«Vamos a duplicar la inversión en Ciencia y Tecnología», aseguró Mauricio Macri el 30 de octubre de 2015, cinco días después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que lo habían dejado en un lugar expectante. Su promesa de campaña, que todavía puede leerse en el Facebook del empresario, tiene un link al sitio web oficial del actual mandatario donde se desarrollaba la propuesta completa para el área científica. Hoy al cliquear allí se lee un cartel que anuncia que la página no fue encontrada.

Cambiemos podría argumentar que en términos nominales cumplió su promesa. Pero si se considera la devaluación de la moneda desde que se aprobó el Presupuesto 2015, lo que hubo fue una disminución presupuestaria en dólares para el área de Ciencia superior al 20%. Y más allá de los recursos económicos, lo que marcan esos ajustes es una serie de políticas que ponen fin al intento de desarrollar tecnologías que den soberanía científica al país. El ejemplo reciente de Invap con Macri anunciando el fin de los contratos acordados con el gobierno anterior, y aun a pesar de la marcha atrás de esa medida anunciada por el jefe de Gabinete Marcos Peña el último jueves, dan cuenta de una mirada que tiende a aprovechar los desarrollos tecnológicos realizados con apoyo del Estado en el pasado perdiendo el tren de la innovación.

Así lo entiende el doctor en Física y exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Jorge Aliaga. «Invap ya vivió una situación así en los ’90 y sobrevivió con el conocimiento que tenían de generar radioisótopos, algo que habían desarrollado con apoyo de gobiernos anteriores. Después llegan los 12 años del kirchnerismo en los que se meten en comunicaciones, satélites y radares. Ya no es sólo nuclear su trabajo, sino mucho más amplio. Por eso ahora Héctor Otheguy, presidente del directorio de Invap, puede decir que están mejor que antes para enfrentar situaciones complicadas».

Y desarmando el juego de palabras propuesto por el presidente Macri al anunciar el fin de la apuesta estatal («los contratos que tenía la Nación con Invap eran de la época de la magia y la plata no está»), Aliaga añade: «El truco es que en un momento donde el Estado les pone contratos, ellos desarrollan tecnología. Después, cuando el nuevo gobierno no les pone un peso usan el capital desarrollado antes. Y eso a Invap le sirve porque son una empresa y su objetivo no es desarrollar al país. Ese es el objetivo que debería tener el Estado que le pone contratos».

La marcha atrás de Peña con la caída de los contratos de Invap y la improvisada conferencia de prensa con el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, para ratificar el «compromiso del Estado con la innovación» no parecen indicar, sin embargo, un cambio de su modelo de desarrollo.

Pronto deberán defender un nuevo Presupuesto en el Congreso, justamente el que  corresponde al año de la pretendida reelección presidencial. ¿Volverán las promesas de la campaña 2015 o seguirá apareciendo el cartel de error en la Web? . «