Escuelas porteñas de formación ocupacional, nuevas víctimas del vaciamiento educativo

Por: Martín Suárez

Docentes de los CBO, secundarios que acogen a alumnos que no logran insertarse en el sistema convencional, denuncian un total abandono. No hay fondos para los talleres ni para mantenimiento.

Los Ciclos Básicos con Formación Ocupacional, más conocidos como CBO, se crearon en 1991. Estos secundarios han sido desde entonces la última posibilidad para estudiantes que, por diversos motivos, no logran insertarse en el sistema educativo convencional. Quienes egresan de estos colegios salen con un título de auxiliar en gastronomía, jardinería, marroquinería, pastelería, fotografía o diseño, entre otras orientaciones. El estado de abandono de estos institutos es tal que los mismos docentes y directivos salen a dar testimonio pese a las represalias que puedan recibir por parte del Ministerio de Educación porteño, que durante la gestión de Horacio Rodríguez Larreta viene profundizando las políticas de ajuste y vaciamiento de estos establecimientos.

Desde hace tres años, los CBO están incorporados a la Nueva Escuela Secundaria (NES) y el título que otorgan es equivalente al ciclo básico de la escuela secundaria. Un alumno que egresa entra al tercer año de una media convencional. Pese a este logro, el Gobierno de la Ciudad insiste en su web oficial en que estos establecimientos con formación ocupacional no pertenecen a la educación formal. Esto es tan sólo un indicio del descrédito que proyecta arrojar la cartera educativa sobre estos secundarios, tal como ocurrió cuando el inicio del desmantelamiento de los nocturnos.

El CBO N° 2 «Salvador Mazza», del barrio de Villa Real, recibe a chicos y chicas provenientes de escuelas de recuperación, que realizaron la primaria con docentes integradores, o que hicieron el secundario en una media convencional y repitieron en varias ocasiones. En su mayoría pertenecen a los sectores más postergados de la sociedad. «Los talleres ocupacionales, columna vertebral de nuestro proyecto, deben generar recursos para autosostenerse, ya que el gobierno no envía dinero para eso, ni para materiales, equipamiento, reparación, etc.», señala la profesora Claudia Barbaresi. Las instalaciones del CBO N° 2 no están preparadas para garantizar el acceso a estudiantes con discapacidad motriz, ya que no pueden llegar a las aulas en el primer y segundo piso, pese al ascensor que instalaron este año, que nunca funcionó. Hay chicos que tienen en la escuela su única comida diaria, cuya calidad bajó notablemente: la carne y el pollo escasean y las harinas predominan. «La situación es tan terrible que no tienen plata para viajar y la escuela les carga la SUBE a los chicos para que puedan venir a estudiar», cierra Barbaresi.

El escenario en el CBO N° 3 «Olga Cossettini», del barrio de Belgrano, en algunos aspectos es aun peor. Desde hace años reclaman un edificio que se adecue a sus necesidades. La cocina se comparte con el concesionario; el laboratorio de fotografía está en pésimo estado y no cuenta con equipamiento, tienen una sola cámara digital para todos los alumnos de la escuela, no hay equipos de iluminación y todos los materiales deben ser provistos por los docentes. Hace años que el gobierno no realiza mantenimiento en el edificio y su estado general es lamentable. En diciembre del año pasado, un día de lluvia, se desmoronó el techo de la dirección, produciendo graves daños tanto en la documentación como en la computadora principal del colegio.

«Desidia es un término que define a la administración actual respecto de la educación pública», señala Hernán Opitz, director del CBO N° 3. «Hay cuatro inodoros y dos mingitorios para casi 120 estudiantes», lo que hace insostenible la convivencia del alumnado. Después de 12 años de gestión PRO, ya consideran que no es casual que estos secundarios estén rezagados dentro de las prioridades del ministerio que dirige Soledad Acuña.

«Existen profundas asimetrías en las políticas que el Ministerio pone en práctica: tal es el caso del proyecto conocido como Escuela del Futuro, que inyecta una suma importante de dinero en algunas instituciones para dotarlas de aulas tecnológicas con pizarras interactivas, mientras en otras no hay equipamiento mínimo y ni siquiera tienen pizarrones tradicionales», remata Opitz.

La comunidad educativa reclama la construcción de más CBO en la Ciudad de Buenos Aires, uno por comuna, pues los cuatro existentes no dan abasto: «En este ciclo lectivo quedaron 85 pibes fuera de la matrícula por falta de vacantes. Detrás de este dato duro hay 85 jóvenes, 85 historias, 85 motivos distintos para estar en un CBO», dice Laura Casal, profesora y directora del CBO N° 4 «Paulo Freire», ubicado en Barrio Norte.

En este punto coincide Natalia Martínez, profesora del CBO N° 1 «Evita», de Parque Patricios: «Hacemos el reclamo de un CBO por región, pero desde ya que la necesidad es todavía mayor en la zona sur de la Capital».



Sin plata para lo esencial

Desde 2008, un año después de que asumiera Mauricio Macri como jefe de Gobierno porteño, los cuatro CBO no reciben presupuesto para equipamiento, insumos esenciales como lavandina, detergente y papel higiénico. Viven en un constante estado de vaciamiento de los talleres de formación ocupacional, que son la columna vertebral de su currícula.

INACCESIBLES

En estos secundarios el gobierno no garantiza el acceso a alumnas y alumnos que padecen alguna discapacidad motriz. «Es imposible para las personas con discapaciad transitar por estos edificios, porque hay escaleras para acceder prácticamente a todos los espacios de trabajo», señala Marcela Posetti, docente del CBO N°3. En el N°2, los profesores suben a upa a las y los estudiantes que no pueden subir las escaleras para poder cursar los talleres de formación.

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