Tras la legalización del uso recreativo de la marihuana en Canadá el pasado 17 de octubre, quedó inaugurado de manera oficial el mercado internacional de cannabis. Así lo afirmó la Cámara de Empresas de Cannabis Medicinal de Uruguay, también creada esta semana por 14 empresas locales e internacionales, con una inversión en proyectos cannábicos de unos 100 millones de dólares. De esta manera, Uruguay y Canadá se transformaron en la punta del iceberg de una industria con un potencial que incluso entusiasma a Wall Street y Coca-Cola.

A un año de la implementación de la venta de marihuana en farmacias en Uruguay ya hay más de 50 mil inscriptos en el registro para adquirirla legalmente. Por su carácter de pionero, el país vecino desarrolló una especie de marca «país del cannabis». No sólo por lo que tiene que ver con la industria propia, sino también con el marketing: desde el recién inaugurado Cannabis Bus Tour que recorre los viernes distintos puntos de la ciudad;  hasta la quinta edición de la Expocannabis que se hará en diciembre.

«Es una cultura que está de moda. La industria está mostrando interés en incluir el cannabis en sus producto sin tocar los componentes psicoactivos. Por eso es una posibilidad para hacer un gran negocio», asegura Mercedes Ponce de León, vocera de la organización Uruguay Siembra, que intenta buscarle una explicación a esta moda. «La prohibición hizo que el cannabis centre la atención de todos: al principio era miedo o rechazo, luego se aceptó y de a poco llegó la información alrededor de la planta», explica.

Hace más de 5000 años que la planta de cannabis es cultivada por los humanos. Además del uso medicinal y recreativo, también puede usarse para alimentos, fibras industriales, textiles, papel, combustible y hasta para la construcción. La novedad ahora parece ser la importancia comercial que puede desarrollar a nivel geopolítico, después de que un país del G-7 haya dado el paso hacia la legalización.

Según Ponce de León se trata de la industria con más dólares volando sin destino en el mundo. «Tiene muchas inversiones, pero mucho flujo de inversionistas que no tiene destino porque no todos los proyectos están encontrando las facilidades para desarrollarse. Sobre todo por los bancos, porque la plata no puede llegar a destino porque algunos bancos no permiten operar. Pero no es sólo por el sistema financiero que pone trabas, sino también por las cuestiones burocráticas. Por ejemplo: conseguir una licencia medicinal para producir el aceite era casi imposible, aunque ahora ya se entregaron dos en Uruguay», explica Ponce de León.

Entre las distintas inversiones, una de las principales atracciones es la bebida con derivados de la marihuana. Según  Canaccord, una compañía global de servicios financieros, existe una relación de sustitución entre el cannabis y el alcohol. En los próximos cuatro años, podría convertirse en un mercado capaz de mover 600 millones de dólares sólo en Estados Unidos. La empresa que es propietaria de la cerveza mexicana Corona tiene una participación del 38% en la compañía canadiense Canopy Growth, una compañía de marihuana medicinal. Y una de las filiales de Heineken, por su parte, comercializa una bebida llamada Hi-Fi-Hops, realizada con infusión de cannabis.

Para Ponce de León la variedad de productos es casi inagotable: «El futuro de esta industria es el cáñamo. Más allá de la propiedades psicoactivas tiene un sinfín de propiedades medicinales, terapéuticas y también industriales: ropa, papel, biocombustible, materiales. Toca muchas áreas de la vida de los seres humanos: alimento, abrigo, techo, energía, medicina. Es  materia prima para más de 25 mil productos”.

Las trabas y la DEA

Mientras se abre paso como negocio, el cannabis aún continúa en el número 1 de la lista de drogas controladas por la DEA (la Administración para el control de drogas de Estados Unidos). Eso lleva a que muchos bancos norteamericanos no permitan operar a empresas que se dedican al comercio de productos derivados del cannabis.

Esa fue una de las principales trabas para Uruguay en estos cinco años desde que se aprobó la Ley 19.172. Entre las soluciones temporales que se buscaron, algunas farmacias pasaron a llevar sus cuentas de manera personal, sin poder aceptar tarjeta de crédito. «Además del marco regulatorio, Uruguay ofrece una estabilidad social, política y económica que otros países no tienen. Tenemos todo para jugar un buen partido, sólo hace falta que nos decidamos. Si no aceleramos en algunas cosas, por más que seamos pioneros, nos va a pasar el tren», afirma Ponce de León.

En la última Expocannabis, el 50% de las consultas fueron de brasileños y argentinos. Dos países vecinos que están lejos de la regulación que tiene Uruguay, aunque sí se acepta el uso terapéutico de la planta. «La prohibición genera falta de acceso a la información. No se conocen los usos ni tampoco los riesgos y los daños. Lo que notamos es que en Argentina hay mucha sed de información. Y una búsqueda de sentirse libre, porque para cierta generación, el cannabis representa libertad.» Si de información y libertad se trata, basta con un dato: en sólo un año de comercialización en farmacias, el 55% de la marihuana que consumieron los uruguayos tenía origen legal.

«Una tendencia que crece en el mundo

Desde el pasado miércoles 17 de octubre hay un segundo país en el mundo que legalizó el uso de la marihuana para fines recreativos. Había sido una promesa electoral del actual primer ministro, Justin Trudeau, que asumió a finales de 2015.
¿Habrá más países que sigan los pasos de los norteamericanos? Su pertenencia al selecto G7 de los más poderosos permite entrever una apertura más rápida.
En Estados Unidos la marihuana con fines recreativos es legal en ocho estados. En Holanda se tolera desde 1976 el consumo, la posesión y la venta de menos de cinco gramos en los llamados coffe shops, así como el cultivo de menos de cinco plantas de cannabis. En Portugal el consumo se despenalizó en 2001, sin embargo sigue estando prohibido: los consumidores quedan sujetos a una multa que puede cambiarse por un tratamiento contra la adicción.
En España, el vecino ibérico, la ley tolera el consumo y el cultivo de cannabis en entornos privados mientras que el debate para la regulación se estancó en el Congreso tras una discusión que estuvo en el centro de la escena la última semana. En Latinoamérica, en tanto, el cannabis se ha legalizado sólo para uso terapéutico en Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Argentina, México y Perú. El camino para el consumo libre aún es largo, pero parece acelerarse.

Argentina: un paso atrás en la discusión

En agosto pasado la ministra de Educación de San Luis, Natalia Spinuzza, tuvo que renunciar a su cargo tras difundirse un video en el que estaba fumando marihuana durante su luna de miel en Holanda. Esta fue apenas una muestra de la poca aceptación social que aún tiene en el país el uso recreativo de la marihuana.
Si bien el cultivo de cannabis es posible siempre y cuando sea con fines terapéuticos, la despenalización del consumo aún no aparece en el horizonte ni tampoco se permite el autocultivo. Sólo el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) están autorizados a cultivar cannabis con fines de investigación médica o científica. Así lo indica la ley que se aprobó en el Congreso de la Nación en marzo de 2017, que además permite importar el aceite para los pacientes con indicación médica que figuran en un registro nacional creado por el ex Ministerio de Salud y tienen garantizado el acceso al aceite.