David Moreno fue fusilado por la espalda por la Policía de Córdoba el 20 de diciembre de 2001. Su pecado fue haber ido a un mini mercado a pedir comida como hicieron tantos –muchos también asesinados– en aquellos días fatídicos. Pero David tiene una particularidad dramática: sus 13 años apenas cumplidos lo convirtieron en la víctima más joven.

El tiempo –más de 15 años– que esperaron Rosa y Eduardo para ver en un tribunal al asesino de su hijo es otro delito que merece castigo. “Es una violación de nuestro derecho a tener justicia como familia”, dicen.

Mañana, la Cámara 1º del Crimen de la provincia de Córdoba comenzará a juzgar al agente Hugo Ignacio Cánovas Badra, apuntado como el autor de los disparos con balas de plomo que alcanzaron a David. La autopsia concluyó que fueron cinco y que resultó fatal el que se alojó en la nuca. Cánovas, que sólo estuvo detenido tres años porque la prisión preventiva no pudo extenderse más, está acusado por el homicidio de David y por lesiones graves y disparo de arma de fuego contra otros tres jóvenes. También están acusadas las oficiales Daniela Alejandra Adán y Laura Freyre, por falso testimonio.

Esa tarde, recuerda Rosa, hacía mucho calor en el barrio Argüello. Su esposo Eduardo estaba internado y ella debía volver al hospital. David se quedó en casa. Cerca de las cuatro salió a la calle luego de que los amigos le avisaran que en el Mini Sol estaban dando comida. David no lo dudó: sólo tres cuadras lo separaban de una mesa decente el 24 a la noche. Al llegar lo inquietó la cantidad de policías y las escopetas que empuñaban y que sólo había visto en películas.

“Lo que me contaron los chicos que estuvieron con él es que de repente alguien grito ‘¡tiren!’ y la gente empezó a correr. Hubo un accionar ilegal y gravísimo”, se lamenta Roa, la mamá.

La tragedia engendró más drama. La familia de David no tuvo acceso al expediente abierto por su muerte hasta un año y medio después. Al policía Cánovas se lo imputó a los tres años. Otros cuatro demoró la reconstrucción del hecho. Recién en 2009 la causa fue elevada a juicio.

“Hacemos responsable al Poder Judicial por la tremenda dilación que no tiene ninguna explicación lógica, salvo la intención de que la causa principal prescribiera, como ya pasó con otros expedientes desglosados. Si los padres de David no se hubieran constituido como querellantes, no se habría llegado a nada. Nosotros insistimos, empujamos para llegar al juicio. Hubiésemos querido llegar también a los responsables últimos, es decir, al gobierno de la provincia, porque está comprobado que los efectivos dispararon con balas de plomo, y que del jefe de Policía para arriba, todos estaban al tanto del procedimiento”, remarca la abogada Adriana Gentile.

En su momento, se realizó un pedido de imputación contra el jefe del operativo, Luis Omar Farías, por ordenar levantar las cartuchos en el lugar del hecho, pero fue sobreseído luego de pagar una multa de 750 pesos.

También se había denunciado como autores intelectuales y responsables políticos al entonces presidente Fernando de la Rúa (sobreseído), al ex ministro del Interior Ramón Mestre (fallecido), al titular de la policía provincial comisario Jorge Rodríguez, al fiscal Eduardo Soria, al juez de control Carlos Ferrer, los integrantes del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba y el gobernador José Manuel De la Sota, todos eximidos de sus responsabilidades.

“No sé qué va a decidir el tribunal pero por lo menos queremos que se visibilice lo que pasó ese día. Queremos explicar que no hubo ni saqueo ni robo. Los vecinos estaban en ese mercado porque les habían prometido bolsones con comida. Lo que hubo fue una represión desmedida”, agrega Gentile.

Hoy David tendría 28 años. El 1º de diciembre de 2001 había cumplido los 13. La madre recuerda que estaba contento. “Había rendido bien Matemáticas, la última de las materias que le quedaba. El 19 fuimos juntos a anotarlo al colegio porque había pasado a segundo año. Era un chico feliz. Estaba enamorado de la vida.” «

Rosa, asesinada en Entre Ríos

Rosa Eloísa Paniagua murió a las ocho de la noche del jueves 20 de diciembre de 2001. Ese día, temprano, ella y su hermana mayor escucharon en una radio local que un camión repartiría alimentos cerca de su casa, en el Barrio Maccarone, de Paraná, Entre Ríos. Rosa fue con otros parientes, pero al llegar los esperaban policías y gendarmes. Decidieron volver porque nadie entregaba nada. Sin embargo, un Fiat blanco los persiguió. Cuando los alcanzó, un policía bajó del auto y disparó con su arma reglamentaria. La bala le entró por la cabeza y le salió por la boca. Tenía, como David, 13 años (los había cumplido cinco meses antes). Para su funeral la vistieron con un vaquero nuevo que su papá, con mucho esfuerzo porque la familia era pobre, le había regalado unos días antes y que nunca alcanzó a usar.