Treinta y cuatro víctimas fatales confirmadas y más de 300 personas desaparecidas es hasta el momento el terrible saldo de una de las más trágicas catástrofes ambientales en la historia de la región, luego de que la rotura de un dique de la compañía minera Vale desencadenara el viernes un alud de barro y residuos minerales que arrasó el municipio de Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, Brasil.

Las cuadrillas de emergencias ya rescataron cerca de 50 personas del lodo, pero la perspectiva de estar ante una tragedia aún mayor la dieron las propias autoridades mineiras, que reconocieron que las posibilidades de encontrar más sobrevivientes es remota.

«Haremos lo que esté a nuestro alcance para atender a las víctimas, minimizar los daños, hacer justicia y prevenir nuevas tragedias como las de Mariana y Brumadinho, por el bien de los brasileños y del medio ambiente», dijo el presidente Jair Bolsonaro, luego de sobrevolar la zona.

La referencia del mandatario es a Mariana, otra región de Minas Gerais azotada en noviembre de 2015 por la que se considera la mayor tragedia ambiental en la historia de Brasil, que también involucró a Vale do Rio Doce, una de las más grandes empresas de ese país, estatal desde 1942 pero privatizada en los ’90, y hoy la principal exportadora mundial de hierro. Aquella vez, una falla en la represa Fundão liberó 34 millones litros cúbicos de desechos mineros, que causaron 19 muertes y contaminaron un total de 663 kilómetros de cursos de agua en 39 municipios de dos estados.

El desastre ocurre a pocas semanas de la asunción de Bolsonaro, cuya administración, temen las organizaciones ecologistas, apuntaría a reducir las protecciones ambientales en un país que alberga la selva tropical más grande del mundo, la Amazonia, clave para el combate contra el cambio climático. El hoy presidente había dicho en campaña que consideraba que había que desregular esa vasta región para extender el agronegocio y otras industrias, entre ellas la minería a gran escala. Y criticó la «industria de la multa» que crearon los ambientalistas.

Respecto del desastre de Brumadinho, lo primero que se preguntan los investigadores es cómo no hubo ninguna alerta por parte de la empresa. Ante el sorpresivo colapso de la presa Córrego do Feijao, la avalancha de lodo ferroso sepultó las instalaciones de Vale, donde un centenar de empleados administrativos estaban almorzando cuando se desató el torrente de agua y residuos, e inundó todo el valle de Brumadinho. En teoría, la minera había promovido entre los habitantes del municipio un protocolo de seguridad para casos de accidentes ambientales, pero la alarma nunca se activó. Según el presidente de Vale, Fabio Schvartsman, el evento fue tan sorpresivo que no dio tiempo a avisar. En junio y septiembre de 2018, sendas inspecciones habían dictaminado que la infraestructura del dique era segura. De estructura pequeña, Córrego do Feijao estaba catalogada como de «alto riesgo» por las leyes ambientales brasileñas, por el daño potencial que su ubicación suponía en términos de pérdida de vidas humanas y de impacto ecológico.

«¿Cómo decir que aprendimos algo de Mariana?», se excusó Schvartsman durante una conferencia de prensa. La compañía minera brasileña y su socia en Mariana, la angloaustraliana BHP Billiton, todavía no pagaron la multa de un billón de reales que se les impuso por aquel desastre, investigado en el Congreso brasileño por una comisión integrada por diputados que recibieron aportes de campaña de Vale.

Además de la búsqueda de sobrevivientes, la preocupación pasa ahora por el estado de otra de las represas de Vale, la número 6, que con las lluvias del sábado –que obligaron a suspender momentáneamente las tareas de rescate– se desbordó. Los directivos de Vale aseguran que la estructura de esta represa, que contiene otro millón de metros cúbicos de agua ferrosa residual, está siendo permanentemente monitoreada en su estabilidad.

Vale también tuvo presencia en la Argentina, donde comenzó a operar en 2009, cuando adquirió por 1600 millones de dólares el proyecto Río Colorado, en Malargüe, Mendoza, para producir potasio, pero en 2013 lo abandonó y despidió a todos sus empleados. En 2016 se supo que buscaba otro inversor para reactivar el yacimiento, pero esa operación tampoco prosperó. «