Los pastizales cubren el 25% del planeta y almacenan un tercio del carbono terrestre. Por eso, comprender cómo funcionan es clave para enfrentar los problemas que los afectan. En la Pampa Deprimida argentina, los productores ganaderos usan el herbicida glifosato para promover la producción del tan necesario forraje invernal. Aunque este agroquímico actúa de forma directa sobre ciertas plantas, poco se sabe sobre sus efectos colaterales.

Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en esa región halló que aplicar glifosato aumentó hasta un 140% la descomposición de un material clave para la pérdida de CO2 a la atmósfera.

Un cuarto de la superficie terrestre está cubierto por pastizales. Estos sistemas almacenan cantidades enormes de carbono (C) y brindan numerosos beneficios a la humanidad. En este sentido, Lucía Vivanco, docente de Ecología en la FAUBA, señaló que es clave entender mejor el ciclo del C y, en especial, la descomposición del material vegetal muerto —o broza—, una de las más importantes vías de pérdida de CO2 hacia la atmósfera, que hoy está siendo afectada por el glifosato.

En los pastizales naturales de nuestra Pampa Deprimida, los ganaderos usan glifosato para mejorar la cantidad y la calidad del forraje invernal, buscando elevar la producción de carne y terneros. “Aplican este herbicida al final del verano para disminuir la competencia de las especies vegetales estivales y estimular la producción de las invernales; en particular, su objetivo es promover a Lolium multiflorum, una forrajera conocida como raigrás anual”, explicó Magdalena Druille, docente de Forrajicultura en nuestra Facultad.

glifosato

“Por un lado, eso hizo que nos preguntemos qué efectos tiene el glifosato sobre la descomposición de la broza. Y por el otro, nos llevó a generar conocimiento teórico que sirva como marco para entender a través de qué vías los herbicidas en general pueden impactar en este proceso del ecosistema. Es decir que no estudiamos solo los efectos del agroquímico al generar más broza o al matar ciertas plantas u organismos del suelo, ni nos quedamos con el impacto de aplicarlo una única vez, cuando hace años que se lo usa de rutina en distintos agroecosistemas”, acotó Marina Omacini, docente de la misma cátedra que Lucía.

Ambas con Magdalena también son investigadoras del CONICET en el instituto IFEVA (UBA-CONICET), y junto con María Victoria Sánchez, egresada de la LiCiA, publicaron estos resultados en la revista Functional Ecology.

Los caminos del glifosato

Vivanco contó que el glifosato se aplica en forma líquida en el pastizal. El problema es que el herbicida no solo alcanza a las plantas ‘objetivo’, sino también a otros componentes del ecosistema, como la broza o el suelo, donde puede afectar a los microorganismos descomponedores.

“También nos intrigaba saber cómo se ven afectados otros procesos del pastizal cuando las aplicaciones se repiten año tras año. Por ejemplo, ¿qué pasará con la respiración del suelo, muy vinculada a las pérdidas de CO2? O bien, ¿qué consecuencias tendrá el hecho per se de promover el raigrás, dado que vive en simbiosis con un hongo endófito dentro de sus tejidos?”, se preguntó Lucía.

La descomposición, un proceso sensible

Las investigadoras hallaron que el glifosato puede actuar de formas contrastantes sobre la descomposición según las distintas vías que estudiaron. En cuanto a efectos directos, “aplicarlo sobre plantas vivas produjo una broza que se descompuso un 140% más rápido que la broza muerta naturalmente. Por el contrario, hacerlo sobre la broza que murió de manera natural redujo su descomposición un 20%”, aseguró Vivanco.

“Además, vimos que aplicar el herbicida repetidamente en el tiempo redujo un 57% la respiración del suelo. También detectamos que aumentó la descomposición de la broza de hojas un 53%, y la de raíces, un 18%”, detalló Lucía.

En cuanto a los efectos sobre la descomposición del raigrás con endófito, Omacini comentó que “cuando la planta muere, el endófito también, pero deja un ‘legado’ a través de la composición química de la broza. Nuestro experimento mostró que por haber convivido con el hongo, la descomposición de las hojas muertas de este pasto se redujo un 22%”.

Más impactos que los deseados

Sobre la base de sus resultados, Vivanco concluyó que el uso de glifosato favorece la pérdida de CO2 del pastizal. “Este herbicida tan controvertido tiene consecuencias sobre procesos a nivel de ecosistema, como observamos con la descomposición de los residuos vegetales, que integra numerosos componentes. Creemos que la aplicación de glifosato puede causar una pérdida carbono de los pastizales naturales, haciendo más vulnerable su papel vital como almacén de carbono”.

En este sentido, Druille puntualizó que la promoción de raigrás con el herbicida ya deterioró los pastizales, y que ahora es tiempo de restaurarlos. “En trabajos anteriores de nuestro grupo en el 2015 y en 2016 vimos que esta práctica, por ejemplo, redujo la densidad y la funcionalidad de hongos micorrícicos arbusculares del suelo, lo cual puede dificultar a recuperación de la vegetación, ya que estos hongos son fundamentales para que se establezcan las forrajeras a reintroducir”.

La investigadora añadió que una opción sería dejar de aplicar glifosato e incorporar semillas al suelo para recuperar la comunidad vegetal. Sin embargo —y por lo dicho anteriormente— también se hace necesario inocular los suelos con hongos micorrícicos para ‘apuntalar’ la recuperación del tapiz de forrajeras. La producción de inóculo de estos hongos para aplicarlo a gran escala es difícil y se necesitan más estudios para evaluar su éxito a campo.

De todas maneras —complementó Omacini—, este no es un llamado a inocular. Más bien pretendemos destacar el valor de cuidar lo invisible del ecosistema desde un principio para no degradarlo. Restaurar es costoso y complejo, y por eso estamos mostrando cuán importante es tomar conciencia y prevenir”.

A modo de cierre, Vivanco fue más allá de los pastizales y extendió sus preguntas a las posibles consecuencias del uso del glifosato en otros sistemas. Resaltó que en los campos agrícolas también se lo aplica, incluso después de la cosecha. “Seguramente, las consecuencias sobre el ecosistema en general, y las pérdidas de carbono en particular van a variar según el tipo y la cantidad de cobertura, y las distintas vías que identificamos en nuestro modelo teórico. En esta línea, el presente trabajo ofrece un marco para empezar a indagar”.