Era otra la sociedad, también era otra la tele. También era otro el que escribe este texto: hace 54 años ya no gateaba, porque había llegado a los 6, pero…

Guillermo Alberto Brizuela Méndez, el Negro. Fue uno de los tipos más queridos de la tele en blanco y negro. Un locutor-presentador, simpático y entrador. Predecesor de otros como Pipo Mancera, Juan Carlos Mareco u Orlando Marconi. El 17 de octubre de 1951 condujo la primera emisión televisiva en blanco y negro con la que se inauguró Canal 7. También tomó el micrófono en el primer móvil de la tele argentina, en un acto de Eva Perón. Tiene el récord de haber hecho un vivo de 56 avisos de TV en un día.

A Nélida Teresa Colomba se la conocía simplemente por su apellido. Era una presentadora seria, grandota y de buena voz, nacida en Córdoba. Se había casado con Enrique Dumas, un cantante de tango de buen porte. Trabajó también de actriz, tanto en la radio como en la televisión.

El Negro y Colomba, en 1962, arrancaron con La Feria de la Alegría, junto a Margarita Padín, una actriz muy simpática que rápidamente dejó el ciclo. También los secundaba Juan Carlos De Seta, un conductor muy ocurrente, que daba sus primeros pasos y quien luego tendría extensa trayectoria, incluso como actor de comedia.

La Feria… fue un boom en el flamante Canal 9 de Alejandro Romay, quien además lo llevó a los teatros. Fue el primer programa “ómnibus», de los que iban los sábados o los domingos y duraban toda la tarde. En el tiempo y en el recuerdo siempre competirá en popularidad con los Sábados Circulares de Nicolás Mancera.

Cada uno con su estilo, íconos de aquella tele, edificados sobre la base de entretenimientos, sorteos, juegos, invitados estelares, cantantes famosos. Show fabuloso. Incluso con  carreras de bebés, como se puede certificar en las imagenes que se adjuntan.

Sí, lo mismo que en el programa 2017 de Susana Giménez, aunque más de medio siglo antes. Aquellos nombres, especialmente Pipo, más descontracturado y de igual modo más descarnado, también pugnaban por captar audiencia y para ello ofrecían atracciones importantes, show, impacto. Sólo que en aquellos tiempos, en aquella tele monocromática, la desesperación por una décima de rating no llegaba a que una diva platinada exacerbara su condición intelectual, ni que a los productores se les exigiera copiar sin pudor y despreciar los principios y la ética.

Susana no inventó la competencia de bebés. Se realizaron, incluso en los últimos tiempos en lugares tan disímiles como Japón, Polonia, Perú, o tantos otros. Como también, en todas las épocas hubo padres anhelantes por exponer a sus indefensos bebés (más allá o más acá de límites admisibles), aunque antes se les ofrecieran chupetes para que gatearan, y ahora les pongan un celular ante sus narinas como zanahorias… Tal vez, sí se haya haya variado con la urgente transformación de los tiempos. Tal vez sí se haya incrementado la desesperación por lucrar con esos loquitos bajitos. La de esos padres que mueren por hacerlos ricos y famosos, para ser ricos y famosos ellos mismos. La hubo, la hay y la habrá. Seria un milagro que en un futuro, esa tendencia decreciera su intensidad en sociedades cada vez más megacultoras del exitismo y que llevan a sus ídolos televisivos (de montas diversas) a los altares divinos más extraordinarios.

No, Su no inventó la tele basura. Pero no tiene el menor empacho en enchastrarse en el lodo profundo por un céntimo de audiencia. Claro, no es la única…