“Tengo un problema de estatura pero realmente estoy sano”. Diego Serpentini simplifica. Tiene 14 años y deja que sean los médicos los que expliquen que padece displasia esquelética, una patología que afecta su talla pero no su capacidad motriz ni cognitiva. Se trata de una enfermedad poco frecuente. Dieguito, como le dicen, mide un metro. “Mi único problema es que soy de talla baja”, reafirma.

Paciente del Servicio de Crecimiento y Desarrollo del Hospital Garrahan, es fanático del fútbol. Hincha de Boca Juniors, como sus dos hermanos, Luciano y Lautaro, de 12 y 16 años, Diego juega al fútbol en el Club Everton de La Plata. Y si bien su baja estatura podría suponer un obstáculo, el pibe la deja chiquita. Juega de volante central en el equipo de fútbol 7 y este año debutará en cancha de once.

“Arranqué a jugar al fútbol en 2009, siempre en Everton, y a pesar de mi enfermedad, me dijeron que fuera”, recuerda el pequeño crack que confiesa no estar para nada nervioso ante el desafío de jugar en una cancha grande: “Está buenísimo y para mí nos va a ir bien”. Conoce sus limitaciones, y aunque sabe que “no es lo mismo jugar con chicos más grandes, porque tienen más cuerpo y me sacan” o que no puede sacar ventaja en un pique largo, vive al fútbol como una pasión. “No puedo dejar de jugar. Juego y me siento bien”, asegura.

Según explican los médicos que lo atienden en el Garrahan, la actividad física, importante en todos los niños, lo es especialmente en quienes sufren discapacidades motoras: una encuesta realizada en el hospital pediátrico da cuenta de que solo el 15% de estos pacientes realiza deportes en forma regular.

Existen unas 7000 enfermedades poco frecuentes (EPF) y en total afectan al 7% de la población mundial. La que tiene Diego pertenece al grupo de las displasias esqueléticas, que son condiciones genéticamente determinadas y alteran el desarrollo de los huesos, manifestándose en la baja estatura. En su caso, afecta el crecimiento de los huesos largos y, con mayor compromiso, las manos y los antebrazos.

“Hoy es un niño sano, feliz. Cuando era más chico quizá le costaba venir al hospital, pero ahora viene a los controles y es nuestro pequeño campeón”, cuenta Virginia Fano, quien lo atiende desde los dos años. La jefa del Servicio de Crecimiento y Desarrollo destaca cuán importante fue para sus pacientes incorporar la actividad deportiva: “El sedentarismo es prevalente en los niños y jóvenes con discapacidades. La falta de ejercicio y las dietas predisponen al sobrepeso y a la obesidad, empeorando los síntomas de las enfermedades esqueléticas, por disminución de la movilidad, la fuerza y masa muscular”.

Debido a su patología, y a su habilidad, Dieguito obtuvo un permiso especial de la Liga Amateur Platense para jugar en la categoría 2005 (él nació en 2002, pero los chicos de su edad “son enormes, como monos”, dice). Y piensa sacarle provecho a esta oportunidad: entrena tres veces por semana, juega dos partidos por fin de semana y, además, pasa todas las tardes haciendo jueguito o dándole sin descanso a la pelota en compañía de sus hermanos.

“Desde chiquitito siempre fue normal. Cognitivamente está bien y hace las cosas como cualquier chico normal. En la escuela lo aceptan muy bien, es muy querido y nunca se sintió discriminado”, cuenta Claudia, su mamá, que ya sabía desde que Diego estaba en su panza que iba a tener dificultades para el crecimiento. Recuerda que hasta que Diego fue operado de amígdalas y adenoides, a los cinco años, tuvo problemas respiratorios. Pero luego de la intervención “cambió totalmente y se dedicó al deporte, que lo ayudó para el desarrollo”, se alegra esta madre que ve con alegría el presente de su hijo: “Ahora juega al fútbol como sus hermanos. En el equipo lo contuvieron desde un principio tanto psicológica, social como afectivamente. El fútbol lo ayudó mucho, porque él necesitaba desarrollarse en algo. Y va muy alegre a jugar. Es como él dice, una pasión”.

Diego siempre será de talla baja. Seguirá creciendo pero muy poco y muy lentamente, según explicaron los médicos a la familia. Pero cuando le gritan “¡Vamos, Messi!”, el pibe sonríe con timidez y se permite soñar: desea jugar en la Selección Argentina de Talla Baja. Y romperla en cada partido, como el mejor del mundo. «

Crecimiento

El caso más célebre de un tratamiento exitoso de un déficit de crecimiento que involucra a un argentino es sin duda el de Lionel Messi, pero es bien diferente del de Diego Serpentini. Al capitán de la Selección Argentina se le detectó un déficit parcial de la hormona de crecimiento, un conflicto endocrinológico relativamente frecuente dentro de las enfermedades infantiles no tradicionales, que afecta aproximadamente a uno de cada 20 mil nacimientos.

El tratamiento de la Pulga consistió en reponer ese faltante de hormona en el organismo durante la etapa de crecimiento.