La vacuna concentra toda la atención pero lo cierto es que los meses de la pandemia han sido increíblemente fructíferos en otros desarrollos científicos, de tipo terapéutico, que conforman una considerable panoplia de herramientas médicas en la batalla contra el Covid-19.

Varias de esas alternativas han visto avances en la Argentina. El suero equino híperinmune, que utiliza anticuerpos contra el SARS-CoV-2 desarrollados en caballos a partir de la inoculación de los animales con una proteína del virus, está entre las más promisorias.

Y este jueves se conocieron detalles de otra investigación que podría, según el doctor Fernando Polack, a cargo del estudio, convertir a este coronavirus en, apenas, “un mal catarro”.

Se trata de un estudio de la Fundación Infant sobre la administración temprana de plasma de convaleciente en adultos mayores infectados con Covid-19, la población que mayor riesgo presenta. Según explicó Polack este jueves en conferencia de prensa, si se lo suministra durante los primeros días puede bloquear al virus y reducirlo a la categoría de simple resfrío.

“El plasma, administrado durante los primeros tres días de síntomas leves, tuvo un 60% de eficacia del 60% en disminuir la progresión de los pacientes a desarrollar una enfermedad severa”, aseguró el médico pediatra e infectólogo durante una conferencia de prensa en un salón del estadio de River Plate.

Polack, que también coordina los ensayos de fase 3 de la vacuna de Pfizer-BioNTech en el Hospital Militar Central, recalcó que “el plasma funciona para pacientes leves si el donante tiene anticuerpos suficientes y cuando es administrado antes de las 72 horas. Funciona en los mayores de 65 años con comorbilidades y en mayores de 75 años en general, que además configuran la población que más lo necesita. Transforma la Covid en un mal catarro e impide que devenga en una neumonía que requiere oxígeno”.

De este modo, el plasma evitaría que la enfermedad hacia etapas más severas, que requieren la internación en unidades de terapia intensiva, lo que redundaría en una descongestión del sistema de salud.

Rodeado por otros especialistas de la Fundación Infant, Polack puntualizó que “un donante con un nivel de anticuerpos alto puede servir para unos 12 tratamientos”, y señaló la característica solidaria del plasma, “que no tiene patentes y es accesible para todo el mundo, pero depende de nuestra voluntad generar un banco. Si la estrategia de gestión es buena, podemos tener resultados adecuados antes de que llegue una vacuna incluso. Esto funciona si somos capaces como sociedad de ayudar al otro”.

La pantalla sobre las cabezas de Polack y el resto de sus colegas mostraba la frase “Doná plasma”. Un indicio de la necesidad de una fuerte campaña de información para que toda la ciudadanía, sobre todo aquellos que pasaron por la enfermedad y se recuperaron, tomen conciencia de la accesibilidad de esta herramienta terapéutica, utilísima mientras se espera por la inmunización que ofrezca la vacuna.

Los estudios sobre plasma de recuperados, que es la parte de la sangre donde se alojan los anticuerpos que desarrolla el sistema inmune, parecen ser la solución terapéutica más viable contra el coronavirus, por fuera de la prevención que supone la vacuna. Las defensas que generó una persona infectada y recuperada se trasladan a otra que cursa la enfermedad.

El estudio de Infant se realizó con 160 voluntarios, con un promedio de edad de 77 años. La mitad recibió plasma, obtenido de 479 donantes, y la otra mitad, un placebo. La originalidad de esta investigación es que se buscó infundir plasma a personas en los primeros momentos de la enfermedad, con sintomatología leve.  “En el mundo, el plasma se suministra más tarde. Nosotros siempre lo pensamos como una intervención muy temprana, de lo contrario no funciona”, aseguró Polack, apostando a evitar las fases agudas de la enfermedad. En principio, los resultados son promisorios.