Las quejas de vecinos y vecinas de Nordelta, en Tigre, convirtieron en noticia a los carpinchos, los roedores más grandes del mundo. Expresaron su preocupación ante el aumento de la presencia de esos animales entre las calles del complejo de barrios privados y alertaron por el ataque a mascotas y los destrozos en sus jardines. Mientras se reclama que se trate en el Congreso una ley que proteja los humedales, los roedores se instalan donde pueden tras haber sido desplazados de su hábitat, en esa zona donde los emprendimientos inmobiliarios avanzan a costa de desmonte.

“El hábitat natural de ellos era ese. Los desplazaron cuando hicieron los barrios. La fauna se fue cuando estaban las topadoras, las construcciones, pero hicieron lagunas en Nordelta, algunas tienen conexión con el río y una vez que entra una pareja de carpinchos, se empiezan a reproducir, porque no tienen predadores naturales. Se creó un hábitat parecido –no igual, pero parecido- con agua y se entraron a reproducir ahí”, explicó Roberto Goldschmidt , especialista en gestión ambiental y uno de los impulsores de la creación de la primera Reserva Natural Urbana y Pública de Tigre.

“Como estamos con el tema de la organización de la reserva y ahí se ven algunos carpinchos y estamos relativamente cerca de Nordelta, nos llegaron un montón de consultas de gente de ahí que nos pregunta si nos los podemos llevar y gente que pide ayuda porque dicen que dentro de Nordelta algunos los están matando”, contó el ambientalista y docente. Describió que los carpinchos “comen lo que encuentran, las cosas de los jardines, todo eso. Pero el tema de los ataques es relativo: no son animales agresivos. A menos que se sientan atacados. Son vegetarianos, no es que van a cazar un perro o gato”.

En el Delta del Tigre, el carpincho solía ser uno de los blancos de caza de la población isleña décadas atrás, cuando se cazaba como forma de subsistencia. En la actualidad, las y los isleños tienen actividades más relacionadas al turismo. De hecho, el avance para emprendimientos turísticos e inmobiliarios explica gran parte del desmonte en la zona. “Desmontan y rompen para turismo, cabañas, barrios. Con ese avance del turismo el carpincho va yendo a donde puede. En este caso a Nordelta, que tiene lagunas”, explicó Goldschmidt .

A nivel mundial, dijo el especialista, “lo que se dice es que mientras no pase cierto límite hay que aprender a convivir con la fauna autóctona. Porque es lo que estaba antes: si uno lo ve desde un punto de vista global, era el hábitat de ellos y se los desplazó para construir un barrio. Hay que aprender a convivir. Legalmente, no se pueden ni trasladar ni matar. Es la ley, por más que a veces no se cumpla”.

A tal punto escaló la ‘polémica’ por los carpinchos que llegaron a la Legislatura porteña: durante la sesión en la que se trata la autorización de construcción de torres sobre humedales en Costanera Sur, hubo carteles y menciones sobre los carpinchos en los discursos de legisladoras y legisladores que rechazan el proyecto Costa Urbana, de IRSA. Advirtieron que este tipo de obras altera el ambiente y su fauna, como pasó y pasa en Nordelta con los carpinchos.

“Es un tema que viene aumentando desde hace tiempo. No es la primera vez que hay menciones sobre carpinchos, y no solo, en barrios cerrados: también coipos, hasta víboras. Es normal y hasta es deseable. Es una ventaja que tienen estos barrios”, consideró Manuel Jaramillo, director de Fundación Vida Silvestre. Y agregó: “También es un tema que los vecinos de estos barrios tienen que asumir e incorporar. Es el precio por vivir en un entorno natural. Hay que aceptar la naturaleza, aprender a respetarla y cuidarla”.

El ambientalista remarcó que “no hay ninguna afectación posible a las personas. Los carpinchos son dóciles, asustadizos. Lo que se vio –sobre todo en programas televisivos y en imágenes en redes sociales- seguramente tiene que ver con que el perro atacó y el carpincho defendió a sus crías. En el caso de los humanos, es posible que uno pueda ser lastimado si quiere capturar a un carpincho pequeño y está la madre. Pero esas mordidas siempre son defensivas. Es mucho más peligroso un perro de raza grande que un carpincho. Desde el punto de vista de la salubridad, hay fotos con estiércol del carpincho en las piletas, pero eso debería asumirse como parte de convivir con la naturaleza. La reflexión es que hemos construido las casas en lo que ya eran las casas de los carpinchos”.

Jaramillo explicó que muchas veces los aumentos poblacionales de estos animales disminuyen por causas naturales, por lo que sólo se los debe monitorear y eventualmente tratar de ahuyentarlos con ruidos u otras formas inofensivas, para que no se instalen en las casas. Instó también a “reforzar la Dirección de Gestión de Fauna: es posible que a futuro en el diseño de estos barrios se establezcan medidas en este sentido, con los impuestos de estos barrios la Dirección debería tener recursos para hacer más monitoreos, por ejemplo”.

El director de Vida Silvestre llamó a “desmitificar el temor. Tenerle miedo al carpincho es como tenerle miedo a un conejo”. Sobre los supuestos riesgos que implica que puedan aparecer en la ruta, planteó que se debería señalizar y circular con más cuidado en las zonas que habitan. “He recorrido varios países de Latinoamérica donde los carpinchos son parte de la geografía del lugar, sin problemas. Es una cuestión de acomodarnos y poder entender que si vivimos en la naturaleza y somos parte, hay que compartir los espacios con todos sus elementos, incluyendo los carpinchos”.