Fernando Saire espera despertar de una pesadilla. Durante la madrugada del sábado, cuando festejaba un cumpleaños en un boliche de San Francisco, Córdoba, tres empleados de seguridad lo sacaron a empujones a la calle, luego de que el dueño del local le pegara una trompada a su amigo. Decidió ir a la comisaría y denunciar el mal trato, pero todo resultó peor: los policías lo golpearon hasta reventarle un testículo, que debió ser extirpado en una operación de urgencia. “Lo que yo sufrí no se lo deseo a nadie”, dice, todavía convaleciente en una cama.

En San Francisco, a unos 200 kilómetros de la Capital, todos conocen a Fernando. Con 30 años ya es jefe de la delegación local de Correo Argentino, pero lo que dispara su popularidad es su quite y pase con criterio como cinco del Club Atlético y filodramatico de Alicia, un pueblo cercano.

A las cinco y veinte del sábado, en una de las pista de Ninna, el amigo de Fernando se acordó que le correspondía una jarra de regalo. Entonces Fernando le señaló a Pablo Ferrero, el dueño del boliche. “Mi amigo le fue a hablar –recuerda– con el documento en la mano, pero no sé por qué empezaron a discutir y el dueño le pegó a mi amigo una trompada. Los patovicas nos sacaron a la calle a los dos. Yo les pedía explicaciones, pero no nos decían nada. Incluso uno les dijo a los demás que se acuerden de mi cara para no dejarme pasar más”.

Fernando y cuatro amigos –dos varones y dos mujeres– decidieron ir hasta la comisaría, distante a unas tres cuadras, para denunciar lo sufrido en el boliche. Ninguno imaginó que luego lo lamentarían.

“Había otro chico –cuenta Fernando– al que también habían echado del boliche, pero estaba alterado y el policía que nos atendió no le quería tomar la denuncia. El chico se enojó más y yo le dije que volviera el lunes cuando estuviera más tranquilo porque sino el que iba a terminar detenido iba a ser él. En ese momento el policía me dijo que quién era yo para meterme, que él era la autoridad y me empujó y me agarró del cuello. Enseguida apareció otro policía y entre los dos se me abalanzaron encima”.

Los efectivos que atacaron a Fernando son Diego Lencinas y Gerardo Stefani. Según el relato de la víctima, luego de pegarles a las dos chicas que intentaron filmar la agresión con sus celulares, los policías se lo llevaron al patio del destacamento, donde le propinaron una paliza con saña. “No les importó que yo estuviera en el piso, me pegaban una patada detrás de otra, piñas en la cabeza. Yo sólo les preguntaba por qué me pegaban, que si no querían que hiciera la denuncia, que me lo dijesen que me iba a mi casa”.

Los policías no se cansaron. Arrastraron a Fernando a la Alcaldía, una zona previa a los calabozos (tanto en el patio como en la Alcaldía no hay cámaras), y siguieron pegándole, hasta que llegó una mujer policía y los obligó a detenerse. Así fue como empezaron a tomarle los datos para ingresarlo como detenido.

Lencinas no tenia identificación y por eso yo le preguntaba el nombre y por qué me detenía. Eso lo enfureció. Yo estaba sentado y de un golpe me tiró al piso y me siguió pegando. Cuando se fue le pregunté a Stefani si ahora si había visto como me había pegado su compañero porque antes me había dicho que él no había visto nada. Me dijo ‘ah, sos canchero’, y me empezó a pegar él. Recién cuando llegó el cambio de guarda, me pasaron a la celda con los demás”.

En el calabozo, a Fernando lo doblaba el dolor que sentía en la zona genital, pero dejó pasar un tiempo antes de pedir asistencia médica por miedo a que estuvieran los mismos policías. Recién a las 9:45 un patrullero lo llevó al Hospital Iturraspe. Le hicieron una radiología y el urólogo decidió operarlo de inmediato. “Tenes un testículo reventado, voy a intentar salvártelo”, le dijo.

Fernando salió de la operación al mediodía. Los esfuerzos médicos no alcanzaron y debieron extirparle el testículo. “Estaba explotado, partido en varios pedazos, todo negro por los hematomas”, dice con amargura.

Por la gravedad del hecho, la fiscal Silvana Quaglia actuó de oficio y en las próximas horas deberá decidir si imputa o no a los dos policías, que preventivamente ya fueron pasados a situación pasiva por orden del Tribunal de Conducta Policial de la provincia.

“No es la primera vez –concluye Fernando– que esto pasa en San Francisco, pero esta vez salió a la luz por toda la gente que me conoce. Eso me da fuerza para seguir hasta las últimas consecuencias para que estos policías paguen por lo que hicieron”.