A Motoaki Kinoshita le fue indiferente la fecha de su arresto: en Japón no celebran la llegada de los Reyes Magos. En la tarde del 6 de enero, y después de varios días de perseguir su huella, una comitiva de guardaparques de la reserva natural Urugua-í, en la provincia de Misiones, lo sorprendió a la vera de la Ruta 19, recién bajado de un automóvil Gol gris con matrícula de Brasil, apurado en juntar trampas y redes que él mismo había diseminado en la selva con esa devoción que guardan los comerciantes por los asuntos rentables.

Motoaki pasó unas horas en la comisaría de Wanda, en el departamento de Iguazú, a unos 200 kilómetros al norte de Posadas. Antes se le labró un acta de infracción por violar la Ley de Áreas Naturales Protegidas y de Fauna Silvestre y se le incautó, además del auto y los señuelos, 29 especies distintas de mariposas que ya tenía ensobradas (y tal vez vendidas). Después cruzó a Brasil y se subió a un avión que lo devolvió al otro lado del mundo.

Codiciadas

El comercio ilegal de mariposas tiene rango de crimen organizado. Detrás de Motoaki, o del intrépido de turno, hay organizaciones que operan con miembros de varios países vulnerando la protección de las reservas naturales y, muchas veces, alimentando la corrupción de los organismos del Estado que deberían controlar y penalizar.

“Existe un importante mercado negro, no solo de mariposas sino de otros insectos, alimentado por coleccionistas o comerciantes que buscan especies endémicas (que no se encuentran en otros lugares), pero lamentablemente no es un delito. Es apenas una infracción. En el caso del ciudadano japonés, se le impuso una multa que ni siquiera pagó porque la legislación le permite salir del país sin hacerlo”, explica Javier Patzer, director de Áreas Naturales Protegidas del Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables de Misiones. Es precisamente esta provincia, por la variedad y riqueza de especies de flora y fauna, el objetivo favorito de las organizaciones dedicadas al tráfico en el país.

Las mariposas son, junto con los escarabajos, los insectos más codiciados por los coleccionistas de todo el mundo. Esta preferencia se explica porque prácticamente no existe rincón, independiente de su clima y topografía, que no albergue alguna especie de lepidóptero. Sin embargo, en el norte de Misiones y sobre todo en las regiones de yungas (selvas subtropicales de montaña) de toda Latinoamérica, las hay como en ningún otro lado: formas exóticas y atractivas por su tamaño, color, textura y brillo. Son, por escándalo, las más cotizadas.

En Japón, por ejemplo, se puede pagar hasta 2500 dólares por una prepona xenagoras, oriunda de Bolivia, una de las mariposas más raras y, en consecuencia, más buscadas por los contrabandistas.

El mariposario propio

En la tierra de Motoaki la vida sin mariposas no se entiende. La tradición japonesa enseña a soltar hasta 500 durante una boda: están convencidos de que eso traerá suerte a la flamante pareja. También es práctica usual pedirle un deseo a alguna especie exótica: el folklore milenario explica que será esa mariposa la encargada de transmitir el pedido al cielo.

Entre los coleccionistas están los que buscan solo hembras o se conforman con tener un ejemplar de cada continente. Los fanáticos, en cambio, componen divisiones por colores, texturas, regiones o, en el nivel más antipático, especies extintas o en vías de estarlo.

“Los delincuentes suelen usar formol para disecarlas en el momento de la captura. Después las empaquetan en sobres como de papel manteca, y las colocan totalmente desplegadas. No ocupan espacio y es muy fácil ocultarlas entre la ropa dentro de las valijas. Así las sacan del país”, explica Patzer. Otra manera de sortear los controles en las fronteras es mezclar la mercancía con despachos legales y remitirla en cajas de doble fondo.

