Gabriela Macías ingresó a las fuerzas policiales de Santa Cruz en 2015. Desde entonces, no dejó de sufrir abusos y amenazas. Cuando denunció, empezó a ser hostigada. Sus abusos fueron probados a través de la Oficina de Violencia Doméstica y ante la Justicia. Gracias a eso no tuvo que cargar con un legajo que contenga una etiqueta sin vueltas «psiquiátrica». No es la suerte de sus colegas, quienes ni siquiera llegan a hacer la denuncia.

«Sufrí muchas humillaciones, desde llegar a la oficina y encontrarte con preservativos tirados o vello púbico en el escritorio. Me han hecho muchas cosas, pero yo quise ganar esta pulseada», dice a Tiempo Argentino, desde Santa Cruz.

Luego del caso en Las Heras que cobró trascendencia en las últimas semanas, donde una oficial fue violada varias por el policía con el que salía a patrullar, Macías junto a otras compañeras decidieron impulsar una red nacional para protegerse contra la violencia de género y pelear por sus derechos.

–¿Cuáles son las problemáticas a las que se enfrentan como trabajadoras de las fuerzas policiales?

–Para empezar, el techo de cristal, que en nuestro caso se evidencia en que casi todas las jefaturas están al mando de hombres. Llegar al máximo puesto es ser subjefa. Es decir que lo más alto que podés aspirar es ser segunda de un hombre. Por otro lado, está la discriminación y descalificación constante, decir que las mujeres no llegan a los cargos por una cuestión de capacidad, cuando la realidad es que muchas están sumamente capacitadas para ocupar primeros mandos. Sabemos que la prioridad son los hombres, y para nosotras hay problemas, si nos embarazamos, si estamos lactando, si denunciamos, si tenemos carpeta psiquiátrica… Son muchas las maniobras para dejarnos fuera de las jefaturas.

–¿Qué tipo de violencias viven?

–Físicas, psicológicas y sexuales, que las mujeres de la fuerza no denuncian. De acuerdo a lo que dice el reglamento, tienen que denunciar ante sus jefes que muchas veces es el violador, o el amigo del violador; o el jefe elige al amigo del violador para que investigue, si se investiga. Cuando eso pasa, no se arman sumarios para no quitarle el arma o para que no se le reduzca la plata. Pero a la mujer, para que no siga contando la trasladan, que es un acto tremendo de violencia. Es un mecanismo de castigo y por ese mecanismo tan violento nadie quiere denunciar. En el caso de que se conozcan los hechos y tenga repercusión en la prensa, se decide guardar al violador mandándolo a otra dependencia en algún pueblito para que siga violando. Ellos se retiran con honores y las mujeres tienen que portar con una etiqueta psiquiátrica, un código con una patología y quedan estigmatizadas dentro y fuera de la fuerza.

-¿Qué implica esta etiqueta psiquiátrica?

–Las mujeres no pueden ascender, cobran poco y sabemos que con la inflación que siempre va a estar por debajo de la línea de la pobreza. Y si decide irse para ganar más plata no la van a tomar por sus antecedentes porque ya tiene un diagnóstico. Entonces así, las paralizan.

-¿Qué reclama la red?

–Queremos unificar lo que está pasando. Descubrimos que los abusos que sufrimos son los mismos. Son todos de la misma manera, los acosos de la misma manera, parece que existe un protocolo para abusar de las mujeres de la misma forma. También las maniobras que se implementan: todas las mujeres abusadas son psiquiátricas. Por eso armamos nuestra red, para elaborar un documento y apelar al área de género de este gobierno para que esas herramientas que tenemos en casos de violencia de género se pongan en funcionamiento. En el caso de Las Heras, estamos peleando para que se active el protocolo cuando debería ser automático. Queremos tener la red para poder protegernos. Acá hay una cuestión perversa de generar la enfermedad, cuando te dan la carpeta psiquiátrica donde tenés que descansar, te mandan el patrullero cuatro o cinco veces a tu casa con una planilla para que firmes. Tenemos más control que las víctimas de violencia de género a la que está por matarla el marido, andá a verla tres o cuatro veces a ella. Pero no, lo hacen con nosotras. Ese control nos genera paraonia.

-¿Cómo reciben las mujeres la idea de formar una red?

–Cuando surgió armar esto dos compañeras se descompensaron y se agudizaron sus síntomas, varias compañeras no están preparadas para la exposición, es mucho el silencio y durante mucho tiempo. Hay un grupo más empoderado con quienes nos estamos organizando pero ante todo queremos armar un equipo de contención con trabajadoras sociales, abogadas y psicólogas, es la primera vez en la historia que nos organizamos. Esta red es para ponerle voz a lo que vivimos en silencio.

–¿Cómo es la situación en las provincias?

–Es delicado. No podemos negar que tenemos una cuestión de feminización de las fuerzas por la pobreza, por lo que son mujeres más vulnerables a violaciones o tener que acceder a situaciones abusivas porque son amenazadas.  «


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Reprimir o no reprimir

La Red de Mujeres Policía emitió durante esta semana un comunicado donde alude a la represión en las marchas de mujeres. «Estamos totalmente en contra de la represión a Organizaciones de Mujeres Feministas
 que ante cualquier hecho de violencia siempre estaremos del lado de las mujeres que han sido reprimidas y pedimos que denuncien los abusos de poder. No todas somos policías por vocación, algunas lo somos por circunstancias, otras por la pobreza», continúa.

Gabriela Macías por su parte, afirma, “el rol de las mujeres en las fuerzas no es el de reprimir si no el de promover una mayor igualdad y de frenar la violencia contra las mujeres y que mandar mujeres policías a marchas que están luchando por ellas, no tiene nada que ver con promover la igualdad ni luchar contra la violencia. Pedí que nos ubiquen para trabajar en mayor perspectiva de género, con compañeras que reciban a las víctimas, que contengan, todo lo contrario a que nos utilicen para represión, no tiene nada que ver la represión con la perspectiva de género”.