Las dedicatorias que escribía en sus libros no eran un tema menor para Norman Mailer. Las malas lenguas cuentan que allá por los primeros meses de 1970, el autor de Los desnudos y los muertos decidió enviarle un ejemplar de su nuevo libro de crónicas sobre la Misión Apolo 11 al por entonces popular presidente Nixon. Dicen que pocos centímetros por debajo de las letras tatuadas que rezaban Un fuego en la Luna, con sutil ironía patriótica, Mailer le escribió al presidente: “Gran jefe, a ti y a todos tus predecesores les pertenece este libro, porque son ustedes, ¡ustedes, Norteamérica encarnada, quienes han descubierto la Luna!”

Algunos meses antes, el 20 de julio de 1969, pocas horas después de que el pequeño módulo Eagle lograra alunizar con éxito, Neil Armstrong, Michael Collins y “Buzz” Aldrin realizaron la primera moon walking de la historia y decretaron el triunfo definitivo de los Estados Unidos en la frenética carrera espacial que disputaba con la Unión Soviética. Más de una década de pruebas y entrenamiento con cerca de 50 misiones fracasadas, un equipo de 400 mil ingenieros y científicos, un presupuesto insaciable de 24 mil millones de dólares y el cohete más potente jamás lanzado por el hombre sellaban la carrera espacial.

El banquete selenita estaba servido. Una audiencia de millones de terrícolas lo devoró en las coberturas de las cadenas de televisión, las radios y la prensa escrita. Para la ocasión, la revista Life contrató la fina y venenosa pluma de ganso de Mailer como cronista exclusivo. El resultado de aquella estadía del escritor en las bases de Houston y Cabo Kennedy parió una monumental pieza de non fiction que aumentada y corregida apareció como libro durante 1970, con el título Of a Fire on the Moon.

“Se trataba de la historia del siglo XX. La batalla más caliente de la Guerra Fría. Tendría que ser la obra de no ficción más potente y extensa que la revista hubiera publicado –sólo a Hemingway se le había dado tanto espacio con la publicación de su novela El viejo y el mar–. El único problema era que Mailer no estaba invitado a realizar el viaje dentro de la nave espacial”, cuenta el escritor y periodista Colum McCann en el prólogo de MoonFire: El viaje épico del Apolo 11, el monumental libro que a 50 años del alunizaje mixtura las crónicas de Mailer con cientos de fotos, mapas y archivos inéditos de la NASA, que documentan el devenir de la misión espacial y construyen un fresco cardinal de aquella edad de oro de la conquista del espacio.  

1969: odisea espacial

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(Foto: NASA)

Mailer estuvo ahí, la agitada década del ‘60. Los años dorados de Kennedy, la Revolución Cubana, la marcha sobre el Pentágono y el sitio de Chicago. El autor de Los ejércitos de la noche decía que “era como si la temperatura de Estados Unidos subiera cada mes”. No se equivocaba, y el mercurio del termómetro no dejaba de subir.

Caluroso verano del ’69, Cabo Kennedy, 10:32 AM. Comienza la misión AS-506 (Apolo 11) y el cohete Saturno V parte con tres astronautas desde la plataforma LC 39A, del complejo ubicado en el estado de Florida. La semana “más grande desde el nacimiento de Jesucristo” ha comenzado y el cronista Aquarious –así se hace llamar Mailer en las crónicas- transpira y toma apuntes frente a una pantalla que muestra el milagro televisado. Las crónicas rescatadas en MoonFire pueden ser leídas como un diario de dos periplos que suceden en paralelo: el viaje al espacio exterior del Apolo 11 y el viaje al espacio interior del propio Mailer.

Con un equipaje de mano cargado con sus fracasos matrimoniales, el fantasma del suicidio de Hemingway, sus conocimientos en física y matemática tras cuatro años de formación en Ingeniería Aeronáutica en Harvard, sus experiencias con la marihuana, los excesos con el alcohol y su desastrosa candidatura a la alcaldía de Nueva York, Mailer suelta amarras y decide embarcarse en un trip que terminará de sentar las bases del nuevo periodismo.

Entre la crónica y la metafísica, entre la ciencia ficción y el análisis psicológico, con su facilidad genética para volver real el presente, Mailer narra el viaje del Apolo 11 desde varias perspectivas que resultan, en retrospectiva, pasmosamente proféticas. Porque más allá de sus loas hacia los estoicos astronautas y los sapientes ingenieros, el cronista siente que la tecnología terminará destruyendo al halo mágico que cobija el programa espacial. Llega a comparar al programa de la NASA con el nazismo, cuando sentencia que quizás “el hombre viajaba a otros planetas no para encontrar a Dios, sino para destruirse a si mismo.” 

Luna de enfrente

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Al recorrer las fotografías, ilustraciones  y apuntes de los archivos de la NASA recuperados en el volumen MoonFire es posible sentir la adrenalina, la claustrofobia, el hastío y la euforia narradas en las crónicas. Las instantáneas de la soledad absoluta de Armstrong enfundado en su traje Michelin, la difusa huella de Aldrin y la banderita acartonada clavada en la superficie lunar se mezclan con las imágenes del frenético trabajo de anónimos ingenieros, las tapas de los revistas que muestran las postales casera de los familias de los astronautas y el estallido congelado de la multitud que recibe a los héroes espaciales en las calles de Washington y Nueva York.

“¡Qué tierra se ofrecía ahora a sus investigaciones! Si estaba muerta, era una mente con dimensiones. Era un cuerpo celestial que mostraba todos los indicios de haber perecido en alguna angustia del cosmos, alguna angustia de Apocalipsis, un rostro tan cruelmente puntuado como un acné habría dejado a un hombre cuya piel hubiese muerto permaneciendo vivo el corazón”, susurra Mailer en sus crónicas. La angustia del cosmos también comenzaba a abatir a los terrícolas durante aquel verano del ‘69: la lenta agonía de Vietnam, el espejismo de Woodstock y la derrota definitiva de las contraculturas.

En el final del prólogo, McCann explica que “Mailer descubrió, al igual que Allen Ginsberg, cómo las mentes más brillantes de su generación habían sido destruidas. Y su terror inconfesable era que esa generación había desperdiciado su belleza. Se habían dejado encerrar por las fanfarrias de la Corporación Americana. Y así nacía el espíritu del predominio americano, que seguiría en el poder por décadas. La historia terminó corroborando las sospechas de Mailer. El optimismo fallido del baby boom, los sueños truncos de la era Clinton y, quizás el final de esos tiempos, la salvaje indiferencia de los años Bush.” ¿Qué diría de Trump?

Norman Mailer vio venir todo esto hace 50 años. Vio la Luna y descubrió su lado oscuro. 

 
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