Siete efectivos de Prefectura Naval Argentina (PNA) quedaron detenidos luego de que dos jóvenes de 15 y 18 años denunciaran que los habían secuestrado, torturado e incluso asaltado en la villa Zavaleta, en el barrio porteño de Barracas, informaron este sábado fuentes de la fuerza.

Los siete prefectos fueron apresados entre el jueves y el viernes por orden de la titular del Juzgado Criminal de Instrucción 6 porteño, María Gabriela Lanz, quien los investiga por el delito de «apremios ilegales». Según confirmaron fuentes oficiales, el primero de los detenidos fue arrestado el jueves luego de que las propias víctimas, identificadas como Ezequiel (15) e Iván (18), lo señalaran en sede judicial.

Otros dos fueron arrestados luego de que la jueza Lanz emitiera seis órdenes de captura, y finalmente este viernes se entregaron los cuatro restantes. Los siete fueron automáticamente separados de sus cargos mientras se investiga su participación en el hecho denunciado, agregaron las fuentes, en tanto que no se descartaba que pudiera haber más involucrados.

“Yo me acerqué para darle un abrazo a Eze y un oficial, así, de la nada, directamente vino y me pegó una trompada”. Iván Navarro denuncia a un integrante de las fuerzas de seguridad. Eze, Ezequiel Villanueva Moya, es su amigo, y volvía de la casa de su abuela en la Villa 21, el sábado a la noche, cuando un efectivo de la Policía Federal lo paró para revisarlo. Según contaron desde la organización popular La Garganta Poderosa en su Facebook, “los denigraron un rato a los dos, entre amenazas y chicanas sobre el supuesto origen espurio de sus prendas”.

“Negativa la requisa, los dejaron ir, pero apenas 30 pasos, donde volvieron a ser interceptados por tres móviles de Prefectura, con cuatro uniformados cada uno”, cuentan desde el medio de comunicación. “Nos tiraron adentro de un coche y nos llevaron hasta la garita de Osvaldo Cruz e Iguazú. Para cagarnos a palos. Y no nos largaron, nos subieron a otro auto, pero primero nos taparon la cabeza y nos obligaron a sentarnos uno encima del otro”, narran los jóvenes. De ahí, se los llevaron hasta un descampado lindero al Riachuelo, detrás de una fábrica, sobre el Camino de Sirga. “Cuando ya había unos 10 prefectos, uno dijo que nos iban a matar, porque total nadie nos iba a reclamar”, agregan.

Les pegaron trompadas en la cara y palazos en las piernas. “Nos obligaron a tirarnos al piso y hacer flexiones de brazos, hasta que uno le saltó sobre la espalda a Ezequiel y otro me preguntó a mí dónde quería el tiro”, dice Iván. Y añade: “Alterados, como sacados, nos esposaron a un caño y dispararon varios tiros al aire, mientras nos quitaban las camperas que supuestamente habíamos robado”.

Los jóvenes también denunciaron que los prefectos “se reían cuando nos ponían un cuchillo en el cuello y nos decían que también les parecían lindas nuestras zapatillas, nuestras cadenitas… Nos sacaron todo”. Justo ahí, a pocas cuadras de la Parroquia Caacupé, uno de los prefectos puso su arma en la nuca de Iván, para obligarlo a rezar. “Dale, un Padre Nuestro para que no te mate, dale”. Y al final, cuando por fin accedieron a soltarles las manos, los encañonaron por la espalda, con una escopeta: “Corran bien rápido, o van a ser boleta”.

La denuncia llegó a la Procuraduría contra la Violencia Institucional y este martes se presentaron en la fiscalía de Pompeya, para prestar declaración. En ese lugar estaba uno de los denunciados, el prefecto Leandro Adolfo Antúnez. Los chicos lo vieron, lo señalaron y lo denunciaron. Acto seguido, el fiscal Marcelo Munilla Lacasa pidió la orden de detención y la remoción de los agentes que integraban el móvil. “Pero ahora, nuestros compañeros tienen miedo. Sus familias tienen miedo. Nosotros tenemos miedo”, dicen desde la Garganta.