No, no es tan sencillo como parece. Hay que poner la mente en blanco, tener un cerebro libre de ideas, sin uso, joya, nunca taxi, pero un olfato entrenado para detectar plata fresca. He aquí una serie de tips para convertirse en un opositor destructivo sin necesidad de abrir un libro, sentir vergüenza, ni moverse de la reposera.

1) Pertenezca primero al oficialismo. Es bastante fácil  y le permitirá convertir al país en su propia empresa. Solo tiene que pedirles a unos cuantos empresarios que le banquen la campaña electoral prometiéndoles que, de resultar electo, les regalará una tajada del país tan tentadora como una porción de torta de chocolate. Luego, una vez en el gobierno, inspírese en La armada Brancaleone y constituya un grupo heterogéneo de secuaces. Por ejemplo, un rabino que se disfrace de árbol para defender la ecología y viaje a Chile a comprar electrodomésticos más baratos que en el propio país del que es funcionario; una ministra de Seguridad de mente tan abierta que proponga que el que quiera andar armado, ande armado…; un excocinero devenido intendente que crea que el Pozo de Banfield es un bache gigante; una titular de la oficina anticorrupción que sea lo suficientemente corrupta como para modificar una ley a su medida, acceder al cargo sin ser abogada y no investigar a los de su partido para que después no digan que hace favoritismos; un embajador de Panamá cuyas únicas luces sean las estroboscópicas de los boliches que visitó y de las de las fiestas que ofreció durante su misión. Luego saque a relucir su espíritu de voyeur y escuche a ajenos y también a propios; siga los consejos del viejo Vizcacha: “Hacéte amigo del Juez, No le des de qué quejarse… / Pues siempre es bueno tener / palenque ande ir a rascarse.” Aproveche entonces para perseguir, extorsionar y encarcelar enemigos políticos, incumpla  cada una de sus promesas, desfinancie la educación y la salud pública, viva un apasionado romance con el FMI y póngale al país bandera de remate. Ahora sí, vencido en las urnas, está en condiciones de ser el mejor opositor destructivo.

2) Deseche todo tipo pensamiento posible. El nuevo modelo de opositor es aquel que no tiene ideas, sino borborigmos producidos por una materia gaseosa que no llega a constituirse en idea, pero que es expulsada con ruidos estentóreos y gran despliegue de fuegos mediáticos artificiales. Por supuesto, esa masa gaseosa muy pronto se disuelve en el aire y es reemplazada por otra que puede tener una forma opuesta a la anterior sin que la contradicción manifiesta entre una y otra llegue a provocarle ni siquiera el más mínimo rubor a quien la emite. Es así que cierto pensamiento opositor está constituido por un número incalculable de deposiciones lingüísticas tan diversas, caprichosas y cambiantes que no llegan a constituir un corpus de pensamiento pero que, sin embargo, tienen algo en común: un tufo desestabilizador tan intenso que es capaz de traspasar la pantalla misma del televisor.

3) Convierta una tragedia de Shakespeare en una vergonzosa comedia grotesca. Mientras las cifras de los muertos crecen y el coronavirus deja de ser un enemigo que siempre ataca a los otros para expandirse entre nuestros propios seres queridos, es bueno que Lady Malbec (el escritor Marcelo Figueras dixit) instigue a los televidentes a asesinar mediáticamente al gobierno democrático ya que aquí, como no hay reyes, no es posible asesinar al rey Duncan. También es positivo que redoble su apuesta criminal ironizando sobre las Malvinas. Claro que la operación, además de miserable, es riesgosa. Pero a Lady Malbec hay que comprenderla. ¿Cómo podría entender que se sienta orgullo al decir que las Malvinas son argentinas, si ella y su pandilla quieren que el país entero sea extranjero?

4) Contrate una belleza televisiva que juegue a ser tonta, no tenga escrúpulos y fomente la ignorancia. Que los televidentes se graben bien esta verdad: “la vacuna mata”, los reactivos tienen “como unos metales” que hacen que el resultado dé positivo aunque sea negativo.  Ya se refirió a este fenómeno anticientífico el prestigioso investigador Marcelino Cereijido en su libro Hacia una teoría general sobre los hijos de puta. “El analfabetismo científico inducido -afirma en él-es normalmente generado por instituciones a las que el avance de la ciencia perjudica.” A estas instituciones les conviene que “haya un número suficientemente grande con un nivel cognitivo y moral por debajo del necesario para interpretar la realidad a la manera científica; lo que también aplica a los gobiernos conservadores que favorecen el establecimiento de teocracias cognicidas.” Nada mejor para combatir el coronavirus que beber en cámara sustancias que envenenan, tomar sopa de alas de murciélago albino y “hablar con gente normal en vez de consultar a epidemiólogos.” 

5) Postúlese como una persona ultra democrática que abomina de la democracia. No hay en esto contradicción alguna. En una democracia somos todos iguales pero hay algunos más iguales que otros. Y si los pobres son muchos, afean el paisaje y encima joden con reclamos porque pretenden comer todos los días, hay que reformatear la sociedad y llevarla a un modelo más autoritario.  Si es periodista y al principio le da cierto pudor decir porquerías de este tipo en cámara, anótese en la Escuelita de Periodismo de Micky Vainilla, de donde saldrá hecho un reverendo sucesor de Bernardo Neustadt.