La salida masiva de corredores que se registró el lunes pasado en la Ciudad de Buenos Aires puso en evidencia al menos tres cuestiones preocupantes: por un lado, mostró la falta de planificación de estas medidas en medio de la cuarentena por parte de las autoridades porteñas; por el otro,  puso de relieve la escasez de espacios verdes públicos y, en paralelo, el acceso desigual a esos espacios entre los diferentes barrios, un viejo reclamo de las organizaciones sociales, civiles y políticas que trabajan la problemática.

Los ansiosos atletas y aficionados pudieron generar endorfinas en la calle gracias a que se aprobó el protocolo planteado por la Ciudad, que habían propuesto que los denominados runners pudieran salir de 20 a 8, sin la obligatoriedad de utilizar barbijo. Y esto en el conglomerado más comprometido por la creciente cantidad de casos de coronavirus.

“La medida se dictó sin tener un plan integral. Faltó considerar todas las variables porque no hubo un adecuado diagnóstico”, considera la legisladora Claudia Neira (Frente de Todos), a cargo de la comisión de Protección y Uso del Espacio Público de la Legislatura porteña, quien precisó que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta “no previó que la gente que salía habitualmente a correr lo iba a hacer toda junta después de tantos días de encierro, y que además iban a sumarse aquellos que simplemente querían salir”.

Según Neira, “la habilitación a la actividad física debería haberse contemplado de manera escalonada, dado que el acceso a los espacios verdes, por su distribución en la Ciudad, es muy disímil: algunos barrios, como Puerto Madero, tienen muy buen acceso, pero para la gran mayoría es muy poco”.

Más allá de la polémica sanitaria por el permiso para correr en plena pandemia, el déficit de espacios verdes se ha vuelto crónico. “La Ciudad de Buenos Aires atraviesa una crisis ambiental, sobre todo por la cantidad deficiente de espacios verdes. Los indicadores de metros cuadrados por habitante son inferiores a lo que se recomienda a nivel internacional”, explica el presidente del Observatorio del Derecho a la Ciudad (ODC), el abogado Jonatan Baldiviezo.

Los últimos datos aportados por el gobierno porteño, dos años atrás, refieren que la ciudad cuenta con unos 6 m2 de espacio verde por habitante. “Pero la información brindada tiene algunas falencias: cuantifica espacios que no lo son”, precisó Baldiviezo. “Para el Código Urbanístico, un espacio verde es todo aquel lugar verde, absorbente, que tenga una conexión directa entre las lluvias y las napas, y cuyo acceso sea público, no esté privatizado ni mercantilizado”.

De acuerdo a esa definición, Buenos Aires contaría con muchos lugares menos de esparcimiento. “El gobierno contempla erróneamente, pero no de manera ingenua, las plazas secas, estacionamientos subterráneos, espacios verdes privatizados como el Parque de Las Victorias, o manejados por el Estado donde cobra entrada, como el Parque Sarmiento. Si eliminamos todos esos terrenos, los metros cuadrados se reducen considerablemente”, analiza Baldiviezo.

El arquitecto Osvaldo Guerrica Echevarría, presidente de la Asociación de Amigos del Lagos de Palermo, coincide con esa apreciación. Destaca que “de las 1826 hectáreas de espacios verdes que el gobierno porteño asegura que hay disponibles, la cifra real sería más cercana a las 1379 hectáreas, lo que daría unos 4,59 metros cuadrados por habitante, ya que habría que descontar las 78 hectáreas de plazoletas secas computadas, las 222 hectáreas de los jardines de la Avenida Gral. Paz y las 27 hectáreas de los polideportivos”.

Todo esto se complica aún más si se tiene en cuenta que en los últimos quince años la Ciudad ha “puesto en valor” muchas superficies, lo que generó perder cerca de un 30% de los suelos absorbentes.

Tras un relevamiento del funcionamiento del espacio público en la Ciudad en este contexto de pandemia, Claudia Neira propone “repensar la nueva normalidad” a partir de la creación de un Comité de Expertos en Urbanismo, Espacio Público, Ciudades y Ambiente, que contemple el distanciamiento social, las propuestas de intervención y la equidad en la oferta del espacio público.  «

Las reservas que salen a remate

La Ciudad de Buenos Aires está lejos de cumplir los estándares internacionales que recomienda la Organización Mundial de la Salud: no menos de 10 m2 de espacio verde por habitante. Entre las capitales de Latinoamérica, la magra cifra porteña (6 m2) sólo es superada por Lima, con apenas dos metros cuadrados. Sin embargo, eso no impidió que el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta ocupe la vicepresidencia del Grupo de Liderazgo Climático, también conocido como C40, desde donde se coordinan políticas para reducir la contaminación.

“Buenos Aires no es una ciudad verde como se busca imponer discursivamente. Por ejemplo, Bogotá tiene 16,9 m2 por habitante; San Pablo 11,5; Rosario tiene 10,4; Curitiba, 50 metros cuadrados”, ejemplifica Jonatan Baldiviezo.

El abogado especializado en espacio público subraya que “no tenemos un Código Ambiental por decisión del gobierno, que no quiere poner esto en discusión, mientras saca a remate los grandes terrenos que la ciudad tenía como reserva para transformar en espacios verdes, como los playones ferroviarios”.

“Son precisamente estas tierras las que se están vendiendo con fines especulativos inmobiliarios: las playas ferroviarias de Palermo, Caballito, Liniers, Estación Buenos Aires, Colegiales, Chacarita”, enumera el arquitecto Osvaldo Guerrica Echevarría.

Baldiviezo concluye que «la mala distribución geográfica de los espacios verdes en la Ciudad quedó en evidencia el lunes. Las comunas 1 y 8, por ejemplo, tienen gran cantidad de estos terrenos, pero otras, las más densamente pobladas, apenas tienen 20 centímetros cuadrados per cápita”.