El aroma característico del papel y el ruido de máquinas produciendo se adueñan del ambiente al ingresar a la imprenta Chilavert, ícono de las fábricas recuperadas en el post 2001. Integrante del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, se dedica a la impresión de libros, folletos, encuadernados  y packaging en alta calidad. La cobija el barrio porteño de Pompeya, donde además cuenta con un centro cultural, un centro de documentación y un espacio para la educación popular. Por todo esto se ha convertido en un lugar de encuentro para los vecinos y vecinas. El lema «ocupar, resistir, producir» que aparece en la entrada de la imprenta expresa el proceso por el cual han pasado varias de las empresas recuperadas en Argentina.

Para poder continuar con el proyecto colectivo, los trabajadores de la imprenta recuperada llevaron adelante un festival para defender sus fuentes de trabajo. La actividad cultural se realizó este sábado desde las 18 en la puerta de la gráfica ubicada sobre calle Chilavert. Hubo bandas en vivo y teatro comunitario. Todo lo recaudado es para ayudar a los trabajadores.

Las fábricas recuperadas son hijas del desmantelamiento de la industria nacional, de las privatizaciones y los despidos, por aquellos años el país afrontaba un altísimo índice de desocupación y la destrucción de todo el cordón de la pequeña y mediana industria.

Las fábricas que quebraban en ese tiempo eran abandonadas por el patrón, ya que muchas estaban en crisis real, pero otras implementaban procesos fraudulentos de vaciamiento, como sucedió con la imprenta Chilavert, para reciclarse y abrir de vuelta en otro lado, sin los trabajadores que tenían antigüedad y sin las propias deudas.

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El Taller Gráfico Gaglianone fue fundado en 1923, en la calle Chilavert 1136, barrio de Pompeya. Hasta el año 1976 se dedicó a la impresión de folletería y prospectos para medicamentos. A partir de ese año imprimió exclusivamente libros y catálogos de arte y se constituyó en el sello Ediciones de Arte Gaglianone.

Antes del intento de abandono, durante hacía varios años, el deterioro de la empresa por parte de la patronal fue una constante. El proceso fraudulento de vaciamiento estaba en marcha. Las condiciones de trabajo fueron empeorando poco a poco, la inversión y el mantenimiento de la maquinaria se desvaneció y empezaron los atrasos salariales, la precarización permanente, los despidos. Hasta que finalmente declararon la quiebra.

Una quiebra en realidad fraudulenta. Para ese entonces, de los cincuenta trabajadores que llegó a tener la empresa, quedaban sólo ocho y se les adeudaba un año de sueldo. Decididos a no perder su fuente de trabajo, y ante el conocimiento de que el dueño iba a llevarse las máquinas, ocuparon el taller por ocho meses. Durante ese período, la imprenta permaneció cerrada, custodiada por la policía y ocupada por los trabajadores, quienes al no poder producir normalmente, y así generar ingresos para sus familias, recibieron el apoyo moral y material de los vecinos y empresas recientemente recuperadas. Resistieron dos intentos de desalojo y comenzaron a producir en forma clandestina. Resultado de aquella dura y difícil lucha, el 17 de octubre de 2002 la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires les otorgó la expropiación temporaria de la empresa. 

El primer libro que produjeron en estas condiciones fue trasladado fuera de las instalaciones a través de un hueco hecho en la medianera de la imprenta hacia la casa de un vecino, Julio, quien lo distribuyó en su auto mientras la policía custodiaba el frente de la imprenta. Julio era el antiguo técnico de las máquinas, él les había informado a los trabajadores que iban a vaciar el taller.

“El primer libro impreso bajo gestión  cooperativa fue: “¿Qué son las asambleas populares?”, cuenta Nelson Darín, trabajador histórico de la gráfica, en diálogo con Tiempo. “Esa maniobra  nos marcó como  recuperada y hoy es la esencia  de Chilavert, el hecho ocurrió el 25 de mayo de 2002, fecha en la cual ese libro sería presentado en una asamblea popular en el barrio de Palermo, te lo cuento ahora porque se puede”, agrega entre risas.

“Actualmente somos 35 compañeros trabajando en la producción gráfica diariamente  con una capacidad de producción al 40% de nuestra capacidad Durante el último año hemos acumulado una importante deuda como consecuencia del gigantesco incremento en el precio de los servicios básicos. Nos asfixian con tarifas impagables», denuncia. A raíz de los continuos aumentos de la factura de electricidad, han acumulado una importante deuda y los trabajadores afrontan intimaciones por parte  de la empresa Edesur, quien los amenaza  con cortar el suministro eléctrico del taller. 

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(Foto: Imprenta Chilavert)

Desde 2004 funciona en el primer piso el espacio “Chilavert recupera”, dedicado a actividades culturales y artísticas, una biblioteca, una galería de arte y un archivo dedicado a las fábricas recuperadas. “Esto nació con la inquietud de generar un espacio de producción cultural basado en la esencia autogestiva, de ahí su nombre», explica Ignacio Moñino, educador popular y periodista.   

El lugar cuenta además desde el año 2007 con espacio educativo para jóvenes y adultos propuesto y llevado adelante por grupo de educadores populares donde cada año estudian un centenar de estudiantes. El bachillerato popular emite títulos oficiales reconocidos por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.

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(Foto: Imprenta Chilavert)

“Quiero estudiar enfermería, me gusta ayudar y ese va a ser mi puente para estudiar medicina”, cuenta Saúl, de 25 años, quien comenzó a estudiar en 2018 y ya está en el tercer año del bachillerato popular. Al ser consultado sobre sus proyectos a futuro, dice: «Cuando llegué a estudiar al lugar vi mucha diferencia en la enseñanza, en la mañera de trasmitir los conocimientos. Nos enseñan los ejes de un modelo cooperativo y existe ese intercambio de herramientas entre  los estudiantes y los profesores, debatimos conceptos en asambleas”.   

“Como educadores populares celebramos estos lugares de encuentro donde todos los que llevamos adelante este proyecto colectivo y educativo tenemos algo para aportar, basado en la idea de Paulo Freire de la educación es diálogo, es un constante vivir experiencias mutuas, todos sabemos algo, laburamos en pareja pedagógica, aprendemos de compañeros a la vez de los estudiantes la concepción de los espacios populares de educación es tener el conocimiento y poder trasmitirlo», cuenta Moñino.