“Mirá cómo se estira el elástico, no aprieta” intenta convencer un vendedor ambulante sobre la calle Yerbal, a un señor de unos 60 años, mientras estira un bóxer celeste a contraluz. Tiene desplegada la mercadería en la vereda y aunque son las 8:50 de la mañana de un sábado, en esta parte de la Ciudad de Buenos Aires el movimiento es intenso desde hace rato. Faltan cuatro cuadras para llegar al epicentro comercial del barrio de Flores, la Avenida Avellaneda, pero ya Nazca es un hervidero de personas que se amontonan en torno a las vidrieras que tienen carteles de ofertas, descuentos y promociones especiales en efectivo. La meca de quienes buscan paliar la crisis y hacerle frente a la inflación de cara a las Fiestas, fin de año y vacaciones, en uno de los rubros que más aumentó el último año.

Foto: Diego Diaz

Si gana la Selección

Es diciembre pero la Navidad no parece un tema relevante en las vidrieras de Avellaneda. Es el Mundial. La camiseta argentina aparece en todos sus talles, telas, calidad y gama de celestes. «Es la que más se vende», confiesa Cristian (22) mientras recomienda modelos de varones. “Nosotros empezamos a las 5 de la mañana porque llegamos, recibimos la mercadería, acomodamos y a las 8 ya se abre al público. Los sábados viene mucha gente suelta y se lleva ropa liviana, para el verano”.

Tanto vendedores de salón, del espacio público como panfleteros coinciden en algo: el contexto futbolero es bueno para las ventas. “Si gana Argentina se vende más, la gente viene contenta y compra más, aunque tampoco es que se gasta todo”, aclara Ernesto Leiva (57), venezolano que trabaja desde hace años en la zona. “Para nosotros esta fecha (de las fiestas de fin de año) es una de las que más se gana, se vende más que en la pandemia pero no tanto como años anteriores. La situación económica está muy difícil, amo este país pero si la cosa no mejora voy a probar suerte en Perú”, sostiene.

La vorágine de compras no se detiene por el calor agobiante de diciembre, que en zonas como ésta hace volar cualquier termómetro. En un local de indumentaria de fiesta hay una fila para entrar de 20 personas. Ana María (57) y su hija de 18 llegan desde Ramos Mejía. Aprendieron a ser pacientes. “Es su fiesta de egresada la semana que viene y venimos a buscar un vestido. En cualquier otro lugar están arriba de los $ 60 mil, acá tenés opciones desde $10 mil que es el presupuesto que podemos pagar”. Además del vestido, también vienen por sandalias. El objetivo amerita sacrificios. “Si hay que hacer fila y esperar bajo el sol, esperamos; porque sino no tiene qué ponerse y no hay otro lugar donde se pueda comprar a este precio”. Tarda en llegar y al final hay recompensa.

Eugenia Luna hizo 636 kilómetros desde Bahía Blanca con su hija Martina de 18, también reciente egresada. “Venimos una vez al año, compro todo a las vendedoras de la calle, a esta señora le llevo remeras desde hace 3 años, son de muy buena calidad”, enfatiza. Las remeras morley de mujer y unisex se consiguen desde $ 1500. “Tenemos un presupuesto de $ 60 mil para las dos, nos alcanza para lo básico del año, sobre todo para las prendas de verano que siempre son más accesibles”. En esta ocasión el viaje les coincide con el Mundial: “Esta vez nos hospedamos en el centro, a tres cuadras del obelisco, porque si gana Argentina queremos ir a festejar”.

Foto: Diego Diaz

La diferencia

A medida que pasan las horas llegan más personas y las veredas parecen diluirse en el hormiguero. Si bien los vendedores del espacio público no se despliegan sobre Avellaneda sino en las calles aledañas. Tize (23) es senegalés. Está sentado sobre un banco bajo, a la sombra, en la esquina de Helguera. Tiene desplegadas sobre un manto en el piso varias remeras de varón. Habla poco, pero lo suficiente como lamentarse, con la mirada al cielo, que «se vende poco, bajé un 20% el precio pero no se vende”. Mayerlin Cobos (49) es colombiana y llegó hace un par de horas al país, de visita, junto a su familia. Sus amigos porteños la llevaron directo del aeropuerto hasta Avellaneda. Quieren que aproveche para comprar prendas sueltas. “Allá no hay ropa tan barata de buena calidad, mira esas medias, son seis pares solo por mil pesos, vamos a comprar algunas cosas, todo nos parece muy bonito”, con un entusiasmo genuino.

Javier tiene 20. Dice que es algo así como un vendedor pero que su función es gritar a viva voz que hay promo, lleve dos remeras, lleve que gana Argentina. Tiene un megáfono que usa cuando la venta no se mueve demasiado. Es uno de los pocos que usa barbijo. “En promedio, los sábados la gente gasta 20 o 25 mil pesos en ropa. Aquí se vende de todo, pero también hay ofertas de ropa de invierno. Le ofrecés a la gente una promoción de campera de invierno y si le conviene se la lleva, no importa si hace 30 grados”.

Sandra reparte volantes de un negocio textil en el que trabaja hace 5 años. Cuenta que todavía tiene memoria de la avenida desolada durante la pandemia. De las vidrieras tapadas y de que solo sobrevivieron quienes tenían clientes fijos. Como ellos. Ahora la venta se mueve pero la economía no ayuda. Lo único que ayuda es que juegue la selección. “La gente llega temprano, más si hay algún partido cerca. Hay buen ánimo, gastan más. Aquí vendemos ropa interior, medias, camisetas, todo sale bastante bien si hay buen clima, se nota en la gente”.