“Si bien llegan extranjeros a cazar especies, la Argentina no está entre los países con mayor contrabando de mariposas dado que no es una tierra tropical y, por lo tanto, no tiene la gran diversidad de especies que tienen los países amazónicos o ecuatoriales. Sí es posible que haya mayor contrabando con ciertos escarabajos raros como los taladros o los ciervos volantes”, enseña Ezequiel Núñez Bustos, naturalista especializado en lepidópteros y colaborador del Museo Argentino de Ciencias Naturales «Bernardino Rivadavia». El especialista destaca, no obstante, que por un ejemplar típico (y en buen estado) de las zonas fronterizas con Paraguay y Brasil se pagan hasta 60 euros. Por una hembra de la morpho epistrophus argentinus (declarada mariposa nacional por ley y cuyo hábitat natural son los bosques ribereños de Entre Ríos y Buenos Aires) se pueden desembolsar unos 30 euros.

Pero no todos los financistas del mercado ilegal de mariposas se proponen enriquecer su museo personal. Muchos buscan insectos solo para decoración. En la misma Misiones, en comercios de San Ignacio, Wanda y Jardín América (localidades fronterizas) y a lo largo de la Ruta Nacional 12 se ofrece a los turistas una importante variedad de platos y bandejas hechos con cientos de alas de mariposas capturadas de manera ilegal.
“Los japoneses y los norteamericanos no cazan para decoración –confía un investigador dedicado a frustrar el negocio de los contrabandistas– sino para vender a coleccionistas o abastecer a museos extranjeros del primer mundo. Los ejemplares que se les rompen o dañan durante el transporte suelen venderlos como de segunda selección a los artesanos para realizar este tipo de productos. El comercio de mariposas es común, antiguo y diversificado”. «

Furor por los escarabajos

El kabutomushi o escarabajo rinoceronte, provisto de uno o más cuernos en la cabeza, es un coleóptero que habita en Japón, Corea, Taiwán y China. Pero es en la tierra del Sol Naciente donde causa furor: tiene su propio dibujo animado. También hay libros, juegos electrónicos y hasta programas de tevé que transmiten peleas de machos (sus cuernos están más desarrollados y los usan para cortejar a las hembras). También se venden como mascotas y es común que los niños pidan como regalo de cumpleaños un dynastes satanas o un hércules, dos de las especies más requeridas. Los escarabajos capturados en la Argentina viajan prolijamente empaquetados, pero la mitad llega muerta a destino, y los sobrevivientes perduran pero no mucho más de nueve meses.

Diversidad y mercado negro, por Claudio Bertonatti, naturalista y museólogo

Que vengan extranjeros a cazar, capturar, colectar o traficar fauna argentina no es una rareza. ¡Es la regla! Vienen porque es un país con mucha diversidad de especies, buena parte de ellas (tal vez un 15%) exclusivas o endémicas. Es decir, no se encuentran en otros países, confiriéndoles un valor de mercado negro internacional más alto.

Por regla general, cuanto más amenazada es una especie, más escasa es. Y más cotizada. Además, la Argentina tiene controles dispares. Hay instituciones y personas (sobre todo, guardaparques, guardafaunas e inspectores honorarios) que hacen esfuerzos notorios, admirables. Pero son la excepción. En la mayoría de los casos, las direcciones de Fauna y Flora que deben investigar y facilitar las sanciones de los ilícitos son áreas desmanteladas, con escaso personal, presupuesto miserable y vocación erosionada.

Pero una parte crucial de este problema recae sobre los jueces, garantes de impunidad en este y otros problemas ambientales. Llamen por teléfono al juez más cercano y pregúntenle cuántos ilícitos ambientales esclareció y cuál fue la sentencia, si la hubo. Después me cuentan. Desde la Fundación Azara presentamos denuncias ante la Dirección de Fauna y Biodiversidad. No tenemos noticias sobre qué acciones se tomaron y nos consta que hay técnicos valiosos y de carrera, pero lejos se está de tener una actitud proactiva para frenar este problema. «