavo Petro, hará un llamamiento a los líderes mundiales para salvar la selva amazónica, «uno de los pilares climáticos» de la Tierra: «La selva amazónica  es uno de los tres o cuatro pilares climáticos que quedan en el mundo, igual que los océanos y las grandes tundras de bosques del norte del planeta».