“Chela era una madre única, irrepetible”, así recordó Hebe de Bonafini a Celia de Prósperi, quien falleció el pasado fin de semana a sus 93 años.

Hebe y Celia se conocieron en 1978 en una las marchas que se organizaron en La Plata. Cristina, la hija de Celia se encontraba desaparecida desde el 30 de marzo de 1977. “Estaba parada en una esquina de la plaza y le pregunté cómo se llamaba”, rememoró Hebe. “Chela”, el nombre con el que se hizo querida y conocida en la Asociación Madres de Plaza de Mayo, cuando decidió integrarse, después de organizar las Madres de Lomas, en su ciudad de residencia.

“Ella era una mujer culta a la que le gustaba muchísimo leer y había recorrido Latinoamérica”, así la describió Hebe. Agregó: “Era un mujer que nunca ponía una objeción , si le decíamos que había que hacer un viaje, ella decía: ¿cuándo salimos?”. Era la compañera ideal: activa y con mucho conocimiento sobre los lugares que visitaban.

En cuanto a su actividad en Madres, era la encargada de envolver los periódicos y las revistas, colocar los remitentes y llevarlos al correo. También trabajó incansablemente en las bibliotecas de las escuelas y de los comedores de Lomas de Zamora, junto a su hijo Rubén. “En la casa de las Madres era mucho el lugar que ocupaba”, reconoció Bonafini.

Cristina Prósperi era profesora en La Plata y una militante de horario completo. Su madre la recordaba siempre como lo mejor que le había pasado: que su hija fuera tan entregada a la patria y a los otros. Rubén, su otro hijo, la acompañaba en todo momento. La llevaba y la traía de la Asociación y vivía en el fondo de su casa. Él falleció hace poco más de dos años: fue un golpe terrible para Chela.

Hebe y Chela compartieron infinidad de momentos juntas. Tienen recuerdos de dolor, de tristeza, de lucha y de alegrías compartidas. Uno anécdota que evoca Hebe es la que se refiere a cuando fueron a recibir juntas una premiación en Italia. La ceremonia era un castillo y para recibir el premio tenían que subir unas escalinatas infinitas. Como la presidenta de Madres se recuperaba de una fractura, le pidió a Chela que subiera, pero ella se negaba. Los organizadores del evento les decían que no se preocuparan ya que tenían “tutti preparado” ante cualquier imprevisto: una ambulancia de la Cruz Roja y hasta unos hombres fornidos disponibles para subirlas a babucha: la ocurrencia las hizo tentarse de risa . En ese mismo lugar, no faltó el momento para la emoción: “Fue la primera vez que otras mujeres bordaron pañuelos y nos los regalaron. En la ceremonia había mujeres con los pañuelos puestos”, contó Hebe.

En los últimos tiempos, Chela iba de todos modos a la casa de Madres, aunque no se sintiera del todo bien. Quería tener asistencia perfecta en la Plaza de Mayo pero un día se descompuso y la tuvieron que llevar a su casa. Cuando debió pasar por dos operaciones y el posterior reposo, le pedía a Hebe: “Mandame cosas que tengan imágenes porque no tengo ganas de leer”.

En noviembre próximo, Chela hubiera cumplido 94 años. Continuará presente en cada lucha, la que aprendió de su hija Cristina.


*Artículo realizado en el marco de las prácticas de estudiantes de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) en Tiempo Argentino.