Elizabeth tenía 34 años y un hijo de dos. Llegó al hospital Manuel Belgrano de San Martín con una pérdida enorme. Al revisarla, los médicos comprobaron que se había practicado un aborto casero introduciéndose tallos de perejil en su útero.

Apenas lo supieron la internaron de urgencia, dada la dimensión de la infección, le extirparon el útero. Sin embargo, no pudieron ubicarla en terapia intensiva para los cuidados necesarios porque no había lugar. En cambio permaneció en un shock room (servicio de guardia). Pasadas casi 24 horas y como no presentaba ninguna mejoría, la mujer fue traslada a la terapia intensiva del hospital Magdalena Villegas de Martínez en Pacheco donde murió.

El caso de Elizabeth es un cuadro típico de muerte clandestina por aborto, producto de un cuadro infeccioso grave que se produce al haberse instrumentado en forma inadecuada un aborto.

Durante las plenarias en el Senado de la Nación, Daniel Gollán, ex ministro de Salud de la Nación, presentó una tabla de cifras alarmantes al respecto y puso el acento en la gravedad de la clandestinidad pero también en el estado en el cual están hoy los servicios de salud pública. En esas mismas jornadas, muchos senadores insistieron en el gasto público que podría implicar la práctica abortiva. Lo que pasó con Elizabeth comprueba lo contrario.

“Uno sabe que el 99% del desenlace de estos casos va a ser fatal. Esta chica llegó el domingo a la noche al hospital Belgrano de San Martín, estuvo en el shock room porque la terapia intensiva está destruida. Permaneció en ese lugar sin los equipamientos adecuados. Durante 24 horas los médicos no consiguieron una derivación a ningún hospital de la provincia de Buenos Aires, porque están todos colapsados. En algunos falta personal, en otros equipamiento, en otros ambas cosas”, enfatizó Gollan.

–¿Por qué los senadores que votaron en contra de la ley insistieron tanto en el gasto público?

–No entienden que es todo lo contrario. Precisamente entre 50 y 60 mil mujeres entran todos los años estadísticamente en hospitales públicos por alguna complicación derivada de un aborto hecho en condiciones inseguras de la clandestinidad. La mayoría logra recuperarse bien, pero hay otras con anexohisterectomía (la extirpación de útero y anexos: trompas y ovarios). Muchas otras terminan con colostomías e infecciones abdominales severas que dañan el intestino… Esto refuta totalmente lo que se esgrimía, esto es lo realmente caro. La práctica del aborto, cuando es legal, en el 90% de los casos no es quirúrgica, es medicamentosa y es ambulatoria, con control médico estricto pero ambulatoria. No lleva días de internación ni nada.

–¿Cómo funciona en los países donde está legalizado?

–Yo expliqué claramente por qué nunca deja de haber abortos. Es una realidad, contra la creencia de los senadores que desearían que sea diferente. Ese deseo no se da. Aún en los países más avanzados, como por ejemplo Irlanda. Allí el 78% de las mujeres son católicas practicantes. Y la enorme mayoría de los abortos eran de mujeres católicas que se cruzaban a Inglaterra para abortar. Ellas decidieron blanquear la situación, dijeron que siguen siendo católicas pero que quieren abortar en la legalidad y no tener que irse a abortar sólo en Inglaterra. Hay que separar el deseo, la moralidad, la religión de la ética que uno cree individual y moverse con la realidad eso es lo que planteamos desde el punto de vista del sanitarismo.

–¿Cómo se manejan los hospitales en el gran Buenos Aires cuando ingresa una paciente con un aborto casero?

–Es una realidad mixta. En general tenemos hospitales donde los equipos de salud realizan legrado posterior a un aborto, y tenemos otros que no, que judicializan, que maltratan y estigmatizan. No tanto acá como sucede en algunas provincias, sobre todo del norte, donde la estigmatización y el maltrato son más grandes. El tema central de la provincia de Buenos Aires es que los hospitales están en muy mala situación. En muchos casos, por más que los profesionales hagan esfuerzo, tengan buen trato y buena predisposición, no hay equipamiento para dar una buena atención.

–¿Qué peso tiene en todo este contexto la clandestinidad y la falta de registros?

–Hacer esto en la clandestinidad demuestra que hay una cuestión que está demostrada y es que cuando una mujer decide hacer aborto lo hace sea legal o ilegalmente. Cuando es legal, ninguna mujer sale a hacerse un aborto si no tiene ganas. Cada caso que conocemos da testimonio de ello. El asunto es si lo hacen en condiciones de seguridad, entonces tiene que pagar una gran suma de dinero para hacerlo en un lugar seguro pero clandestino, lo cual también estigmatiza. La clandestinidad es muy angustiante, tienen que tomar una decisión sola, y casi siempre sin apoyo de nadie.

–¿Cómo vivió las jornadas en el Senado?

–Las jornadas fueron fabulosas más allá de lo que se decidió finalmente. Es un hito haber puesto este tema en la discusión, en la calle, entre personas de distintas generaciones. Esto está destinado sí o sí a terminar aprobándose en algún momento, porque está en la agenda del movimiento feminista con una fuerza inusitada. Se ha podido explicitar la racionalidad que debe tener este tema. Es importante que 31 senadores hayan votado a favor, porque al principio se hablaba de que no había más que 14, 15 o 16 senadores. Seguramente, cuando se vote en las próximas elecciones, vamos a poder elegir senadores que entiendan este problema.


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