Hace 43 años, el 11 de mayo de 1974, Carlos Mugica, un emblema del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, era acribillado a balazos a la salida de la iglesia Francisco Solano. Cerca de él, su íntimo amigo y colaborador Ricardo Capelli era herido de cuatro balazos en el pecho y en la carambola que dibujó su caída logró ver al asesino. Tuvo apenas tiempo de reconocerlo, varias veces lo había cruzado en el Ministerio que comandaba el «Brujo» José López Rega.

Se trataba de Rodolfo Almirón, una de las cabezas de hidra de la Triple A. Con el tiempo también se sabría de su relación con los asesinatos del diputado Rodolfo Ortega Peña, de Silvio Frondizi, de Julio Troxler –exsubjefe de la Policía Bonaerense– y en otros de los casi 700 casos que sumó la causa por los crímenes de la Triple A.

Con 80 años, don Ricardo Capelli recuerda tanto el momento en que conoció a Mugica como el de la agresión: «Cuando fue el ataque yo estaba con él, pero cerca, a una casa y media. A mí me tiran de otro frente, pero cuando me pegan las balas caigo dando una vuelta y ahí veo a una persona con un arma, envuelta en nylon porque llovía. Era Almirón, de la Triple A. Yo lo reconocí del Ministerio de Bienestar Social que manejaba López Rega.»

«Con Carlos nos conocimos de pibes. Yo tendría unos 17 años cuando fui de colado al cumpleaños de la hermana. Él ni pensaba en ser cura todavía. Desde ahí estuvimos siempre en contacto. Era su amigo varón, nos reuníamos en Gelly y Obes en la terraza de su casa. Yo no soy religioso ni creyente, pero nos unió la militancia respecto de lo que sentíamos por los pobres, los excluidos. En eso trabajamos y luchamos durante todos esos años. Recuerdo una vez que fuimos a los conventillos de la calle Catamarca y nos dimos cuenta de que la gente estaba realmente mal por la caída de Perón, que nosotros habíamos festejado. Rápidamente tomamos conciencia de que éramos nosotros los que estábamos equivocados. Él después tomó la decisión de entrar en la Iglesia.”

A Capelli no le gustan las confusiones de ciertos juegos retóricos y quiere ser claro: «No es verdad que Carlos dio la vida, a él se la quitaron. Fue en el año 1974, durante un gobierno democrático, y no tengo dudas de que la Iglesia fue cómplice en su asesinato, porque cuando toma real conciencia, su compromiso fue muy profundo. Él era muy inteligente y carismático y su empeño jodió a muchos.»

Respecto de este último tema Capelli expresa cierta continuidad con el presente. «La iglesia de acá sigue atada a todo lo que fue la derecha y la ultraderecha de aquel entonces. El que hayan pedido conciliación es tan aberrante como el 2×1. Carlos Mugica hoy estaría haciendo un quilombo de aquellos. Yo creo que ahora él estaría muy identificado con Francisco, no con Bergoglio, sino con Francisco.»

“Claro que Mugica también pertenecía a la Iglesia Católica –continúa Capelli–, y es por eso que molestaba tanto. En ese sentido creo que su legado se ve en los Curas en opción por los pobres, que están luchando muy al frente. También en el pueblo que está abriendo los ojos y hoy le pone límites al gobierno y la Iglesia.»

El testimonio de Capelli fue central en la causa judicial que determinó que «Rodolfo Eduardo Almirón fue el autor inmediato del homicidio de Carlos Francisco Sergio Mugica, en el marco del accionar delictivo de la Triple A.» Si bien Almirón ya llevaba tres años muerto, las pruebas eran suficientes y la necesidad de determinar la verdad imprescindible.

Capelli sobrevivió a los cuatro balazos, a las catorce operaciones subsiguientes y aún continúa dando testimonio de la lucha «por la causa del pueblo», por la justicia y por la memoria del padre Mugica. Mientras mantenía esta charla salía del subte camino a Retiro a uno de los tres recordatorios a los que asistirá en recuerdo de su amigo: «Yo seguiré luchando hasta mi último suspiro. Tengo 80 años pero siempre estoy al lado de mi familia, mis amigos y mis compañeros y de aquellos que están preocupados y ocupados en la causa de los humildes.»