En general, los días de semana va la gente de comercios, mayoristas. Los sábados son los días más populares, aunque en los últimos años, con la inflación en aumento, empezaron a verse representantes de clases sociales más pudientes. Paola Langer (36) es clienta de Avellaneda desde siempre. “La diferencia de precios con otros lugares es mucha, hasta un 50% menos. Y ya no hace falta venir con efectivo. Antes venía y compraba de todo, ahora vengo con los objetivos específicos de lo que necesito, ya sea para mi o para mi hijo de 4 años. Lo que noto ahora es que la gente, en general, se va con bolsitas no con bolsas grandes como antes». Y completa: «Antes compraba solo en los comercios, hace unos meses empecé a comprar también en las galerías que son locales de los talleristas que se quedan con una parte de la producción y la venden”. «

Foto: Diego Diaz
Valores

Remeras de varón, colores lisos: una por $ 1200 / 2 por $ 2200.
Remeras de algodón básicas de mujer: 1200. Remeras de hilo tejido de mujer desde $ 2500.
Musculosas de modal desde $ 1300. Estampadas para niñes dos por $ 2800.
Lisas para niñes unisex 2 por $ 1900.
Con estampados de Argentina: $ 1990.
Remeras de varón adulto desde $ 2000.
Deportivas unisex: $ 2200.
Camisetas de la selección $ 1500.
Calzas deportivas mujer desde $ 2600.
Top de mujer: $ 2400.
Short de jean de mujer desde $ 3500.
Short de baño de varón adulto desde $4199 Jean de varón desde $ 5509.
Mallas enterizas para niñas desde $ 1500.
Para adultas enterizas desde $ 3000.
Remeras de niñes protección UV con certificado: $ 4000.
Bikinis desde $ 3000
Blusa de gaza desde $ 3600
4 pares de soquetes $ 1000
Palazzos desde $ 2900
Vestidos cortos: $ 1700
Calzoncillos de niño 2 por $ 1000.

Foto: Diego Diaz
Horarios

Si bien la parte central de los comercios textiles se extiende por Avellaneda desde el 2700 al 3700, hay muchos más sobre las calles transversales o paralelas como Argerich, Helguera, Cuenca, Campana, San Nicolás, Joaquín V. González, Aranguren y Bogotá. Abren de lunes a viernes de 8 a 17 horas, en especial para venta mayorista aunque muchos venden por unidad, sobre todo después de la pandemia. No hay probadores en la mayoría de las tiendas.

Los sábados se atiende al público general de 8 a 15. Los domingos y feriados los comercios están cerrados. Antes, en general, se aceptaba solo efectivo pero transcurrida la pandemia, muchos locales agregaron otros medios digitales como Mercado Pago. Igualmente, algunos locales adicionan un costo diferencial para los pagos electrónicos  sobre el precio de lista.

Foto: Diego Diaz
Un rubro que combina innovaciones tecnológicas e inflación

Hasta octubre el sector textil contabilizó aumentos de 118% en términos interanuales y de 90,1% desde que comenzó el 2022, según el informe de Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pareció la gota que rebalsó el vaso. El ministro de Economía, Sergio Massa, había amenazado con abrir las importaciones (algo que afectó a la industria textil local en tiempos del macrismo). Finalmente, los empresarios y el gobierno avanzaron a inicios de noviembre en un congelamiento de precios hasta 2023.

Tras el 2020 pandémico, el año pasado hubo un alza de las ventas. Una encuesta publicada por la Fundación Pro Tejer en abril de este año afirma que ocho de cada diez empresas del rubro textil mejoraron su desempeño en 2021t respecto al 2019. Además, todas las firmas encuestadas dijeron haber invertido en nuevas tecnologías asociadas a la industria 4.0 y seis de cada diez efectuaron inversiones de tipo tradicional, como instalación de máquinas y mejoras en los establecimientos productivos. Las inversiones incluyen la incorporación de nuevos métodos como el e-commerce, robots de corte e impresoras digitales. También el desarrollo de productos de vanguardia como los textiles técnicos (ignífugos) y los segmentos de economía circular que cuidan el medio ambiente, ya que fabrican a partir de desechos.

Hasta octubre el sector textil contabilizó aumentos de 118% en términos interanuales y de 90,1% desde que comenzó el 2022, según el informe de Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pareció la gota que rebalsó el vaso. El ministro de Economía, Sergio Massa, había amenazado con abrir las importaciones (algo que afectó a la industria textil local en tiempos del macrismo). Finalmente, los empresarios y el gobierno avanzaron a inicios de noviembre en un congelamiento de precios hasta 2023.

Tras el 2020 pandémico, el año pasado hubo un alza de las ventas. Una encuesta publicada por la Fundación Pro Tejer en abril de este año afirma que ocho de cada diez empresas del rubro textil mejoraron su desempeño en 2021t respecto al 2019. Además, todas las firmas encuestadas dijeron haber invertido en nuevas tecnologías asociadas a la industria 4.0 y seis de cada diez efectuaron inversiones de tipo tradicional, como instalación de máquinas y mejoras en los establecimientos productivos. Las inversiones incluyen la incorporación de nuevos métodos como el e-commerce, robots de corte e impresoras digitales. También el desarrollo de productos de vanguardia como los textiles técnicos (ignífugos) y los segmentos de economía circular que cuidan el medio ambiente, ya que fabrican a partir de desechos.

Foto: Diego Diaz