Construir una vida con tiempos distintos

Por: Víctor Hugo Morales

Desde el primer momento fue muy claro. Lo que estaba sucediendo era coherente con la única posibilidad que tenemos, como sociedad, de combatir este virus. Entendí que, particularmente, pertenecía a un grupo con alto factor de riesgo, aunque me preocupó mucho más que por mí, por todas las personas que están en esta situación, me preocupa más por la gente, por mis amigos, por mi familia. Lo entendí al minuto de las explicaciones que dieron desde el gobierno. Antes incluso de que se definiera la cuarentena estricta.

Y así, llevo aun más tiempo, por lo menos en una semana más, en este encierro, en este aislamiento, por-que en la radio, en la 750, se realizó un protocolo muy preciso, muy estricto. Recuerdo que al principio fui un poco crítico de este tipo de situaciones y hasta les dije a mis compañeros que asistiría a los estudios de la emisora, que yo no tenía temores. Pero cuando se dispuso el protocolo, lo entendí perfectamente. Incluso, luego, pasó como una semana hasta que el gobierno decidiera el aislamiento obligatorio. Yo ya estaba, por entonces, haciendo mi entrenamiento, ya estaba “elongando” para el ejercicio nuevo de estar encerrado. Por supuesto que al principio se produce una gran perplejidad porque el trabajo es un gran organizador de las horas, de la vida. Muchas veces lo he escrito, compadeciéndome de las vicisitudes que a los desocupados se les presenta en cada jornada. Por caso, en mi libro Un grito en el desierto, el protagonista está encerrado y no por coronavirus, sino porque está harto de salir a pedir trabajo y decide no hacerlo más.

En ese sentido ratifiqué que hay una necesidad de construir una vida con tiempos distintos, aunque la vida sea la misma. Con el eje que siguió significando que, al fin de cuentas, desde mi casa, todos los días, hago mi programa a la mañana para la radio y, por las tardes, una salida más corta para la televisión, en C5N, que hasta este viernes hice por skype, pero ante lo que ocurría, entendimos con la gente del canal que, con muy extremos cuidados, podría estar presente en el estudio. Y pude advertir que también el protocolo en C5N es tan estricto como eficiente.

Con eso, más o menos me quedaba el día dividido. Entonces, qué hacer desde el mediodía hasta esa hora en que salgo por la tele… Y como soy muy buen lector, le entré a todos los libros que tenía en espera: ya he leído como seis o siete de distinto tipo. Lo he pasado muy bien. Para las horas de la noche redescubrí la posibilidad de Netflix: no sabía ni ponerlo. Encima, ahora mi señora está en Uruguay haciendo su cuarentena con parte de la familia, porque ella regresó de México. Tuve que aprender cómo utilizarlo: pues, recibí las instrucciones y aprendí a ponerlo… Veo muchas series: hay algunas muy buenas y otras que las dejo por la mitad del primer capítulo… Además, veo mucha ópera por el canal Allegro: incluso, por estas horas hay una programación nueva que me tiene muy entusiasmado.

Durante los fines de semana se presentaba un desafío particular, porque no tengo que trabajar ni en la ra-dio ni en la televisión, y tampoco en las emisiones de fútbol por la cadena Relatores. Lo reconstruí con más lectura y un poco de televisión, aunque enseguida me di cuenta de que me acompañaría poco, salvo C5N, ya que es una cosa muy reiterativa. Todo el día con lo mismo, incluso cuando no existe un dato nuevo. Es la continuidad de una sola información con algunos matices.

En esa introspección, en esa cuestión personal, hice lo del 99% de la gente. Puse en orden la enorme can-tidad de los libros que mi mujer me reclamó toda la vida que acomodara, para no ir tropezando con ellos; ordené un poco la ropa; terminé jugando como una obrita de teatro (que no me animo ni a comentar aunque la satisfacción haga que durante este fin de semana quizás me largue a escribir otra). Y, además, le di la puntada final a un nuevo libro, muy interesante, muy valioso, que realizamos con Alberto Mahr, quien ha seguido los pasos de los grupos dominantes en su manera de informar la actualidad, en los últimos años, con toda su perversión, sus mentiras y las persecuciones desatadas contra ciertas personas. Sobre esa base, construimos un nuevo libro que, quizás, vaya a llamarse Batalla de la información.

Además me hicieron varias notas, tuve una participación como entrevistado con gente de Barcelona que está por sacar un libro de periodismo y me doy el gusto de atender llamados, o hacerlos, con gente de distintas partes del mundo.

Así que entre lo que leo, lo que escribo, las series que veo y el andar un poco por la casa, he construido una etapa agradable de mi vida. Tanto, que no estoy enojado ni molesto: lo estoy pasando bien. Incluso, tenía una contractura histórica en el cuello, por acumulaciones de lo que llamamos estrés, y se me fue curan-do: un día me desperté y me di cuenta de que ya no estaba. Yo siempre fui una persona que abreva mucho en la música, el teatro, el cine. Al teatro lo extraño enormemente… Pero es notable que uno, en estas circunstancias, genere una inercia nueva. Diría que no estoy extrañando. O posiblemente sea que estoy a buenas con la idea de que no se va a poder y no me revelo ante ello.

Pero fundamentalmente, de esta manera, me sentí parte de algo útil. A veces, una persona desocupada lo que siente es que la tratan como a un inútil, como una carga para la sociedad. En este caso, el padecimiento es distinto. Sentí que estaba colaborando y ejerciendo un papel útil a todos. Es interesante. Lo decís al aire. Lo repetís de esa manera y actúa en vos como algo de una absoluta convicción.

La inercia, en este momento funciona de tal modo, que cuando salí este viernes para ir al canal lo sentí con un tono de perplejidad. No entendía muy bien qué estaba haciendo en la calle. Al revés de lo que siempre imaginé para mi vida, ya que efectivamente, soy un tipo muy salidor. Pero la cuestión es aceptar lo que está sucediendo y es probable que, cuando se destrabe definitivamente la situación, se pueda vivir con el mismo entusiasmo.

En cuanto al trabajo en la radio, sé cómo se desarrolla la 750. Estoy muy conforme sobre cómo han hecho el recorrido periodístico. Está todo como era entonces, no cambia nada porque hay grandes profesionales, entre los que salen al aire, y lógicamente es estupenda la labor de los productores (por caso, los de La maña-na: Paula Horman, Julián Capasso, Juan Derbyensis, Alan Longi). El programa fluye de la misma manera que si yo estuviera en estudios, gracias a la profesionalidad de Cynthia García y a la fundamental labor de los operadores (Ricardo Cutufoz y Sergio Altieri). No tengo la sensación de que el programa haya perdido algo salvo, claro, que cuando uno está allí hay otro feeling con la realidad.

Pero hecho a la circunstancia aparece lo importante: cómo, cada uno de nosotros, ha asumido esto y contempla que la cuarentena es útil, es necesaria, que está bien. Y que hay que hacerla. Todo lo demás es aleatorio.

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