Gatillo fácil en Tucumán: la familia exige justicia para Facundo

Por: Maby Sosa

La policía lo mató de un balazo en la nuca. Su tía dice que hay mucho para aclarar. El lunes realizarán una marcha.

Facundo estaba contento. Había llamado a su mamá y a su tía que viven en Sunchales, Santa Fe, para preguntarles cuándo iban a Tucumán. Como le confirmaron que llegaban el sábado 10, se alegró: extrañaba a su mamá. Mientras su abuela se preparaba para dormir, él se puso a escuchar algunos temas de los Ángeles Azules. Fue la última vez que su familia lo vio con vida.

El 7 de mayo iba a cumplir 13 años. Su plan para entonces, era volver a Santa Fe para jugar al fútbol y ganar plata. Quería comprarle una mansión a su abuela, la mujer que lo criaba y al que toda la familia llamaba “mamá”. Era un gran alumno y estaba contando los días para empezar la escuela secundaria.

Como muchos de los chicos que viven en el barrio Juan XXIII, en San Miguel de Tucumán, conocido como La Bombilla, el miércoles por la noche salió con otro amigo a dar vueltas cerca del Parque 9 de Julio. Un poco después de la medianoche, mientras paseaban en la moto, los policías que patrullaban la zona comenzaron a perseguirlos “porque tenían una actitud sospechosa”.

Para que los niños se detuvieran, comenzaron a dispararles. Una bala de 9 milímetros entró por la nuca de Facundo y salió por su frente. Murió horas después en el Hospital Padilla. A pesar de que el tiroteo fue a la 1, recién le avisaron a la familia a las 4 de la mañana. Les dijeron que había tenido un accidente.

«Ellos declaran que hubo una persecución pero hay un testigo que ahora no quiere hablar por miedo. Él nos dijo que los chicos no estaban corriendo, que se habían detenido», dice su tía y madrina Malvina Gómez a Tiempo Argentino. El testigo vio que el mismo policía que le disparó lo pateó cuando el nene ya estaba en el suelo y que el efectivo le disparó a un metro de distancia. «También nos contó que le quiso una poner una 22, pero luego se arrepintió y la levantó», cuenta.

A pesar de que había otro hospital cerca, la policía llevó al niño al Hospital Padilla, donde los médicos de la guardia también le dijeron a la familia que Facundo había muerto en un accidente. A pesar de que ya estaba sin vida, no permitieron que la abuela ni su mamá ni su tía se acerquen al chico. Cunado su tío fue a buscarlo en la morgue, descubrió por lo menos una decena de perdigones distribuidos en el cuerpo del niño.

“Son muchas cosas las que hay que aclarar”. Según cuenta Malvina, el día anterior, la fiscal Adriana Giannoni le dijo a su mamá que vele y entierre tranquila a su nieto, que los chicos no tenían parafina en las manos. “Ahora dicen que sí. Si daba positivo entonces ¿por qué no quedó detenido el otro chico?. No encontramos la moto en la que andaban, por qué no la comparan con las dos en las que iban los policías. ¿Cómo van a ir haciendo tiros?”, se pregunta.

Malvina hacía dos meses que no veía a Facundo. Ella ya había dejado su trabajo en Santa Fe para volverse a Tucumán. “También era como mi hijo, yo soy su madrina”, dice. “Tendría vergüenza si andaba robando o matando pero él no. Tampoco la policía es dueña de quitarle la vida a nadie. Pero acá él era inocente, una criatura que era amiga del viejo, del joven, del pobre del rico. Si hubieras visto el acompañamiento, vino mucha gente. Duele no tenerlo y darle un abrazo, no es fácil”.

El sábado, la mamá de Facundo salió a hacer unas compras y se cruzó con dos policías. Sonrieron. “De a poco vamos a bajar los ‘bombilleros’”, le dijeron. Ella respondió apenas, con miedo y dolor. “Ojalá nunca se te borre esa sonrisa”, alcanzó a contestar.

Vecinos de la zona y la misma familia, afirman que desde el asesinato de Facundo la zona está repleta de policías y hasta dan vueltas helicópteros.

El Negro, como lo llamaba su abuela Mercedes, era fanático de Atlético Tucumán. Jugaba al fútbol en Unión Sunchales de Santa Fe, equipo con el que salió campeón en el torneo Tigrecito. Se trajo de allí un trofeo. Ahí en Sunchales le decían Cumpita o El Tucu. Se pasaba el día cantando las canciones de La Inimitable, la barra de Atlético, y había hechos muchos amigos que lo invitaban a sus casas.

Después del torneo de diciembre, Facundo se volvió a Tucumán. Quería estar con su abuela quien como a varios otros nietos, lo había criado para que su mamá pudiera trabajar. Ella había cumplido años el lunes 5 de marzo y también esperaba a sus hijas que iban a llegar el fin de semana.

«Todo el mundo lo quería, era un chico hermoso, con una sonrisa perfecta», recuerda con tristeza su tía. «Queremos que la verdad salga a la luz, que la policía explique muchas cosas, que nos dejen de amenazar y que dejen de publicar cosas que no son. Que se haga justicia».

Un Estado que mata

Matías Lorenzo Pisarello, coordinador del área de Seguridad y Derechos del grupo Andhes (Abogados y abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales), expresó preocupación ante la ofensiva policial.

«Nos encontramos ante una avanzada de la doctrina Chocobar, es una locura que el Estado esté utilizando como primera opción para la resolución de los conflictos sociales el disparo, el uso del arma. Sabemos que la persecución comienza de la nada, a los chicos los persiguen por su aspecto físico, por su forma de vestir. Facundo claramente era un niño detectable a simple vista. No es que creen que es un adulto. Tenía todas las características físicas de un niño y aun así le disparan», agregó el abogado.

“El Estado no está teniendo una alternativa a cómo resolver las situaciones que se presentan en la vía pública. Tienen que terminar con la muerte de otra persona, eso es lo grave porque está fogoneado por el Estado, ya sea nacional, provincial o municipal”, explica.

«Otra cosa que hay que tener en cuenta es que cuando los chicos se enfrentan a estas situaciones, tratan de escapar de tres cosas: de entregar el vehículo, de conseguir una coima para salir en libertad pero antes de eso de ser golpeados y torturados hasta que llegan sus familiares. Ellos saben que El ‘alto’ de la de la policía no es ‘te pido el documento y seguís’. No, significa pagar coimas, ser torturados en la comisaría y perder el medio de movilidad, en ese sentido también merece un análisis por parte del Estado. Nos preocupa que se ejerza violencia contra la ciudadanía», finalizó Pisarello, quien desde Andhes viene acompañando a la familia de Facundo.

El lunes a las 9 de mañana amigos y familiares realizarán una marcha a Tribunales exigiendo justicia por Facundo.

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